Capítulo II.

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De regreso a casa encontró un pequeño sobre en su buzón; una carta. Aquel papel tenía impregnado un olor que él añoraba día con día y se esforzaba por no olvidar, por tal motivo, impaciente, se sentó y comenzó su lectura.

Querido Paul.

Los días en Londres son agobiantes, sobre todo, cuando regreso a casa y no estás conmigo. Sé que nuestra vida juntos es difícil, pero lo que siento por ti es mucho más fuerte que todas mis dudas, impidiendo renunciar a ti; a nosotros.Cariño, de verdad lamento no encontrarme contigo en este día tan importante, realmente lo siento.

Llámame lo más pronto posible, espero con ansias escuchar tu voz.

Te adora, Jane Asher.

Su novia Jane, la chica del cabello color zanahoria y mirada melosa que lo había hecho suspirar desde el primer instante que la vio, primer instante que no olvidaba.

Cuando terminó de leer corrió al teléfono y le llamó; aquel singular timbre de voz lo regocijó, pese a oírse un tanto distorsionado por teléfono, lo estremeció como fría brisa del mar golpeando su cálido cuerpo.

Cuando terminó de leer corrió al teléfono y le llamó; aquel singular timbre de voz lo regocijó, pese a oírse un tanto distorsionado por teléfono, lo estremeció como fría brisa del mar golpeando su cálido cuerpo

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—Estoy tan orgullosa de ti, Paul —su voz sonaba entrecortada y tardó unos instantes en recobrar el aliento—. Podría decir que ahora estaremos mejor.

Saboreó cada una de sus palabras y sus papilas distinguieron el sabor a vil amargura, a dura verdad. Sus suegros, quienes sobre sus venas llevaban tatuada una delgada línea de aristocracia, eran personas cautas, letradas y, además, rigurosas a tal punto de reprochar a su hija de tener una relación con un simple abogado de provincia cuando ella era Fiscal en Londres; por esa razón, estaban acorralados a la cárcel del silencio.

—Supongo que sí — con melancolía sostuvo una foto de ellos entre sus manos.

—¡Oh, vamos! Estamos a un paso, precioso.

Se había esforzado tanto para presentar su oposición que llegar a ser vicefiscal de la corona en Mersey-Cheshire era todo un logro para él, pero por supuesto, para los padres de Jane eso aún no era suficiente.

—Pronto me convertiré en Fiscal y tus padres podrán ser felices —espetó con un deje de cortante sorna.

La alegría y emoción por escuchar su voz se había esfumado tan rápido que no lo percibió.

—Paul... No quiero discutir sobre eso ahora. Pensé que ya lo habíamos hablado...

Esperó unos instantes para serenarse, abriendo tras de sí, un amargo silencio.

—Paul, lo lamento...

—Está bien, fue mi culpa —le interrumpió—. Gracias por tus felicitaciones, pronto estaré en Londres para verte... Te quiero, Jane — colgó dejando su foto bocabajo.

Muchas veces se lamentaba que su relación estuviera a la desdicha de la distancia, en donde sus momentos más preciados eran esos; unos minutos de escuchar sus voces ansiosas o muchas veces cansadas por el trabajo, el esmero del puño y letra para comunicarse y, sobre todo, los pocos, pero abrasadores momentos que vivían juntos donde, con pena y resignación, se preguntaban si lo vivirían pronto; la próxima semana, quizá el siguiente mes. Nunca lo sabían.

Forzaba a sus neuronas para entender la razón de esfumar la compasión de ese modo, que olvidaran los kilómetros y las horas que los separaban para acribillarse en solo unos segundos; su situación era la causante de esos estragos, de esa espada que los apuñalaba.

Estaba seguro que la quería y todo lo que estaba haciendo era para poder ser aceptado por sus padres. Nunca le importó que sus actos resultaran irracionales y testarudos, porque al final sabía que ese era el significado del amor; la entrega y la locura.

Mientras tanto, su primer día en el trabajo fue más de lo esperado. Había conocido a gran parte del equipo en solo un día obteniendo conocimiento y seguridad suficiente para presentar el caso en la corte al día siguiente.

Era costumbre que todas las tardes tomara té, manantial de su inspiración, tranquilidad para su alma herida. Sentado en el resquebrajado alfeizar de su ventana se sorprendió creyendo ver a Eleanor pasar por la vereda frente a su casa, cuando en realidad, era otra chica con aspecto similar a ella. Aquella confusión le hizo imaginarla, una mujer muchas veces dominada por las circunstancias, pero de corazón noble. Todo el día la vio pavonearse por todo el lugar y atisbó entre las ramas de su mente, la inerte seguridad de su femenino ser; incluso estaba desconcertado porque sentía que sus ojos, grises como las nubes en septiembre, le transmitían algo que él no descifraba, o al menos no hasta ese momento; también le resultaba interesante que, pese a los años, seguía luciendo fresca y bella. No sabía con certeza su edad, sin embargo, estaba seguro que era aproximadamente diez años mayor que él.

"Deja de pensar tanto, imbécil" masajeó sus sienes y se encaminó a su habitación.

Se acostó en la cama y acompañado de su taza de té, comenzó a leer la fina pluma de Virginia Woolf. Al poco tiempo, fiel seguidor a su mente débil, se entretuvo pensando en Jane y, de nuevo, aunque esta vez borroso como un campo verde revestido de niebla, el en rostro sonriente de Eleanor bajo un roble. Paul cerró sus ojos y frenéticamente movió su cabeza para concentrarse. Fue imposible.

Las noches eran sus enemigas, la monotonía de sus días resultaba perpetua. En su interior se dejaba subyugar por la insignificancia, miraba su reflejo en el espejo y no encontraba nada, solo una cavidad sin fondo, un objeto, como la taza que tomaba entre sus dedos.

La obscuridad rasgaba su alrededor, tormentosa y abrumadora, poseedora de su reciente llanto y pensó "¿Por qué? ¿Por qué si quiero tanto a Jane no puedo tenerla y gritar a todo pulmón el tanto amor que me quema el  interior?"

No pudo contenerlo y cayó al abismo como nunca antes le había ocurrido, lloró hasta sentirse marchito y cansado. Desvió sus ojos justo a su derecha y sobre el velador para encontrarse con el rostro sonriente de Jane encerrado en un portarretrato.

Sonrió, pero muy dentro de sí, supo que apenas y sus labios se movieron.

<<Paul tiene muchas inseguridades a raíz de su relación un poco inestable con Jane Asher  ¿Eleanor afectará?...De nuevo por aquí ¿Qué tal se encuentran? Espero les guste este capítulo. Abrazos hasta donde se encuentren>>

Las cartas de un poeta |Paul McCartney|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora