Capítulo VI

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Certeza.

Las risas y gritos eran estruendos, rebotando en cada rincón de su casa, alegrando lo que muchas veces se aferraba a teñirse de soledad. Eleanor disfrutaba la visita de sus dos sobrinos como nunca; Hans le pidió que, mientras él se encontrara fuera del país, no dejará sola a su familia y eso hacía.

La melancolía osaba interrumpirla y, con ella, el enojo. Se daba cuenta que no todo era justicia bajo su mano, ni tampoco objetos brillantes que el tiempo se encargaba de opacar. La felicidad estaba ahí; corriendo y riendo en el césped, entregando todo con la esperanza de ver sonrisas en lugar de llanto, besos y caricias en lugar de noches solitarias.

Era su día de descanso, el sol se encontraba en todo su esplendor anunciando que pronto regresaría el color a Londres; la primavera se acercaba. De repente Isabelle, la empleada doméstica, le habló desde el interior de la casa.

—¡Señorita Lowry, le llaman de la oficina! — gritó desde el interior de la casa.

Con mucha pereza se levantó sabiendo que toda la magia estaba por finalizar.

—Des-can-so... ¿Ahora qué pasó, Martha? —tomó el teléfono hablando casi en un susurro.

—No soy Martha —escuchó una risa algo tambaleante— Soy Paul.

Sin saber que decir, se quedó un momento en silencio hasta que escuchó del otro de la línea "¿Sigues ahí?".

—Perdón que moleste —continuó Paul—, pero se perdieron unos papeles del caso Murphy y...

—Paul —Le interrumpió y resopló —, hoy es mi día de descanso.

—Lo sé, lo sé. Y también sé que todo esto me corresponde a mí porque acabo de regresar de Londres. Sin embargo, ya buscamos en todos lados y no aparecen; el caso se presenta pronto y... de verdad te necesito.

Espero unos segundos y contestó:

—Tú ganas, McCartney, aunque en realidad no tengo otra opción.

—Mil gracias— suspiró con alivio— Paso por ti en 30 minutos.

Esta vez no fue indescifrable lo que en su interior comenzó como cosquilleos hasta llegar a un torbellino. Inclusive tampoco podía mentir con lo que había ocurrido en su cabeza el día anterior.

Podría definirse como algo completamente descabellado al sentirse de esa manera; intranquila y con el alma dependiendo en un hilo, apesadumbrada por la ausencia momentánea de alguien que ni siquiera era algo más que...nada. Eso era lo que realmente Eleanor se obligaba a pensar. Sin embargo, paseando de un pasillo a otro sin que Paul anduviera detrás, rondando o preguntando sobre cualquier cosa, le dejaba un sabor amargo.

Muy bien sabía que con los sentimientos no se mentía.

—Isabelle, necesito que cuides de los niños. Estaré fuera un par de horas.

Subió a paso lento a su habitación, deslizando sus fríos dedos por el barandal "¿Podría ser acaso real?" pensó.

A veces faltaba solo un segundo para discernir lo que con fuerza se trataba de ocultar.

Tomó su bolso y bajó observando el reloj en la pared. Aún faltaba tiempo para que él llegara.

Salió rumbo al porche y bebió otro poco de té y observó que, en ausencia de frío, tiritaba.

Divagó en las hebras rotas de sus pensamientos hasta que contempló a dos pequeñas siluetas correr hacia ella.

—Mamá Ela, hablan en la puerta —dijo el más grande de sus sobrinos.

Instantáneamente su mano se deslizó por su mejilla que comenzaba a sentirse más caliente al tacto.

Se colocó de cuclillas, a la altura de los niños y abrigó en sus manos las de ellos.

—Mis niños, estaré fuera un poquitín ¿está bien? Los cuidará Isabelle. Portarse bien ¿sí?

Se despidió de ellos con besos y se aproximó a la puerta.

Era cierto, ahí estaba. Miraba distraído el capote sin brillo de su auto y, cuando la miró sonriendo, ahí pudo ver por fin todas sus dudas.

Le resultaba extraño verlo en esos aires tan frescos y joviales; el bigote afeitado, pantalones de pana, camisa de cuadros y con botas más no como todos los días de saco y corbata. Lucía muchísimo más guapo.

Quería comprender, sentir y saber cuál era la razón en esa amabilidad y su amistad tan cercana. A pesar de su edad, todo aquello le causaba temor a arrepentirse, pero vaya que a todos nos sobrecoge el rechazo.

Los años pasaban y el sentimiento crecía, al igual que la soledad. El tiempo no le perdonaba ninguna y la paciencia tampoco.

Pero poco le valió todo lo demás cuando con decisión se encaminó hacia él sintiéndose caminar en el oleaje y, la valentía, brindándole la sensación de tierra firme.

—Hola —susurró Paul, como sabiendo lo que ocurriría.

Ella no respondió, pero en cambio sus labios se deslizaron y aspiraron por la comisura de aquellos labios rojos, llenos de respuestas. Descendió con la angustia liberándose en cada poco, en cada movimiento.

Los labios entreabiertos de Paul recibieron una bocanada de aire, que resonó en el interior de su boca como una risa nerviosa. Él aún reposando su cuerpo sobre el auto, permitió que ella relajara y aguardara la yema de los dedos a su tacto masculino.

Ojos cerrados, labios humedecidos y el corazón latiendo con frenesí eran los impacientes por recibir una respuesta en aceptación o en peor de los casos, en rechazo.

Sin embargo, lo único que recibió a un chico estático y mudo.

Eleanor, con un dolor naciente en el centro de su pecho, se resignó. Tomó impulso y se separó escasos centímetros de él, mirando a la nada, mirando a la decepción.

Mientras le sonreía débilmente avergonzada pensó "¿Qué tontería pasaba por tu cabeza? Solo te ve como lo que eres...su jefa"

—Disculpa... me he equivocado... será mejor... será mejor que tomé un taxi —dijo a la par que se separaba más y se alejaba del lugar.

De repente sintió presión en su muñeca derecha y de un brusco tirón Paul la acercó, lo suficiente que sus narices se tocaban y sus alientos se cruzaran. Un deje de esperanza.

—No — susurró en su oído — En los sentimientos no hay equivocaciones.

Deslizó sus manos desde sus hombros hasta su cintura y la atrajo más hacia él.

La besó. 

<<Hola a todos. Me disculpo por la tardanza al actualizar, pero siento que la escuela me absorbe mucho, además de que mis ideas no fluyen tan rápido como quisiera. Muchas veces siento que lo que escribo no me convence y lo modifico reiteradamente  ¿Les ha pasado alguna vez? Por lo pronto les dejo este capítulo que es muy significativo para la historia y, sobre todo, con la vida de Paul y Eleanor. Espero sea de su agrado. Les mando un fuerte abrazo a todos.>>

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2018 ⏰

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Las cartas de un poeta |Paul McCartney|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora