Alexander Seek.

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Alexander Seek. Ese era su nombre. Dos palabras utilizadas específicamente para describir a un océano de misterio, intriga e inteligencia inigualables. Lo sabía todo, y si ese no fuera el caso, encontraría una forma para saberlo. Justamente, su extenso nivel de conocimiento era necesario para su trabajo: detective. Había resuelto infinidad de casos. Algunos llevaban semanas, otros meses, pero siempre los resolvía.

Colocó las valijas en su camioneta y cerró el baúl. Subió con elegancia al vehículo y abandonó nuevamente su hogar para resolver un nuevo misterio en la ciudad de Londres, una urbe que a pesar de parecer exótica y correcta para los turistas, siguiendo el estereotipo inglés de la perfección, es un increíble tornado de secretos, oscuridad y mentiras.

Lo sabía perfectamente al haber nacido allí. Lamentablemente, decidió irse en busca de buenas oportunidades de trabajo, o al menos eso decían los integrantes de su familia a los más ingenuos.

¿Quién creería que el apuesto Alexander Seek había vuelto a pisar tierra local? La respuesta, damas y caballeros, es nadie. Ya que el racional gentleman jamás había encajado en su familia. Esta gente era tan simpática, carismática y sociable que te contagiaba. Él, en cambio, era frío, analítico y reservado con las personas nuevas. Y tenía toda la razón. Nunca se sabe con quién se puede encontrar uno, con quién comparte actividades, con quién sale, si te están vigilando.

Pero, ¿Cuál es la verdadera razón por la cual Seek volvió a Londres? Ustedes me dirán: "Obviamente por el caso que ya mencionaste".

Bingo. Pero, ¿Cuál caso?

¿Un robo? ¿Un suicidio? ¿Una muerte? ¿Una desaparición?

Fácil. Pero triste. Su hermana. Su pequeña y traviesa hermana. La luz que iluminaba a la familia entera. Ya había  pasado un mes de su desaparición y al estar al otro lado del mundo resolviendo casos no tenía contacto con su familia. Así que, ¿quién mejor para descubrir al criminal, o al menos se cree que hay uno, que el propio hermano de la víctima y un detective de tal rango. Este experimentado, listo y culto hombre era posiblemente una de las personas con el coeficiente intelectual más extenso del mundo, sorprendente debido a su juventud.

Uno de sus fundamentales principios adquirido a lo largo de su vida laboral, la regla de oro, era "Nadie es lo que parece". No por casualidad, esta condición era aplicable para diversas personas, especialmente para los más cercanos.

Seek era de todo. De todo menos un tonto.

Otro Misterio Resuelto, Mr. SeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora