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Dos bebés nacen casi a la par en lo más profundo de Berlín. El viento de la noche azota las ventanas mientras dos hombres esperan en la sala de aquel hospital privado esperando que les dejen entrar para ver a los niños. Arnold y Marc cruzan miradas mientras se están clavando los puñales en su interior.
Llaman a Marc. Le dicen que es una niña y que puede pasar a verla, sin embargo, el que pasa es Arnold.
Arrebata a la niña de los brazos de su madre y la mira con recelo. "Esta hija podría haber sido la mía", repite una y otra vez en su cerebro.
Marc pasa detrás y le grita que suelte a su hija, que no tiene derecho a tocarla, que él ya no pinta nada allí. La madre llora, llora al saber que después de ese día su hija estaría condenada de por vida y que evitarlo será lo más difícil del mundo. Porque Arnold había leído el nombre en la etiqueta de su tobillo y saben que la buscará hasta el cansancio.
Mientras tanto un médico le llama desde fuera, tiene que entrar a ver a su hijo. Es hombre y sus ojos se apagan, él nunca quiso un niño y mucho menos con la mujer que allí se hallaba sosteniéndolo. Entra desganado y se sienta a su lado, la mujer le pasa al recién nacido mientras Arnold lo mira con asco y desagrado. Era su bebé, un bebé que parecía demasiado débil como para tener la sangre de la madre. Ella afirma, sabe y está segura de que el niño nació incluso más especial que ella, que lo habían conseguido. Pero en la mente de Arnold solo revoloteaba el nombre de la pequeña: Moon. Era una niña preciosa al igual que su madre. Rebosaba fuerte y llena de energía, no como su pequeño hijo; débil y con cero ganas de seguir adelante.
Se cansa. Se lo devuelve a su madre y las palabras se atoran en su garganta. Ya en la puerta se gira y mira a su mujer. Quiere discutir, quiere mandarla a la mierda porque el único poderoso era el bebé de al lado; pero no lo hace porque así solo desencadenaría que se llevaran a los dos niños y él no podría soportar eso. Así que sonríe y sale hacia la sala, deseando llorar y llorar por el experimento fallido.

Pasan unos cuantos años y los dos pequeños van mejorando su capacidad y su intelecto juntos. Arnold observa con recelo el panorama de todos los días al salir del despacho. Moon y su hijo crecían a la velocidad de la luz y él no podía hacerles nada tras haber firmado el pacto con su mujer: Ellas dos cuidan de los pequeños mientras él trabaja con todos los demás. Sí, a decir verdad era un trato justo. Estaba aceptando a no experimentar con esos dos niños a cambio de poder hacerlo con 100 más. Pero a él solo le interesaba Moon, y la niña no estaba a su alcance.

Más de cincuenta veces había intentado ya poder trabajar un mínimo con ellos dos pero solo lo consigue cuando su pobre mujer cae enferma y la madre de Moon tiene que cuidarla.

Un día, poniendo la excusa de que tiene una reunión fuera de la empresa, va hacia la sala donde se suponía que los niños estarían jugando y se acerca a su hijo. Llama al tatuador y le trae la máquina que él le pide. Tiene que grabarle el código de barras y su número en alguna parte de su pequeño cuerpo para que no pueda salir del establecimiento y le deba una total sumisión de por vida. Tras acallar malamente los llantos del bebé, le toca a Moon ser la tatuada. Empiezan tatuándole el número favorito de Arnold y prosiguen con las barras hasta que en un abrir y cerrar de ojos, la madre de la pequeña aparece sin dejar que el tatuador termine su trabajo.

Gritan, discuten y ella lo amenaza. Asegura que se irá de allí en cuanto le sea posible y Arnold le ruega que no lo haga, le promete que cambiará y que le de una oportunidad. Ella mira a su hija y al pequeño que en el suelo yacía llorando sin parar con un pequeño tatuaje en su muñeca. La tinta era azul brillante y sabe que para él ya no hay vuelta atrás, pero sí para su hija. Con el tatuaje sin acabar aún tiene oportunidad de escapar y no ser encontrada, pero la promesa que le hizo a la mujer de Arnold era mucho más fuerte que cualquier otra cosa. Respira hondo, agarra fuerte a Moon y asiente, permitiéndole así una segunda oportunidad y corriendo el riesgo de que su pequeña pueda estar atada allí por siempre.

Number 9.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora