Mi condena (T'Chuky - Winterpanther)

III

Los herederos de Wakanda se quedaron estáticos mirando al hombre que había vuelto a la consciencia luego de días entre fiebres y delirios.

Bucky intentó incorporarse, pero falló rotundamente, sólo hizo una mueca de dolor mientras volvía a su antigua posición. Sus ojos estaban inyectados en sangre, sus cardenales aún estaban de un violáceo fuerte, se podían notar los golpes de T'Challa, incluso sus dedos marcados en la barbilla.

Shuri se apresuró a ir a su lado, de inmediato le acercó un cuenco con agua, pero el americano lo quedo mirando con desconfianza. Ella le dio una sonrisa cálida, para luego comenzar a hablarle en su idioma.

– Tranquilo no te haré daño, soy la princesa Shuri Udaku – le explicó amablemente, mientras intentaba nuevamente hacerle beber algo de agua. El castaño parpadeo un par de veces y aunque algo inseguro decidió beber, en esos momentos se sentía mareado y su cabeza dolía tanto que no lo dejaba pensar bien.

– Ja...James Bar...bar...nes – intentó decir el hombre con su voz rasposa. Cuando levantó la vista y se encontró con la penetrante mirada de T'Challa se estremeció para luego cerrar los ojos con fuerza. Cuando los abrió nuevamente, el príncipe ya había abandonado la habitación y la princesa le seguía mirando de una forma cálida, pudo recordar como un par de veces había escuchado su voz.

Más tarde seguía sintiéndose mal, su cabeza dolía aún más, sentía el estómago revuelto y apenas podía mover su cuerpo, aún podía sentir el calor de los latigazos y su brazo izquierdo se sentía pesado, no lo podía mover y éste no paraba de pulsar, pero no se atrevía ni siquiera a dar un quejido por miedo a que lo golpearan nuevamente.

Sentía como sus lágrimas se estaban acumulando, realmente se estaba muriendo del dolor, tenía frío y lo único que quería en esos momentos era dormir, quizás así ya no sentiría más dolor. La puerta fue abierta de golpe, Bucky dio un respingo y se quedó tan quieto como pudo.

– Tranquilo señor Barnes, traje comida y mi madre trae algunas hierbas medicinales – el castaño bajo la mirada ante aquellas palabras no podía creer que tuviera a la mismísima reina frente a él, no se sentía digno.

– Cariño no te hare daño – escuchó la dulce voz de la reina, quien comenzó a acariciar sus cabellos, intentando tranquilizar al hombre que no paraba de temblar – toma esto, te hará sentir mejor – la mujer le hizo beber una infusión que tenía un sabor horrible, pero no se atrevía a hacer la observación.

Shuri le extendió una bandeja con algunos bocadillos, el intentó tomarla, pero su brazo izquierdo no respondía, haciendo que la comida resbalara de sus manos y terminara en el suelo. Como acto reflejo se puso en posición fetal y con su maltrecho brazo derecho intentó taparse la cara, estaba seguro de que el cualquier momento llegarían los golpes, comenzó a rogar por su vida, gritaba que no lo golpearan.

Tanto la princesa como la reina se habían quedado quietas, congeladas ante la situación que estaban viendo, cuando Ramonda se acercó al muchacho pudo ver como este había caído desmayado. Rápidamente comenzó a inspeccionar el cuerpo del hombre, notando que había vuelto a tener una elevada fiebre, pero lo que más le preocupó fue la situación en la cual se encontraba el brazo izquierdo de este, estaba de un color negruzco, se podía ver un liquido amarillento saliendo de este y estaba hinchado.

– Hija, tenemos que cortarlo, es gangrena – expuso la reina realmente preocupada, mientras salía rápidamente a buscar a los curanderos del palacio, necesitarían más gente para hacer esa tarea.

T'challa ni siquiera preguntaba por el extranjero que tenían en una de las habitaciones de servicio, en realidad, no le importaba que el hombre muriera, o al menos de eso se quería convencer, pues aquel bastardo se merecía cada uno de los golpes que él le había propinado, el castaño se había llevado a muchos de los suyos hasta las tierras americanas, que gracias a su socio Anthony Stark, supo cómo habían terminado mucho de sus hermanos, de su pueblo.