SOY DRAGÓN

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Soy Dragón, no princesa.

Soy fuerza y constancia, no debilidad.

Soy fuego y oscuridad, frío hielo y luz cegadora.

La dulzura, la ternura o la vulnerabilidad no las quiero cerca. ¿Por qué habría de quererlas? ¿Por qué querría demostrar lo que llevo dentro?

Los secretos, secretos son. A las princesitas se les exige ser transparentes y serenas como el agua. No pueden tener ningún sentimiento escondido. No pueden tener ideas metidas en maletas en lo más profundo de su ser. Tampoco pueden compartir sus preocupaciones.

¿Acaso son libres para, simplemente ser, existir? ¿Tienen permiso para ser personas?

No necesito vestirme de rosa y blanco, con un gran vestido pomposo que no me permita correr y bailar. No necesito brillos, anillos ni alhajas variadas. No soy una chica desvalida que necesita ser rescatada.

Tampoco soy una muchacha tristona a la que le interesa lo que le cuenta el reflejo de su espejo.

No soy lo que se espera. No soy lo que se desea.

Asumamos que no soy una princesa, ni procuro serlo. Soy la roca que la encierra, la tortura y la mata.

No pasaré mis días en un triste y oscuro palacio viendo pasar las horas muertas, tejiendo una bufanda para un príncipe que no necesito para ser liberada.

Mantendré la cabeza bien alta ante las órdenes o decisiones que considere injustas. Hay personas que pretenden ser más que yo, expulsando la poca razón que pueda haber en mí. Seguiré firme en mis ideales.

Los esfuerzos para mi protección por parte de terceras personas son innecesarios. Si me caigo y resulto magullada, me levanto, me lamo las heridas y sigo mi camino. Detener mis pasos no es una opción.

Odiaría estar encerrada en lo más alto de la más alta torre del lugar. Aislada, sola, sin nadie. Moriría de pena.

No, no soy una princesita que necesite grandes palacios o grandes lujos. No quiero esas cosas que muchos pretenden regalarme.

Soy DRAGÓN.

Mi piel está hecha de fuertes escamas. No necesito más para defenderme. Nada las atraviesa, nada las corroe.

De mi alma sale fuego de antiguos dioses.

De corazón tranquilo soy. Sangre fría recorre mis venas.

Muchos, recelosos, me ven pasar. Desconfían. Se alejan. Y, yo, no me quejo. Nadie necesita ese tipo de compañía rodeándoles.

¿Doy miedo? No lo sé. Mi aspecto, lo que transmito, no es lo mejor para acercarme a otras personas o para que estas rompan la distancia que hay conmigo.

Mi cabeza va a mil por hora. Siempre estoy bailando en esas nubes, pensando en lo que me dicen, en mis historias, en todas esas cosas que me acompañan a mí, solo a mí y a mi alma.

Revoloteo por las calles de mi ciudad. Observo todo con atención. Callo los gritos de mi alma. Silencio sus peticiones, el llanto de sus heridas, sus odios y pasiones.

"Soy un dragón, señora. No tienes ni voz ni voto. No permitiré que tus bajos instintos quemen, desde el interior, mis duras escamas. No olvides que no has de transformarte en algo que no eres."

Vivo de mi contradicción. Soy fuerte gracias a mis dudas. Me endurece la incertidumbre.

Se calcina mi ser en el lugar donde estoy, por donde paseo cada noche a la luz de la protectora luna.

Necesidad de cuidar y proteger nace en mí. Mis escamas se abren a paso lento, pero seguro.

Surge mi aliento, surge el fuego. Solo a través de él emerge una nueva vida.

EL DRAGÓN DE SAN JORGEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora