Primera visita.

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 «Decíanme los amigos que encontraría algún alivio a mi dolor visitando la tumba de la amada.»

Me encanta estar bajo la lluvia, porque nadie sabe que estoy llorando. Y detesto rotundamente que la gente me vea llorar. Sin embargo, aquella noche fue la excepción... cuando presencie el entierro de Berenice.

La tristeza y la ansiedad que experimentaba mi cuerpo había cegado casi por un segundo mis sentidos y conmociones. Sentía una dolor agudo, supersticioso, horrendo, irreal... no solo en mi mente, ni mucho menos en mi corazón; yo sabía que había algo mas allá de lo físico.

Mi alma.

Dolía.

Y en los mas profundo de mi ser admiraba como mis lágrimas caían danzando hacia la superficie junto con las gotas de la tormenta, volviéndose una con las otras.

Podría decirse que mientras uno presencia la perdida de alguien importante, la mente del individuo solo se centra en lo usual, en la muerte y en lo injusta que fue la vida con uno. Pero mentiría si asegurara que lo anterior paso por mi mente.

Si, estaba triste.

Oh, pero como odio que la gente note mis lágrimas.

Mientras los cuervos graznaban en torno las puertas del cementerio, mi vista se poso rápidamente en esa dirección. Y mi perdición ardua se hizo presente... como si algo estuviera observándome desde lejos y susurrara en mi oído lo que tenia que efectuar. Sea cual sea el porque, yo voltee.

Ojos negros cuales rocas volcánicas.

Pestañas largas y malévolas.

Tez blanca y pálida.

Vestido de cuero negro.

Collar de pinchos.

Y un tapado que danzaba por el leve viento... negro por fuera, y rojo por dentro. 

Mi corazón se acelero, y mis ojos se tornaron somnolientos. Luego, sentí el tacto de una mano rozar por mi mejilla derecha... secando las lágrimas que se deslizaban por mis pómulos.

Su tacto era frió.

Tan helado como sus ojos.

El dolor interno y mi angustia creciente se marchitaron por un breve instante, haciendo olvidar cada culpa, sensación y sentido. Oh, que poder ese, del encantamiento ciego del amor.

Aquella joven que ha entrado al cementerio en plena noche, se ha llevado todas mis emociones. Aquella joven que ha tocado mi rostro, ha consumido mis sentimientos. 

Irónicamente, no odie que alguien mirara mi llanto. En ese momento, el rencor era algo irreconocible para mi. Solo existía algo diferente, tan grato y suave como un dulce veneno mortal; por el que aclamas por mas aun sabiendo que algún día dejaras de existir.

Y yo estaba allí, admirando como aquella gótica se alejaba con paso cansado y la cabeza gacha. El paraguas que sostenía estaba raído y dejaba que varias gotitas se filtraran por la tela de la sombrilla. Me pregunte si sabia de tal defecto. Y se fue alejando hasta postrarse en una lapida. A cuatro tumbas de Berenice.

Y a pesar de que mi visita fue solo para aliviar el dolor... conseguí algo mas que alivio.

Oh, cazadora de almas y poseedora del infierno.

Eres tan oscura.

Oscura (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora