Capítulo 1: Huracán con nombre de mujer

18 0 0
                                    


- ¡Adriana! ¿Pero todavía estás aquí? ¡Venga, levántate ahora mismo, pedazo de holgazana! - le chilló su madre, mientras corría las cortinas que protegían de la luz solar, al imponente ventanal que reinaba en una de las paredes de su habitación, justo antes de arrancarle la colcha que la cubría, tirando con rapidez y sin misericordia alguna, de ella. Estaba visiblemente enfadada, con su hija -.

 - ¿Pero qué te pasa? ¿Todavía no te has ido a trabajar? ¿No es tarde, para ti? - murmuró Adriana, haciendo un esfuerzo casi inhumano, por lograr abrir sus aún adormilados párpados, que se resistían frente a la luz cegadora del amanecer, que ahora, le estaba dando en toda la cara -.

- Sí... sí que es tarde y no solamente para mí. ¿Tú no tenías clase a las 8 y media? ¡Pues ya no te da tiempo a llegar! ¡Ya empiezas mal el primer día...! ¿No te da vergüenza? ¡Mira que te avisé, Adriana... mira que te lo dije...! ¡Sabía que ésto iba a pasar! Pero tú tenías que salir de fiesta a toda costa, anoche... ¿a qué hora llegaste? - refunfuñó Belén, con cara de pocos amigos -.

- No lo sé... hará como un par de horas o algo así... pero es que era mi cumpleaños... y tenía que celebrarlo, mamá... - masculló Adriana, echando un rápido vistazo al reloj, para comprobar que ya eran las 7 y media y que efectivamente, su madre tenía razón. No iba a llegar, ni haciendo magia -.

- ¡Pues haberlo celebrado el sábado! ¡No un Domingo de madrugada...! ¡Dios... apestas a alcohol! ¡Tanto, que el olor echa para atrás! ¡Vamos... date una ducha rápida, con agua bien fría y tira para la universidad, de una buena vez! Así, con un poquito de suerte, todavía llegas a segunda hora... - le pidió su madre, tirando de su brazo derecho, obligándola a levantarse de la cama y empujándola inmediatamente después, en dirección del baño -.

- Trae mala suerte, celebrarlo antes de tiempo... - refunfuñó su hija, antes de cerrar la puerta y de desaparecer, tras ella -.

- Bueno... yo ya me voy. ¡Date prisa! - le chilló su madre, dando un sonoro golpe a la puerta del baño -.

- Que sí... pesada. No grites, que me va a explotar la cabeza... - murmuró Adriana, resoplando, antes de abrir el grifo del agua fría y meterse debajo de la alcachofa, sin pensárselo demasiado, para que no doliera tanto. Aunque éstas últimas frases, ya se encargó ella de que no fueran audibles, para no correr el riesgo de que su madre pudiera escucharlas y esperara su salida, para darle un buen tirón de orejas -.


- ¿Sí? - escuchó ella, desde dentro -. Tomándoselo como una clara invitación para que procediera a abrir la puerta, así lo intentó.

- Buenos días. Perdón por el retraso. ¿Puedo entrar? - le preguntó Adriana, al hombre que se encontró al otro lado y que acabó abriéndole la puerta, justo cuando ella ya tenía la mano sobre el pomo -.

- No. La clase empezó hace media hora. Si quiere asistir, debe usted llegar a las 8 y media. Téngalo en cuenta, para posteriores fechas. Ahora, si me disculpa, debo seguir haciendo mi trabajo - le contestó él, antes de volver a cerrarle la puerta en las narices, dejándola con la palabra en la boca -.

- Pero tía... ¿dónde narices te metiste? Es que solo te podría pasar algo así, justo a ti. Llegar tarde, a la clase del más hueso de todos. El novio de mi hermana me ha contado que ése profesor es conocido en todo el campus. Por lo implacable que es. Dicen que todo lo que tiene de guapo, lo tiene también de rancio y desaborido. Más te vale ir a su despacho, a pedirle perdón otra vez, antes de que te enfile. Como te meta en su lista negra... estás a nada de alejarte, sin retorno, del selecto 20% de afortunados que consiguen aprobar su asignatura, en media, cada año - le aconsejó Ana, su mejor amiga, en cuánto salió de clase de fotografía -.

Dijiste que te quedaríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora