Capítulo 2

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"La libertad está en ser dueños de nuestra propia vida."
– Platón.

Me visto lo más rápido que puedo y salgo corriendo del departamento de veinticuatro.

Había olvidado que estaba en la cuarta planta, por suerte hay un asesor que obviamente voy a usar pues con los zapatos que llevo puestos, me mataría al bajar las escaleras de 4 pisos.

Entro rápidamente, presiono el botón que indica planta baja y las puertas se cierran. En el interior del asesor están grandes espejos, los tres lados y el techo, observo mi cabello ¡es un desastre! con los dedos me trato de desenmarañar un poco los nudos que tengo, el maquillaje está un poco corrido y busco en mi bolsita una toallita húmeda para limpiarme; por último aliso mi vestido.

Es sin mangas con la espalda un poco abierta, pegado de enfrente y un poco volado de abajo, este me llega a medio muslo; es color lila...Todos mis vestidos para "mis noches intensas" son de colores parecidos, lila, morado, magenta, violeta.

Mientras que la mayoría de las chicas usan vestidos color rojo o amarillo, yo uso tonalidades moradas, incluso prefiero usar un vino que colores como rojo, amarillo o naranja, van mejor con mi color de piel.

Salgo del ascensor y camino hacia mi auto que está justo en la entrada. Es justo por eso que siempre voy en "mi" auto... nunca en el de ellos... Si no, ¿Cómo me voy a la mañana siguiente? Yo suelo irme incluso antes de que despierten, las veces que me he quedado dormida y ellos se han levantado antes ha sido catastrófico, ¡uno incluso me preparo el desayuno! Fue tan incómodo decirle que NO éramos novios, pensó que no me había gustado estar en la cama con él y me pidió otra oportunidad, aunque la verdad el número trece no estaba nada mal, sabe cómo moverse pero yo no quería ni quiero nada con él. A los chicos se les hace muy difícil el concepto de "solo por diversión" "sin compromisos" saliendo de la boca de una mujer, cuando se les pasa la tristeza y/o frustración viene la ira, el enojo, ese ogro verde que vive en cada uno de nosotros, y ahí, justo en ese momento empiezan los insultos: "puta" "fácil" "zorra" "golfa" por mencionar algunos.

Es tan gracioso dejar a esos pobres chicos con la boca abierta, y con la humillación en sus rostros, sin entender como fácilmente cambió el panorama.


Conduzco pendiente de mi maquillaje y del volante, no quiero chocar, pero se me hizo tarde, tenía que estar a las siete en casa de Miranda para acompañarla a Culiacán, por su vestido de novia fuimos a Mochis, Guasave, Guamúchil y nada, no encontró nada, mi querida amiga es más que quisquillosa, y tratándose de su boda aún más. Mi última esperanza es ir a Culiacán y que encuentre el "vestido de sus sueños" o si no querrá ir a la ciudad de México; odio ir, todo está tan lleno siempre, perderse es muy fácil, sobre todo para dos mujeres despistadas que solo han visitado ese sitio un par de veces y una vez fue en un concurso escolar.

Llego a las siete y veinte a su casa, ella está parada afuera con los brazos cruzados y por su cara sé que está furiosa.
¡Oh no, esto es malo!
Ella me mira de arriba hacia abajo y su enojo sube mientras con su voz chillona me dice
– ¡Aun traes la ropa de ayer! ¡Por Dios Violetta, tu cabello parece un nido de pájaros y tu vestido está tan arrugado que parece que lo ha masticado un burro! ¿Cuándo se supone que madures? – Luego sonrió con picardía, mi amiga me conoce bien

– Ya nena, no te enojes, se me pasó el tiempo, pensé que despertaría más temprano. Anda, sube al auto, te compraré un café y una dona de chocolate como disculpa ¿Qué dices? – Yo conozco la debilidad de mi amiga, el café y el chocolate la hacen enloquecer...

– Quizás después de pasar por Laura. Ya le hablé, está esperándonos – Me dice con tono de reproche. -¡oh genial, ahora tendré que comprar doble disculpa! Había olvidado que Laura ésta vez iría con nosotros.


Yo no repitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora