LA LEYENDA DEL DRAGÓN EN CÁCERES

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Crecí con su historia, con el fragor de la batalla recorriendo mis venas. Soy fruto de su llamarada; me he vestido con su aliento.

Soy cacereña y, como tal, me he criado escuchando la leyenda de San Jorge. ¿Qué inglés, catalán o cacereño no ha escuchado de hablar de la quema del dragón que San Jorge mató?

Cada mes de abril, en el colegio, los profesores dedicaban parte del día a explicar la grandeza de nuestra festividad patronal, de cómo un gran guerrero, en este día, mató a un enorme y feroz dragón que pretendía matar a toda persona de buen corazón. De esta manera, el valiente soldado salvó a la ciudad de verse convertida en carbón y cenizas.

A mí, personalmente, siempre me dio pena el pobre dragoncito. Fue asesinado y culpabilizado de algo que no fue culpa suya. Al menos, no del todo.

La leyenda de San Jorge y el dragón en la ciudad de Cáceres es la siguiente:

Desde 1174 hasta 1229, La ciudad ha sido un emirato. Nunca fue perfecta, pero no se vivía mal del todo. Fueron unos cincuenta años de ocupación musulmana de la que hemos heredado una serie de maravillosos edificios como son:

· Aljibe y palacio de las Veletas.

· Torre de Bujaco.

· Torre de la Hierba

· Torre del Horno.

· Torre Caleros.

· Galerías y túneles subterráneos.

· Muralla muy bien conservada.

En fin, la lista es maravillosamente larga.

Para ser sincera, me cuesta recordar el nombre del Caíd de la ciudad y del verdadero nombre de su hija, la apodada "Mansaborá". De lo que sí me acuerdo, es que toda esta guerra comenzó a manos de Alfonso IX de León, que tomó la ciudad tras algún tiempo asedio.

La rendición de la ciudad al rey cristiano, no fue como debería. El Caíd hizo bien su trabajo y mantuvo al ejército cristiano en extramuros resistiendo toda clase de calamidades. ¿Entonces, cómo entraron los cristianos?

En un paseo nocturno, la hermosa Princesa hija del emir regente, conoció a un guerrero cristiano. Era un joven apuesto y de buenos modales. Era el típico hombre que enamoraría a cualquier mujer.

El corazón de la joven cayó rendido ante los innumerables encantos del caballero cristiano.

Lo que a mí nunca me quedó claro es si el caballero cristiano también sintió esa misma atracción por la joven. Más bien creo que este hombre la utilizó, que a sus ojos llegó alguna pintura de la chica, o a sus oídos una descripción de la chica. En fin, que sabía quién era y, viendo la oportunidad que se le presentaba, aprovechó.

El joven cristiano iba a visitarla todas las noches a la misma torre en la que la vio por primera vez.

A pesar de las quejas y súplicas de la nodriza que la cuidaba desde niña, la Princesa acudía a cada cita con mayor ilusión que el día anterior. No quería dejar de ver a ese apuesto hombre.

Ella sintió la necesidad de sentir la piel de su amado y le reveló el secreto mejor guardado de la ciudad. Le contó que existían unos túneles que comunicaban el interior de la ciudad amurallada con extramuros. Le hizo llegar una llave y le hizo saber cuál sería la mejor puerta para llegar a su interior.

A la noche siguiente el soldado entró a la ciudad por la puerta que la princesa le había indicado.

Esto mismo hicieron durante varias noches, hasta que el capitán se dio cuenta de lo que estaba haciendo su soldado y le hizo darle la llave de los túneles subterráneos. De esta manera, tomaron la ciudad sin demasiado derramamiento de sangre.

EL DRAGÓN DE SAN JORGEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora