Segunda visita.

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Infeliz es aquel enamorado que no tiene a quien amar.

Desgraciado aquel que persigue sus sueños consciente que luego de milésimos se desvanecen sin dejar rastro.

Sean cuales sean los sentimientos que atormentaban mi mente en ese entonces, solo había lugar para el encantamiento magnifico que me transmitía aquella gótica.

Con un leve temblor por parte de mi cuerpo, deje sobre esa particular lápida las rosas blancas que tanto le gustaban cuando mi ser amado transmitía vida.

Y no es de extrañar, que yo, acuda a la noche siguiente del entierro de mi querida Berenice al único cementerio de la ciudad.

La luna brillaba en lo alto, y aunque el camposanto se cubría en penumbras, las sombras parecían bailar entre ellas ocultándose lo mas posible de esos tenues rayos de luz, junto con los demonios y dioses que salían a divertirse en plena luna llena.

Sin embargo, todo parecía tranquilo cuando por el rabillo de ojo la vi.

A cuatro tumbas de diferencia.

Tan misteriosa como siempre.

Ella y yo acudíamos a este lugar,

a contemplar,

a extrañar,

a llorar alguna perdida.

De alguna forma, ella y yo compartíamos algo.

Al menos, estábamos cerca.

Lejos, a distancia.

Pero cerca.

Y con eso me bastaba.

Oscura (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora