Capitulo 1

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CAPITULO 1

Seis años antes

—Sergio, ¿lo tienes ya todo preparado para esta noche?  —Le pregunto a mi novio por teléfono mientras voy corriendo por las calles desesperada buscando alguna prenda nueva para la fiesta de esta noche. Sí, es Noche Vieja y siempre me gusta estrenar algo, aunque sean unos pendientes.

—Si cariño, todo listo ¿Qué estás haciendo, te escucho jadear? ¿No me estarás engañando?

—¿Tú eres tonto? Prueba de ir corriendo por la calle cargada de bolsas y con unos tacones de doce centímetros sin matarte.

—Tranquila nena, ya sabes lo que me gusta verte con tacones, y si además no llevas nada puesto mejor. Por cierto, esta noche me gustaría comentarte algo importante. ¡—Oh! No me puedo creer que por fin lo vaya a hacer, me va a pedir que me case con él. Está claro que la cajita con el anillo que encontré en su maleta era para mí, «qué nervios». Así que será mejor que vaya a comprarme el conjunto de ropa interior más sexy y diminuto del mundo.

Al volver al a oficina después del desayuno, todo es un caos, está claro que trabajar en un bufete de abogados no entiende de esto tipo de fiestas, hay que trabajar en los casos cualquier día del año. Cuando estoy en mi despacho, dejo las cosas en el armario, a la hora de comer saldré para ir a la tienda de lencería. Hoy es la última noche del año, me van a pedir matrimonio, ¿Qué me puede salir mal?

Tras varias horas de trabajo, saco un sándwich en la máquina expendedora para poder ir tranquila a la tienda. Me decido por un precioso y minúsculo conjunto de encaje negro: la verdad es que tapar lo que se dice tapar, tapa poco, pero para lo que me va a durar puesto. Sé que en Noche Vieja hay que llevar algo rojo, como dice la tradición: por empezar el año con buen pie y no sé qué cosas más. Pero odio la ropa interior roja, me parece muy ordinaria, por no decir de choni con mal gusto. Y lo de la mala suerte no sé si será verdad, pero no me importa, nada malo me puede pasar, además no creo nada en esas cosas, donde este un minúsculo y elegante conjunto de encaje negro, que se quite el rojo y sus derivados, como decía mi abuela el rojo para los labios.

Salgo triunfante de la tienda con mi bolsa. Lo cierto es que me ha costado un pastón, nunca he llevado ni llevaré tanto dinero encima para ser arrancado en cuestión de segundos, vamos como me rompa la tira del tanga, lo mato.

Cuando salgo de la tienda es aún pronto para volver al bufete, así que a pesar de que estamos en pleno invierno, el día es soleado y decido dar un paseo para para poder disfrutar de los puestos de adornos navideños, la verdad es que me encanta. De golpe me encuentro con una vieja anciana que no para de mirarme fijamente a los ojos, debe tener unos ochenta años, viste toda de negro con un pañuelo del mismo color que cubre su cabello, pero del que se asoma un pequeño trozo de mechón grisáceo. Sus ojos son oscuros como el abismo y su tez esta arrugada y blanquecina. Lo cierto que si la miras de golpe da un poco de grima, pero sus ojos transmiten bondad y confianza. Creo que quiere pedirme algo de dinero porque me agarra la mano, mientras no deja de observarme con inquietud.

Así que adulándome a ella, saco mi monedero y veo que solo tengo una moneda de dos euros y un billete de cinco, evidentemente le doy la moneda y se la pongo en la mano se la cierro con mis dos manos mientras le digo:

—Feliz año señora, tómese algo calentito que hace mucho frío —mientras le pongo las monedas en la palma de su mano, me la vuelve a sostener con fuerza, observándome de nuevo durante unos segundos, me la acerca al corazón, respondiéndome.

—Olvida todo lo que tienes, abre bien los ojos para lo que está por llegar—«Joder» Me la quedo mirando, será posible, ¿cómo sabe que Sergio me va a pedir que me case con él? Le agarro fuerte la mano le vuelvo a felicitar el año mientras me voy a paso rápido.

Voy por la calle pensando en lo sucedido mientras trasteo la bolsa, sin sacar la caja de la bolsa la abro para volver a contemplar la maravilla que me enfundaré hoy.

Pero para mi mala suerte, al girar la calle me choco de bruces con algo y me caigo de culo al suelo.

—¡Mierda! —grito mientras me toco el culo por la caída y busco mis cosas, que están esparcidas por el suelo.

—Lo cierto es que nunca se me habían tirado de esta manera encima, pero cuando quiera lo puede volver a hacer, aunque mejor los dos solos, eso sí, con esto puesto. ¿Qué te parece piernas bonitas?

Y entonces lo veo ahí sentado, justo delante de mí, mirándome con deleite, mientras sujeta mi tanga con la mano. Sus ojos van desde el tanga hasta mí, noto como me desnuda con su mirada, cosa que en cierta manera me agrada y levantado mi tanga con el dedo meñique, me susurra.

—Bonitas piernas. ¿A qué hora abren?  —Me levanto de golpe recuperando lo que es mío.

—Tendrá que ser en otra vida listo, porque yo voy a casarme, así que este cuerpo y el modelito ya tienen dueño— le recrimino pasando por delante de él contoneando las piernas de la manera más provocativa que sé.

«Pero qué coño haces meneando el culo».

—Una lástima —me dice mirándome de arriba a abajo.


Y tú, ¿Crees en el destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora