Inteligencia y orgullo.

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Luego de salir de ese incómodo espacio rodeado de una niebla de pensamientos confrontativos, Alexander acudió a la Sala de Procesamiento indicada por su nueva y anteriormente conocida jefa. Durante el trayecto, lo interceptaron sentimientos de impotencia, frustración y, por supuesto, vanidad.

Siempre había sido orgulloso y reconocido por sus pares debido a sus éxitos. Seek tenía en un alto concepto sus propios méritos. Era constantemente exasperado por las conductas que él consideraba como estúpidas o inútiles. La verdad es que debido a su capacidad cognitiva se encontraba, ciertamente, unos pasos más adelante que el resto. El orgullo tenía su precio: lidiar con los incompetentes y explicarles, instrucción por instrucción, los cuales abarcaban una gran mayoría. En reiteradas ocasiones, el saber mucho tenía sus desventajas. Por esto Alexander Seek reconocía a una persona como inteligente de acuerdo al manejo del conocimiento poseído, no por la capacidad de conceptos o las opiniones formadas. La inteligencia era atribuida al sujeto que sabe cuándo hablar, pero aún más importante cuándo callar.

Atravesó las puertas del salón en el cual se encontraban perfectamente amueblados la extensa mesa central, varios sillones junto a una imponente chimenea de mármol y los pintorescos, aunque algo extraños, cuadros colgados en las paredes.

Inmediatamente su vista se fijó en una delgada figura rodeada de papeles, sentada delicadamente en uno de los sillones. El más próximo a las cálidas llamas anaranjadas. La mujer elevó su cabeza en su dirección y se puso de pie.

—Usted debe ser el Detective Seek. Soy la Doctora Aria Evans. Seré su asesora para el caso 19.279.

Soltó una leve risa al oír la última oración. Acción que no pasó desapercibida para la mujer.

—Usted debe ser la psicóloga.— habló él evidenciando la diferencia de rangos y especialidades, obviamente sacando su vanidad a flote.

—Sí, aportaré en los aspectos psicológicos de los implicados en el caso.— contestó dándole razón.

—Comencemos antes de que cambie de planes y no soporte más presencias.

Ella lo miró confundida, con el ceño fruncido. Acababa de conocerla. Apenas habían intercambiado palabras, a través de un simple diálogo. Sin duda alguna parecía un hombre prejuicioso en gran medida.

Qué desagradable. Pensó ella.

—Claro. El primer método que deberíamos utilizar es interrogar a los familiares para saber si tienen algún sospechoso en mente.

—De acuerdo. Pediré que envíen citas a los respectivos individuos.

Buen léxico, pero algo inusual. Concluyó en su mente.

Días después todos los familiares de la víctima asistieron a la Agencia para dar sus declaraciones. Alexander no estaba muy feliz con esto debido a la mala relación que mantenían. Además de las diferencias en las personalidades chocantes entre los miembros, existía una evidente falta de confianza. Irónico, ya que los vigilaría como si fuesen encubridores o los mismos agentes autores que llevaron a cabo el delito, si es que hubo uno. Los trataría como si fuesen extraños. Bueno, en realidad eso fueron durante toda su vida.

Los integrantes de la simpática familia serían interrogados de manera individual para identificar algún detalle distinto de la misma historia narrada por diferentes personas. La primera sesión constaría de tres preguntas generales, si el interrogador hallara una veta sospechosa podría salirse del protocolo y preguntar libremente, siempre y cuando los cuestionamientos estuvieran relacionados con el desarrollo de la sesión.

—¡Alex, ha pasado tanto tiempo! Nunca llamas. ¿Cómo has estado?— escuchó la irritante voz de la que se hacía llamar su madre al ingresar a la habitación. Sólo había un escritorio y una luz blanca perturbadora. El clima perfecto.

—Margaret.— dijo frío y áspero cual roca abandonada.

—¡Oh! Hace tanto que no escucho la palabra mamá provenir de tus labios.

—Y no volverás a oírla durante un tiempo.— contestó con una leve sonrisa. Su madre era una total hipócrita.

—Por favor, Alex. Eres mi primer hijo, lo que más necesito ahora es el apoyo de mi familia. ¡Mi pequeña niña desapareció! Se esfumó sin dejar rastro. Ni siquiera han encontrado su cuerpo.— habló transmitiendo su profunda y desesperante tristeza, angustia, depresión.

—¿Cuándo fue la última vez que vio a Natalie Seek?— inició con el interrogatorio impacientemente.

—No me hables como si fuera una desconocida. O como si no conociera a mi propia hija. Soy su madre y también la tuya.— respondió alterada debido a la formulación de la primera pregunta.

—Contesta.— alzó un poco la voz exasperado por las vueltas que daba Margaret.

Ella tembló en su lugar debido al tono empleado por su primogénito.

—La última vez... fue cuando llegó de la escuela, en casa.— obedeció al Seek mayor diciendo lentamente lo que recordaba.

—Fecha.— firmemente requirió.

—12 de julio pasado. Ya estamos en agosto. Ha pasado más de un mes y ni siquiera hallan su cuerpo. ¡¿Podrían hacer su trabajo bien?!— gritó esto último con notable preocupación e incertidumbre en su quebrada pero potente voz.

Seek ni se inmutó. Conocía a esa mujer, precisaría de nuevos trucos y estrategias para conmoverlo y recuperar su confianza.

—Si quieres resultados debes cooperar. Responde las preguntas claramente y no te vayas por las ramas. ¿Puedes hacer eso?— complementó el detective suavemente e inclinándose sobre la señora que tenía en frente. De cierta manera ese nuevo tono logró generar una reacción aún más desenfrenada que la anterior, ya que el repentino cambio sonó bastante siniestro. Finalmente, asintió de acuerdo.

—Continúa.

—¿Alguna persona de la que sospeches?— siempre manteniendo la frialdad presente.

—No, no lo sé.— dijo negando con la cabeza, provocando que sus rizos cayeran delicadamente sobre sus hombros.

Alexander suspiró debido a la escasez de información que otorgaba la propia madre de la víctima.

—¿Lugares que solían frecuentar con Natalie o ella sola?— prosiguió observándola fijamente.

—El parque de la calle 82. A veces la llevaba a la escuela pero ella volvía a casa sola. Todas las tardes tomaba el té en la cafetería "Mack's Corner". Y por supuesto el hogar de su mejor amiga, Sam.

—Nombre completo.— demandó con su grave vozarrón.

—Samantha Williams. Tiene su misma edad.

—Bien, terminamos por hoy. Piensa cualquier sospechoso, algún admirador, algún extraño que le hablaba, cualquiera. Sería de gran ayuda.— comentó mirándola denotando la imperativa necesidad de orientación con respecto a los posibles sospechosos del caso.

—Sí, lo haré.— contestó mientras una solitaria y transparente lágrima atravesaba su rostro que había recibido los efectos del pasar de los años.

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⏰ Última actualización: Dec 10, 2020 ⏰

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