《el niño de》 «pt.2»

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»Parte 2.

🌸🌸🌸

Meses pasaron. Meses en los cuales la felicidad y la deslumbrante sonrisa de Jimin se fue con ellos.
Era casi como un saco de carne y hueso sin emociones.

Sin embargo, ese día podía decir que sentía un extremo alivio.

No le contaron con mucho detalle lo que sucedería, pero su acto del circo fue dejado a un lado ese día ya que tendrían a un invitado especial, aunque de forma constante, no permanente. Esto quería decir que Jimin tendría días en los que no se expondría ante el exigente público que asistía a los actos.

Su nombre, su aspecto y lo que hace le es una gran incógnita pero se prohibió a sí mismo preguntarle a los demás. Y aunque muchas veces Pitonisa le contestara sin insultarle y con desinterés -debido a que su principal molestia fue el que él no hiciese nada en un principio- tampoco es que le tenía demasiada confianza a la mujer que, aunque triste fuese, lo empezó a tratar mejor que a comparación de los demás.

Él era el único que correteaba de un lado al otro, sabía que el nuevo integrante no oficial era estricto con la limpieza habida en su entorno y que no tardaría en sentar cabeza al lugar si algo no le parecía.

-Aún, en este lugar tan desdichado, hay salpicadura de negra mugre -habló Kanabum.

Jimin se sorprendió un poco en verlo ahí parado pues, no había previsto su llegada o indicio de que allí estuviera.

-¿Dónde hay? Que seguro rápido será de limpiar.

El otro chico sonrió -Jimin había descubierto que, sea lo que sea, esa sonrisa extraña del otro chico era permanente de él- y sacó de detrás de sí una cubeta.

Bajo sus pies, el suelo arenoso de antes había sido sustituido por alfombras de diseños y colores extraños. Kanabum, en su acto de extrema osadía, volcó la cubeta sobre las alfombras de mal gusto y las llenó de un polvillo color azabache.

-Ahí -señaló lo que cubría el suelo-. Qué tan mala vista es la tuya. Algo como esto, tan grande y opaco, por desapercibido no pasa.

Se fue, feliz de haber molestado a Jimin, y por ende, dejarle más trabajo por sobre los hombros. Kanabum, relacionado con la carga que tenía Jimin, ni se curó de lo saber*.

Más tarde ese día todos los miembros del circo yacían vestidos con sus mejores ropajes para dar buena impresión, incluso el buen hombre que lo atendió desde el primer momento en que llegó -el hombre con masa corporal excesiva y sudoroso-.

Luego de un silencio perpetuo entre todos, alguien entró por las puertas -más bien, mantas que eran parte de la carpa-.

Un hombre de cabellos negruzcos, piel pálida y traje formal llegó, con una expresión en el rostro que imponía bastante carácter.

Jimin asumió que no fue el único en sentir un escalofrío por su penetrante mirada de desdén y la sensación de seguridad que de él emanaba.

Con sus gatunos pero calculadores ojos miró al más chico de arriba abajo, sugestivo. Casi se sentía desfallecer Jimin por la mirada del hombrecillo y con la elegancia y grado de excentricidad con que analizaba a cada uno, tomándose harto tiempo en hacerlo.

-Ver prosperar este circo mi deber es -habló-. Sus vestimentas más caras o decentes de mi interés no son, tampoco las colonias nacidas de baratijas, que yo vengo es a trabajar.

Se alejó unos tres metros, tomando distancia y, así, presentarse.

-Soy Min Yoongi -metió sus manos en los bolsillos del pantalón de vestir-. Conocido en el mundo del espectáculo como el mago de la botella.

Jimin, el niño de las Camelias. «YoonMin» 《ThreeShot》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora