15.00 horas

155 1 0
                                    

<<El hombre no es ángel ni bestia pero el que quier hacer de ángel, hace de bestia.>>

 Pascal.

Barcelona, 9 de marzo de 1979 (15,00 horas)

He decidido poner fin a mi vida.   Tengo dieciséis años, soy hija única de un matrimonio que sólo ha hecho por mi lo estrictamente esencial y he resuelto morir... ¡Porque el mundo que me rodea es nauseabundo, asqueroso y podrido!                                                     

No sé aún qué medio voy a elegir. he pensado en tomar las píldoras que mamá utiliza como somnifero. Pero creo que lo más sencillo y rápido es subir a la azotea y arrojarme a la calle. En el primer caso, ignoro si el <<Luminal>>  o la <<Medomina>> que mamá tiene en la mesita de noche será sufieciente para dormirse y no despertarse jamás. ¿Y si me descubren a tiempo y me administran un vomito, para laverme el estómago, como lo he visto hacer en las películas?

¡Quiero morir, deseo terminar definitivamente! Y no puedo correr el riesgo de un fracaso al primer intento porque no soportaría las lágrimas hipócritas de mamá o los irrazonables argumentos de mi padre, al que he olvidado el timpo que no llamo papá.¡Esta tan alejado de mí!                                  Subir al tejado con cualquier pretexto no me costaría nada.        

Hay una puerta cerrada, pero el conserje me dejará la llave. Sólo tengo que inventar una excusa cualquiera. Sonreiré. Dire al seños Ramón que deseo ver la ciudad con los prismáticos.          

Y una vez en la azotea... ¿Es suficiente cincuenta metros de altura? ¿Y si caigo de pie y tengo la mala suerte de romperme las piernas? ¡Será terrble! ¡No, no! ¿Debo correr el riesgo? ¿Puedo sobrevivir, quedando lisiada, como la pobre Irene? No, ¡es imposible! Una caída desde la azotea de la casa en que vivo tiene que ser fatal inexorablemnte, a menos que...Por la acera suele trnsitar mucha gente...¡Dios mio! ¿Y si caigo sobre alguien?                                  

He pensado también en arrojarme por la parte interior. Recuerdo la marqusina y el pequeño jardín umbrío, en donde cualquier cosa puede amortiguar el golpe.         

¡Pienso desesperadamente , no me acobardo, estoy resuelta!                      

¡No quiero seguir viviendo!

¿Y el tren? En cualquir andén de Metro de la ciudad, cuando llegan o se van los convoyes, si me arrojo a la vía...Pero , ¡y el infortunado conductor? ¿Y no puede impedirme el desesperado gesto cualquier viajero? ¿Qué ocurriria si trato de matarme y no lo consigo? Intervendrá la Policia, me har´n preguntas, llamarán a mi padre... ¡Y el <<importante>> consejero y economista habrá de dejar a su <<amiga>> y regresar rápidamente de Madrid!         

¡Oh. padre, padre...! ¡Si supiera lo mucho que te necesito! ¿Por qué no puedo confiar en ti? ¿Por qué te has olvidado de tu pequeña Beatriz? No he podido olvidar nunca las caricias que me hacías cuando era niña. Aun me parece sentir el calor de tu cuerpo, al acurrucarme a tu lado, en el tresillo, frente al televisor. Nadie hablaba. Mamá no solía ver ninguno de los programas que nos gustaban a nosotros. En cambio, se ensismaba con los letargicos dramas seriados que programaban todas las tardes.

¿Y si llamo a mi padre? ¿Y si le cuento lo que me ha ocurrido? ¡Qué diría? ¿Qué me hará? ¡No debí hablar con mamá y explicarle lo que hicieron conmigo aquellos salvajes, en vez de callar y confiar sólo en Marta?         

Beatriz diecisés años, estudiante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora