Mi Caperucita Roja

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Hacía una linda mañana, soleada, con una temperatura que me permitió lucir mi vestido favorito. A pesar de estar en pleno invierno, me bastó con anudar un pañuelo al cuello cubriendo mi cabeza. Rojo. Mi color favorito. Mi vestido era rojo también, suelto, largo hasta la rodilla y de manga corta. Yo me encontraba un poco triste porque mi abuela estaba enferma. Mi madre me encomendó llevarle una cesta con fruta. Colocó cuidadosamente en la cesta varias piezas de manzanas, fresas, naranjas y bananas. Mi abuela vivía en una casa de campo, a unos 30 minutos andando de la nuestra. El camino para llegar hasta allí era precioso, con senderos dibujados en la tierra, rodeados de flores, árboles y hasta un pequeño riachuelo, que había que cruzar sorteando el agua si no querías terminar empapada.

Al despedirme de mi madre en la puerta de casa, pude ver que, a pesar de su sonrisa, sus ojos se mostraban preocupados. Me dijo: - quédate con ella hasta la hora del café, y procura que tome alguna fruta. Si la fiebre no le baja tendremos que llevarla al hospital –

Yo quería verla pronto, pero también deseaba disfrutar del recorrido y sentir el calor de ese sol que hoy brillaba, sentir la brisa en mi rostro, y poder llevarle toda esa energía a ella.

Así emprendí el camino. No tardé demasiado en adentrarme en el bosque. Para mi sorpresa encontré revoloteando un grupo de mariposas blancas, una especie que jamás antes había visto. Que preciosas eran y que paz me transmitían. Seguí caminando y pude cruzarme con algún conejo simpático que me miró un instante y continuó su camino veloz.

Tras 15 minutos de recorrido, apareció un lobito pequeño. Iba acompañado de su papá. Estaban jugando, el pequeño tumbado en la hierba, dando saltitos sobre el papá, que le iba dando juego. Cuando me vieron, siguieron jugando, pero el mayor me miró fijamente, como queriendo decirme algo. Al principio sentí miedo, porque nunca había hablado antes con un lobo, aunque su melosa voz y amabilidad enseguida me hicieron cambiar de opinión. -¿a dónde vas niña linda con esa cesta llena de fruta?- me dijo finalmente- ¡Voy a llevársela a mi abuela, que vive en el otro lado del rio! – Me dio por pensar que ellos tenían hambre y les ofrecí una manzana.. –¡No, no!.. No te preocupes! Ya hemos desayunado! Muchas gracias..- De acuerdo, adiós entonces – les dije. - ¡Espera! Veo que esa flor que llevas en el pelo es de las pocas que nacen por aquí. Si quieres encontrar un prado lleno de flores azules, no tienes más que coger el sendero de la derecha, te llevará también al otro lado del río. - ¿en serio? - Contesté.- ¡no pienso perdérmelo! Iré por donde dices, ¡me encantará verlo! ¡Adiós lobitos!!

No podía creérmelo, no tenía ni idea de que cerca de aquel bosque había un prado repleto de mis flores favoritas.

Empecé a andar por aquel camino, ilusionada, dando pasos rápidos... después de unos minutos me ví al otro lado del rio, pero ni rastro de aquel prado.. –Me habré equivocado de camino- pensé.. Ya no podía retroceder, pues se hacía tarde, y mi abuela me esperaba. No había problema, pues ella seguro que sabría indicarme donde estaba y a la vuelta podría encontrarlo. Así que me animé a andar hasta la puerta de la casa.

-Toc, toc..- llamé a la puerta por fin.

– Pasa, hija, pasa.. – empujé levemente la puerta, que chirrió y al asomar la cabeza por la rendija ví la cama de mi abuela. Ella me habló, me indicó que me acercara.. quería verme, me echaba de menos.

-Abuelita, ¿Cómo estas? Te traigo un cesto con frutas

– Hola hija. Gracias.

– Son para ti. Mi madre me las ha dado y me ha encargado que te las tomes.

– Sí, cuando me levante me las comeré, tengo mucha hambre, no he comido nada desde ayer.

-Abuelita – le pregunté - ¿por qué tienes esa voz tan ronca? No pareces tú.

– Es porque estoy enferma..

-Ah.. y por qué tienes los ojos tan grandes, los tienes muy inflamados – Yo empecé a entender a mi mamá, su preocupación estaba bien fundamentada. Mi abuela debía estar muy mal, casi no podía reconocerla. Tenía una manta tapándole la cabeza y estaba tapada hasta el cuello.

-Los ojos se me han puesto así de grandes para poder verte mejor.. hija ..

En un gesto para taparse el cuello con la manta, ví sus manos... no eran como antes, estaban muy oscuras, y más grandes de lo normal, incluso para un hombre.. eran fuertes y peludas - ¿Por qué tienes las manos tan grandes abuelita?-

- Es para poder coger la fruta mejor.. sabía que la traerías y mis manos quieren cogerlas bien.. sonrió.. –

En ese momento, su sonrisa dejó mostrar unos dientes grandes y afilados, con grandes colmillos y una lengua también extrañamente grande.

- Abuelita, ¿Por qué tienes la boca tan grande? - dije acercándome aún más a ella, ya que no podía salir de mi asombro.. era increíble como su enfermedad la había transformado.

- Esta boca hija.. es. ¡para comerte mejor! GRRRRFFFFFGRRRRRRRRR – Saltó de la cama tirando las mantas y gritando, con sus grandes zarpas buscando atraparme!! –

¡Era el lobo! ¡El lobo del bosque! ¡El mismo que me hizo buscar el inexistente prado! Entonces lo entendí. Salí corriendo antes de que pudiera atraparme, lanzando el cesto con las frutas por los aires, derribando los objetos que tenía en la estancia. Corriendo despavorida, logré zafarme de sus garras. Crucé la puerta y corrí camino al rio, gritando "¡¡abuelita, abuelita¡¡ ¿Dónde estás?" Mientras corría no pensaba en nada más, solo quería cogerle ventaja y poder llegar a casa para refugiarme junto a mi mamá.

El lobo me perseguía, pero de manera inexplicable logré cruzar el rio y entonces dejé de oírlo, ya no sentía su aliento en mi espalda ni oía sus pasos tras de mi. Eché la vista atrás un segundo, y lo pude ver inmerso en el rio, luchando contra la corriente. En ese momento me sentí muy aliviada.. ya mi vida no corría peligro. Pero.. ¿y la de mi abuela? ¿dónde estaba ella? Tenía que encontrarla.

Antes de regresar para buscarla en la casa, me aseguré de que el malvado lobo estuviera bien lejos y no pudiera salir. Lo ví ahogarse. Aunque pude sentir pena, la lucha por la supervivencia estaba por encima de todo aquello. Y aún me quedaba garantizar la vida de otra persona, ya no la mía.

Entusiasmada por concluir la tarea que mi madre me encomendó, no me di por vencida. Empecé a correr en sentido contrario ya, hacia la casa de mi abuela nuevamente. Sentía temor, todavía podía notarlo en cada célula de mi cuerpo, pero no encontrar a mi abuela con vida me hacía sentir algo peor, terror.

En apenas 2 minutos, que para mí fueron eternos, estaba allí de vuelta. Golpeé la puerta bruscamente sin parar de correr, y me detuve de golpe en medio de la estancia. -¡Abuela!-grité .. una y otra vez.. ¡Abuelaaaaaaa! ¿puedes oírme?- Estaba aterrorizada.. las lágrimas de impotencia sobresalían de mis ojos, mi piel estaba erizada y mis pupilas muy abiertas. – Entonces, escuché un gemido y un pequeño golpeteo. – Abrí rápidamente las puertas de la despensa, chocando unas con otras.. Fue en la última donde por fin, descubrí a mi abuela, y ¡estaba con vida! Tenía un trapo en la boca que le impedía hablar, y las manos atadas a la espalda.

Con cuidado le retiré la trampa de la boca y ella soltó una bocanada de aliento, al mismo tiempo que parpadeó lentamente y me miró con el rostro inundado de amor. –Gracias mi niña. Suéltame las manos y vámonos rápido de aquí-

Aquella maniobra la realicé ya con mucha más calma que todo lo que había sucedido en los últimos 30 minutos. Respiraba profundamente expulsando todo el aire posible por la boca, expulsando toda la negatividad. Le desaté las manos con cuidado.

Le sujeté una mano y agarrándola suavemente por la cintura la ayudé a levantarse del suelo, y a dar unos cuantos pasos hasta la butaca que estaba junto a la mesa.

Tranquila abuela, el lobo ha muerto en el rio. Ahora te voy a llevar hasta nuestra casa, para que mi madre nos cuide, después de toda la aventura que hemos pasado- Y solté una carcajada entre alegre, nerviosa y aliviada.

Mi abuelita me abrazó fuertemente unos instantes. Antes de salir por la puerta agarró una manzana del suelo, la limpió con la manga de su chaqueta y fue dándole mordiscos por el camino mientras charlábamos y hacíamos planes para los próximos días.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.........

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