II. OLEADAS DE OLVIDO

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—Cómo te encuentras, Bea?

—Tengo que hablarte... ¡Ahora mismo! —casi gritó Beatriz al auricular color marfil que la había puesto en contacto ton Marta.

— ¿Qué te ocurre? ¡Me asusta tu voz!

Beatriz dudó. Miró hacia la puerta del salón, como si temiera el regreso de su madre, que había salido «sólo un momento».

—Anoche me sucedió algo terrible. Cuando nos separamos, tomé el metro... ¡Oh, Marta, amiga mía! — Beatriz se interrumpió y se puso a llorar.

— ¡Bea, por el amor de Dios! ¿Qué te ocurrió?

—Necesito verte... Ven a mi casa.

—Es que... Nos vamos a ir a la torre. Mi hermana y su marido...

— ¡Por favor, Marta! ¡Necesito tanto hablar contigo! ¡Eres mi única amiga! Dile a tu hermana que hemos de repasar una lección... Escucha, Marta —Beatriz tomó aliento, se pasó la mano por la frente y luego, casi ahogándose, añadió—¡Anoche fui violada por unos gamberros!

Marta emitió un grito y no pudo responder.

— ¡Marta! ¡Escúchame! ¿No me oyes? ¡Es cierto lo que te digo! ¡Me rodearan, me pegaron, me introdujeron en un coche robado y me llevaron no sé dónde! ¡Perdí el conocimiento y cuando me recobré estaba tendida en la cuneta de la carretera de Sabadell...! ¿Me escuchas, Marta?

—Sí... sí... ¡Oh, Beatriz! ¡Qué terrible! ¡Voy inmediatamente a tu casa! ¡Espérame ahí! ¿Se lo has contado a tu madre?

—No... Le he dicho que hubo una pelea al salir del cine y me llevaron a la casa de socorro... He vuelto a casa a las seis de la mañana.

¡Pero mamá volvió después que yo!

— ¿Te estaba buscando?

—No... No sé dónde estaba. ¡Por favor, Marta, ven inmediatamente! Yo no estoy en condiciones de salir.

—Sí, sí.

—No digas nada a nadie, te lo suplico!

—Descuida. Ahora mismo voy. Tardaré menos de una hora... ¡No lo puedo creer! ¡Voy a echarme a llorar! ¡Yo he tenido la culpa! ¡Perdóname, Bea!

Beatriz sintió formársele un nudo en la garganta, sollozó y dejó caer el teléfono sobre su góndola. Se tendió sobre el tresillo y ocultó el rostro tumefacto entre las manos. Las lágrimas corrieron impetuosamente sobre el almohadón.

A los pocos minutos regresó Adela Gracia. Nada más entrar, se dirigió al cuarto de Beatriz, pero al ver que ésta no se encontraba allí, gritó:

— ¡Bea! ¿Dónde estás?

La muchacha se incorporó, secó sus lágrimas y replicó, alzando la voz:

—Estoy aquí, mamá... Ha llamado el teléfono.

Adela entró en el salón taconeando. con energía. Llevaba los párpados pintados de un verde subido, vestía de manga corta y llevaba unos zapatos blancos, de tiras. Era delgada, esbelta, casi hermosa y se cuidaba muy bien, tanto el cabello, rubio oro, como las maios, el maquillaje y las piernas.

— ¿Quién ha llamado?

—Mi amiga Marta Soler. Va a venir a verme.

—Me alegro, porque tengo que salir esta tarde y no me gustaría dejarte sola. ¿Por qué no quiere venir María los sábados por la tarde? ¡Estas desagradables mujeres cuanto más les das, más quieren! ¿Qué le ocurrió a tu amiga, ayer?

Beatriz diecisés años, estudiante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora