Capitulo 3

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Después de darme una ducha, me pongo ropa cómoda y empiezo a empaquetar las pocas pertenencias que hay en mi piso de Sergio. Eso me da que pensar, apenas tenía cosas suyas aquí y creo entender el por qué, pero como no me di cuenta, me repito de nuevo.
Una vez terminado todo, salgo de casa para reunirme con mi grupo de amigas, es una tradición que tenemos durante año. En vez de reunirnos el día de año nuevo para comer, lo hacemos para cenar. Teóricamente se nos ha pasado un poco la reseca y tenemos el estómago más receptivo a la hora de comer cualquier cosa. Vale, unas cervezas y unos bocatas grasientos no es la mejor manera, pero las tradiciones son las tradiciones y, esta noche, van a flipar con la bomba que les traigo.

Hemos quedado en la entrada del bar. Además de venir a cenar un día como hoy, nos reunimos todos los viernes para pasarnos el parte semanal. Todas ellas son solteras, han ido rompiendo poco a poco sus relaciones y en estas cenas cuentan cómo les van sus encuentros sexuales, esta vez la que también tiene que comentar soy yo, porque en cuestión de veinticuatro horas he pasado a ser soltera y tener el encuentro sexual más bestia de mi vida, aunque mi percutor personal sea un cabrón incondicional.
Decido darles la noticia antes de entrar a cenar. Necesito soltarlo lo antes posible y sacar toda la mierda que llevo dentro, aunque lo cierto es que se interesan más por mi torcida noche de pasión que por mi ruptura sentimental.
—Aún no me puedo creer lo de Sergio, no el que hayas roto, ya sabes que siempre te dije que no me gustaba para ti. Pero lo que jamás hubiese podido llegar a pensar es que también le gustasen los tíos, jajaja. Quién nos iba a decir que el mayor empotrador nato de la universidad sería bisexual.
—Si te soy sincera, desde el polvo de anoche creo que Sergio jamás ha sido un auténtico empotrador. —Le contesto a Mercè chocando la cerveza.
—Brindemos por los empotradores de alto nivel—Grita Cristina mientras todos nos miran.
La cena ha sido divertida como siempre, llena de gritos risas y confesiones. Lo que no curen unas buenas hamburguesas con unas frías cervezas, no lo cura nada.
Al despedirnos casualmente todas en el oído me susurran: estarás mejor sin él.
Al regresar a casa y ver la hora, decido llamar a María para darle la noticia, es la más sensata del grupo, la única de nosotras que siempre ha tenido la cabeza encima de los hombros. Sé que ahora sus consejos me vendrán genial. Lo raro es que no me conteste la llamada, así que decido mandarle un audio de WhatsApp.
"Mari, necesito contarte algo, cuando puedas llámame. Un beso".

Una vez me meto dentro de la cama, no dejo de recordar la noche que he pasado con Leo, nunca pensé que terminaría así, con lo mal que comenzó, y menos con un tío de estas características.

Al día siguiente, me levanto más fresca que una rosa, me doy una ducha, me preparo el desayuno y cojo mis cosas y me marcho al trabajo.
Nada más entrar por la puerta del despacho, enciendo el ordenador y, mientras se va cargando, voy dejando mis cosas. Una vez sentada, al ir a repasar la agenda del día de hoy, veo que tengo un correo en la bandeja de entrada, es de mi jefe, y quiere me presente ya en su despacho.
Así que me dirijo hacia él, llamo a la puerta y entro.
—Casandra siéntate, tengo que entregarte algo. — entorno los ojos mientras pienso que me va a aumentar el sueldo, o tal vez me asigne un caso decente.
Abro el sobre y para mi ingrata sorpresa leo:
Srta. Casandra Peterson, por motivos de bajo rendimiento en su trabajo a partir de hoy día 2 de enero del 2016, deja de prestar los servicios a esta empresa.

Me la tengo que leer dos veces para entender bien que me están despidiendo en mi cabeza. De golpe, me viene a la mente una frase: "Olvida todo lo que tienes y abre bien los ojos, por lo que está por llegar." « ¡Será zorra la abuela de los cojones! Esto me pasa por rata y no darle los cinco euros, esto es un mal de ojo seguro».

Sin articular palabra, recojo todas las pertenencias que tengo en el despacho mientras salgo de él, más abatida que nunca. Pienso en cómo te puede cambiar tanto la vida en veinticuatro horas. Al salir a la calle, parece que estoy en Mordor, hace un frío y un viento de cojones. Tras mucho pelear con todo lo que llevo y sin ver ni torta, por fin consigo llegar al coche y meterme dentro. Mientras me recoloco los pelos de loca por el viento, me voy cagando en todo lo que se me pasa por la cabeza. Entonces veo cómo se pega en el cristal un panfleto de publicidad. Al ver que no se mueve, refunfuñando vuelvo a salir del coche, quito el papel del parabrisas y me meto a toda prisa para dentro de nuevo. Hace un frío de mil demonios.
Antes de ponerme el cinturón, lo desarrugo y veo que es la publicidad del nuevo bufete de abogados que abrieron hace casi dos años y es un exitazo.
Así que, ni corta ni perezosa, sin saber ni si necesitan abogados, decido mandarles un correo electrónico presentándoles mi currículum. El no ya lo tengo, ¿así que por qué no buscar el sí? Sonriente y orgullosa de lo que voy a hacer, me meto en la autopista rumbo a casa.

Y tú, ¿Crees en el destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora