André.
Verlo de esa manera, tan enfermo, tan solo, tan indefenso.
Contemplar cómo yacía en la cama, con fuerzas inexistentes, parte de su cuerpo mutilado debido a una enfermedad descuidada.
¿Qué es uno en resumidas cuentas?
Puede jactarse de títulos, dinero, amores aquí y allá; pero al final, la enfermedad nos hace caer, la muerte nos devuelve a la nada que somos en un universo infinito. Un lugar donde nuestra grandeza es apenas un punto pequeño y frágil.
Gabriel.
Su nombre, su apariencia, su mirada triste y vacía. Sí, pobre hombre.
Ningún ser humano debería sufrir tanta falta de misericordia, pero ahí estaba, tan indefenso que ni con sus propias fuerzas podía mantenerse, necesitaba la ayuda de otras manos para vislumbrar más allá del deprimente techo blanco que reemplazó al pálido azul del cielo que aguardaba afuera, el mismo cielo que muchos en el hospital ya no verían.
Sus cejas blancas y grises, sus ojos hundidos, la piel macilenta, la barba creciendo, las arrugas surcando su piel reseca como venas de río en tierra árida.
Y luego sus manos, las uñas largas y pálidas, frías, temblorosas, vacías después de una vida de entrega. Manos como las de la mayoría de los padres, callosas y cansadas, heridas por el trabajo incesante, las cargas pesadas, y convertidas en escudos de hierro para proteger a quienes amaban, y al mismo tiempo suaves como las alas de un ángel guardián.
Pobre Gabriel, realmente digno de compasión.
Y al mismo tiempo, afortunado Gabriel, ya que pocos tienen la suerte de tener a esa mujer que dormía en el frío y opaco suelo de azulejo.
Una mujer que no buscaba nada más, que afirmaba tenerlo todo y, al mismo tiempo, añoraba lo que no se atrevía a admitir que faltaba.
Una mujer con amor de sobra para dar, pero sin saber cómo hacerlo, porque el miedo la mantenía creyendo que a su lado solo había mentirosos. Mentirosos y odiosos como aquel tipo de sonrisa fácil que apareció en casa de Guillermo.
¿Qué hizo ese hombre, Martina? ¿Por qué fue tan insensato como para herirte? ¿Por qué robó tus ilusiones y dejó solo tristeza? ¿Por qué empañó tu sonrisa y te hizo derramar lágrimas? ¿Qué significo para que cambiaras tanto? ¿Me ves como soy realmente, o simplemente como otro hombre que te ha ofrecido su amistad, pero al que no le has entregado completamente tu confianza? ¿Llegaré a ser algo más que el señor Bernal y merecer el título de amigo?
Preguntas dando vueltas, amenazando con llevar a la locura todo lo que una vez creyó que era, pero ya no.
Sabía que, en los sueños de Martina, el nombre de André no resonaba, no provocaba recuerdos ni marcaba un camino a seguir. Y ahí estaba él, con tantas preguntas sin respuestas, sin oportunidad de pedirlas.
No era su vida, y esa simple razón lo mantenía al margen, como un soldado derrotado que regresa a casa con las armas en la mano y el fracaso en su mirada y su andar lento.
—¿Busca a alguien, joven?
La aguda voz lo trajo de vuelta a la realidad. Una enfermera de semblante hosco lo miraba con desconfianza.
—Ya lo he encontrado.
—No puede haber más de una persona con el paciente. Despierte a su madre y dígale que salga de aquí.
"Para despertar a mi madre, señorita, tendría que hacer una llamada hasta Monterrey." A pesar de querer decirlo, su mente rápida y delirante le llamó la atención, manteniendo su lengua en silencio y enfureciendo su conciencia.
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Mi querida señora
ChickLitMartina siempre ha seguido las reglas. A sus 50, su vida es tan ordenada como las carpetas color codificadas de su oficina. Pero cuando su nuevo jefe André, un espíritu libre 25 años menor, irrumpe con su vibrante optimismo, el mundo perfectamente p...