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—¡Myeong sal!

Fruncí el ceño mientras miraba a las demás chicas de la habitación.

—¿Quién me llama?— pregunté.

El grito parecía provenir de la calle. Haneul, quien estaba más cercana a la ventana de la habitación, se levantó de su cama para asomarse y observar. En tanto, un fugaz recuerdo de dos pequeños ojos feroces color café mirándome de forma penetrante, amenazaba con desvanecer todas mis ganas de vivir. Un escalofrío terminó por recorrer toda mi espina dorsal cuando Haneul, después de encontrarse durante largos 10 segundos asomada por la ventana, con su mentón, apuntó a mi confirmando que era yo a quien buscaban.

Desde ese momento lo supe. Era él. El gran gilipollas de unas noches atrás, pero el problema no era ese, sino ¿Como carajos sabía donde vivía?

— Mierda... ¡Cállalo! Si la hermana Len escucha me van a matar.

Haneul, confusa, volvía a asomarse por la ventana como poseída por mis órdenes. A su vez, los gritos graves y sin control nuevamente hacían presencia en toda la maldita habitación. Pretendía no consumirme por el pánico, pero mi nombre retumbaba en mis oídos en son de martirio. Agarré mi propio cabello entre mis manos cuando comenzó a entrar la desesperación, entonces, a paso rápido, me acerqué a la ventana golpeando con mis caderas a Haneul expulsándola de ahí con brusquedad.

—Mye, más cuidado...

Ignore a la chica de cabellos dorados, concentrándome en el hecho de que había un imbécil gritando afuera del hogar, en dirección a la ventana de mi habitación, justamente MI MALDITO NOMBRE. El chico, con una sonrisa burlona y una mirada juguetona, volvía a gritar una y otra vez, sin parar, sacándome por completo de mis casillas. Apreté los labios queriendo arrancarle la cabeza para que de una vez acabase, pero él parecía no ceder con nada.

—¡Suga, ya basta!— dije en un grito medianamente reprimido.

—¿Tienes miedo?— preguntó él, regulando su tono de voz.

Bufé con desagrado.

—No, pero ándate. No tengo ninguna mierda tuya.

Vi como sacó pecho y en seguida tomó mucho aire.

—¡Mentirosa! ¡Mye es una perra mentirosa!— comenzó a gritar, atacándome.

Abrí los ojos como platos, mirando hacia todos lados tal ardilla asustada.

—Cállate cabrón... me meterás en un lío.

—¿Y crees que me importa?

Una carcajada ronca, fingida y por cierto, muy desagradable, salía desde sus finos labios provocando aún más odio en mi interior. Hice ademán de golpearlo, pero a decir verdad, era imposible. Estaba a casi 8 metros bajo mi ventana y no pretendía salir a enfrentarlo sabiendo que una furiosa Hermana Len seguramente me detendría—porque era de locos que ningún alma no escuchase los gritos de Suga—para sermonearme por escaparme otra vez. Era una escena digna de película de terror.

—¡Baja Myeong! No vas a querer que encuentre la manera de subir y quitarte lo que me pertenece.

Resoplé con fuerza, mirándolo suplicante.

—Podemos hablar mañana, no hagas un escándalo ahora. Por favor Suga...

Una horrible manía mía era morderme los labios por dentro cuando se presentaba una situación dificultosa, y ahora mismo, estaba casi segura de que me quedaría sin piel.

— ¡No, baja ahora mismo! Devuélveme lo que me pertenece.

Quizá darle de su propia medicina servía de algo.

Tears Of Blood. [MinYoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora