Capítulo 1: La Cruz De Algodón

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Esta es una historia de como las coincidencias, a pesar de estar desatadas de la realidad, pueden atarse a ella como cordones. Una simple coincidencia que lo único que pide a cambio de ocurrir es desatarte de la realidad para entrelazar tu camino con unos nuevos cordones.
Esta historia la hemos escuchado alguna vez cuando aprendimos a atarnos los cordones: la típica historia del conejito. Cruzamos los cordones, formamos "las orejas del conejito", luego dan la vuelta y los conejitos entra a la madriguera. Nos enseñaron a amarrarnos los cordones de una u otra manera, con muchas historias, pero siempre el mismo resultado.
Pero... ¿Nosotros no somos como los cordones?, ¿No nos cruzamos también, curiosamente, con alguna persona?

Talvez lo que interpretamos como cuentos son en realidad la historia de nuestra vida, nos cruzamos en el momento más inesperado y nos entrelazamos con esa persona, aunque solo hayamos cruzado una mirada, pero al menos podremos decir "¿No nos hemos visto antes?".

Esto fue lo que me ocurrió a mí, el día menos esperado cuando lo único que podía esperar era llegar a casa sin nada interesante que contar, me crucé inevitablemente con alguien que simplemente me miró y me dijo lo que justamente ahora pienso: "¿No nos hemos visto antes?".
En ese momento lo único en lo que podía pensar era en "¿Como pueden ser sus ojos de dos colores tan diferentes y combinar tan bien?". Un suave naranja y un dulce marrón. Fueron los colores que pude apreciar en sus ojos, como un helado de naranja y fudge.

"¿No nos hemos visto?", me volvió a repetir. Le respondí que no, pero me siguió insistiendo: "Estoy segura que sí". Conocía tantas personas que apenas podía recordar si ya me había cruzado con ella. Simplemente no la recordé ni la reconocí y se lo dije... Pero no pude evitarlo y le pregunté su nombre. Me sonrió y me dijo algo que sigo pensando hasta el día de hoy: "Nos volveremos a ver, si hoy nos hemos encontrado talvez no sea coincidencia". El día era frío, pero sus ojos no me decían que era invierno, sus ojos susurraban: "¿No ves las hojas caer?", por lo que empecé a ver alrededor y no fue nieve lo primero que vi caer, simplemente pude sentir como esos copos de nieve se transformaban en hojas de color caramelo y como el cielo se tornaba de un color atardecer y la brisa se volvía cálida, y me di cuenta de que el lazo que dejo caer era de un amarillo limón. Y entonces lo supe, ella era alguien que había visto antes, pero no fue aquí ni tampoco ahora. Entonces seguí caminando volviendo a mi destino original, casa.

Era la primera vez que me sentía así, alejado de la realidad, pensando en todo lo que me dijo y lo que vi después de eso. Sentí que no podía esperar a verla otra vez, o incluso a que fuera otoño, pero aún recuerdo claramente cuando miré al suelo, tenía los cordones desatados igual que ella en ese momento. Y entonces lo supe, las coincidencias son como los cordones, no sabes cuando se desatarán, pero cuando te des cuenta volverás a amarrarlos con una cruz de algodón.

De regreso a casa, pude notar como cada vez más las hojas que estaba observando de un color caramelo volvían a congelarse para transformarse nuevamente a copos de nieve conforme me acercaba cada vez más a mi hogar, o como yo le llamo "la realidad". Siempre, desde que esta casa quedo vacía, sabía que no podría haber un lugar más descolorido y triste como mi hogar, por eso le di el vacío nombre de "la realidad". Triste y desconsolada, ausente de colores y emociones, eso es a lo que ahora llamo "hogar".

Entre y lo primero que pude observar era el ambiente de siempre: la alfombra de color negro un poco empolvada, el suelo, siempre limpio, de un característico color marrón claro por la madera de roble del que estaba hecho, las luces apagadas y el techo de un color azul noche al igual que las viejas paredes de la casa. Mi hogar no fue siempre así, cuando aún tenía a mis padres, aún lo recuerdo, mi hogar era un casa muy colorida y llena de vida. Las lámparas de la sala tenían un detalle especial en las lámparas que hacía parecer que las luces giraban "como si las luces bailaran" solía decir mi madre; al igual que mi padre que solía gustarle el curioso estilo rústico del suelo "como la cabaña que no pudimos comprar" me decía. Vivo aquí desde que tengo 7 años, tengo tantos recuerdos que sé que no puedo contarlos. Recuerdo cuando antes el mejor momento del día era cuando nos reuníamos al final del día a sentarnos en la sala a contar los eventos más curiosos e interesantes que le ocurrió a cada uno mientras hacia sus actividades cotidianas, como la primera vez que mi padre observo a la lejanía aquella cabaña rustica en aquel lugar tan apartado de la ciudad, o cuando mi madre, despistadamente, llevó la receta de cocina que estaba aprendiendo recientemente en vez de llevar los papeles del contrato al trabajo. Era divertido compartir entre todos esas historias tan maravillosas y casuales al mismo tiempo que compartíamos unas galletas recién horneadas, a veces preparadas con anterioridad. Cada uno tenía su propia taza con un curioso y detallado diseño: el de mi padre era una taza de un color rojo oscuro con el interesante detalle de tener un símbolo muy extraño el cual era una runa, mi madre tenía una taza con un característico color celeste y la imagen grabada de un oso en la taza, y finalmente yo con mi taza de color azul noche con la imagen de un limón en el frente de la taza. Todas nuestras tazas se guardaban en una repisa cerca de la sala, junto con el recipiente de las galletas y el café al costado de la azucarera y el té. Aún recuerdo todo eso, aunque mis padres ya no estén aquí. Ahora las tazas siguen en la misma repisa, pero las he guardado en una caja de vidrio y los recuerdos en una caja muy sensible pero resistente, en mi corazón. Siempre decía que el día que olvidara a mis padres y estos nostálgicos recuerdos no sería cuando perdiera la memoria, sino, cuando mi corazón quedara totalmente destrozado que acabaría con mis recuerdos y probablemente mi vida. Pero siguen ahí y es lo que más importa, este el final de solamente... un día más, pensando en cuando la volvería a ver en ese hermoso atardecer en el que, a pesar de solo haber tristes y fríos colores, ella hizo que los colores de aquel frío invierno y sus escarchados copos de nieve se convirtieran en una cálida sensación haciendo que en vez de copos cayeran hojas de otoño y en vez de tan tristes colores se mostraran los colores más brillantes que no había visto nunca hasta ahora.

Entre y lo primero que pude observar era el ambiente de siempre: la alfombra de color negro un poco empolvada, el suelo, siempre limpio, de un característico color marrón claro por la madera de roble del que estaba hecho, las luces apagadas y el techo de un color azul noche al igual que las viejas paredes de la casa. Mi hogar no fue siempre así, cuando aún tenía a mis padres, aún lo recuerdo, mi hogar era un casa muy colorida y llena de vida. Las lámparas de la sala tenían un detalle especial en las lámparas que hacía parecer que las luces giraban "como si las luces bailaran" solía decir mi madre; al igual que mi padre que solía gustarle el curioso estilo rústico del suelo "como la cabaña que no pudimos comprar" me decía. Vivo aquí desde que tengo 7 años, tengo tantos recuerdos que sé que no puedo contarlos. Recuerdo cuando antes el mejor momento del día era cuando nos reuníamos al final del día a sentarnos en la sala a contar los eventos más curiosos e interesantes que le ocurrió a cada uno mientras hacia sus actividades cotidianas, como la primera vez que mi padre observo a la lejanía aquella cabaña rustica en aquel lugar tan apartado de la ciudad, o cuando mi madre, despistadamente, llevó la receta de cocina que estaba aprendiendo recientemente en vez de llevar los papeles del contrato al trabajo. Era divertido compartir entre todos esas historias tan maravillosas y casuales al mismo tiempo que compartíamos unas galletas recién horneadas, a veces preparadas con anterioridad. Cada uno tenía su propia taza con un curioso y detallado diseño: el de mi padre era una taza de un color rojo oscuro con el interesante detalle de tener un símbolo muy extraño el cual era una runa, mi madre tenía una taza con un característico color celeste y la imagen grabada de un oso en la taza, y finalmente yo con mi taza de color azul noche con la imagen de un limón en el frente de la taza. Todas nuestras tazas se guardaban en una repisa cerca de la sala, junto con el recipiente de las galletas y el café al costado de la azucarera y el té. Aún recuerdo todo eso, aunque mis padres ya no estén aquí. Ahora las tazas siguen en la misma repisa, pero las he guardado en una caja de vidrio y los recuerdos en una caja muy sensible pero resistente, en mi corazón. Siempre decía que el día que olvidara a mis padres y estos nostálgicos recuerdos no sería cuando perdiera la memoria, sino, cuando mi corazón quedara totalmente destrozado que acabaría con mis recuerdos y probablemente mi vida. Pero siguen ahí y es lo que más importa, este el final de solamente... un día más, pensando en cuando la volvería a ver en ese hermoso atardecer en el que, a pesar de solo haber tristes y fríos colores, ella hizo que los colores de aquel frío invierno y sus escarchados copos de nieve se convirtieran en una cálida sensación haciendo que en vez de copos cayeran hojas de otoño y en vez de tan tristes colores se mostraran los colores más brillantes que no había visto nunca hasta ahora.

El Niño de los Cordones DesatadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora