3. Pictures

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Para Elliot McKarnie la vida debía ser vista desde un lugar seguro, para él su zona segura era a tráves de un lente de cámara, desde pequeño había sido bendito con un inaudito don para capturar las más bellas de las escenas, así fuera un paisaje o una persona; claro que como todo, no siempre fue así, hubo un tiempo donde carecía de inspiración, de aquella emoción que mueve a los artistas y aquella que si desaparecía te volvía loco.

El día en que conoció por primera vez a Katy Angel, se negaba a salir de su habitación porque tenía una crisis de inspiración, o eso le decía a sus padres que muy poco les importaba si el salia o no, mientras estuviera en las cenas importantes, con eso bastaba; a sus cortos seis años, Elliot entendía mejor que nadie el mundo que le rodeaba, pero pese a su madurez temprana el creía tener derecho a comportarse como un crío de vez en cuando y aquella tarde de verano había sido la fecha perfecta, sus padres le había dicho que conocería a su prometida quien tenía su misma edad.

No quería conocer a una mocosa mimada que por orden de sus padres debí casarse con ella, apostaba a que era fea y chillona, como la mayoría de niñas de su misma edad, que de maduras no tenían ni el rostro, y bajo la pobre excusa de sentirse indispuesto se negó a bajar a la famosa comida preparada por sus padres que reían felices abajo junto a otras voces más, cosa que le perturbaba.

Según sus padres su prometida era muy mona e inteligente con un carácter que hacía imposible no quererla, palabrería barata, fue lo que cruzó por su mente al escucharles charlar. Su habitación era acogedora con todo lo que un niño pudiese desear más aparte su amada cámara Nikon con sus respectivos carretes, el prefería los clásicos, o al menos para ciertas ocasiones especiales como lo era sacar una foto instantánea con una bella fotografía en 4D.

El examinaba muchas veces sus fotos mirando como iba creciendo como un fotógrafo, y como cualquier artista en mitad de un ritual, odiaba ser interrumpido y justo eso fue lo que sucedió en aquel momento con unos delicados toques en su puerta de madera. Por naturalidad el salió cabreado y se notaba en cada rasgo de su infantil rostro.

-Madre te dije que no baja...ría- se cortó al ver a la pequeña niña rubia de ojos azules frente a él.

Llevaba un tierno vestido rojo con rosas de tela, mejor dicho, ella parecía envuelta en un rosal, era como ver a un hada o mejor aun, un ángel caído directo del cielo; guardaba en sus ojos una astucia natural que hacía temblar el pequeño e infantil cuerpo de Elliot, empujandolo al abismo de Katy, tanto que extendió su mano para poder rozar su suave mejilla con rubor natural rosa, como si no se creyera que ella fuera real.

-¿Estas bien?- pregunto la pequeña niña un poco más baja que Elliot.

-S-Si...solo...¿Estoy muerto? Porque siento que he llegado al paraíso- se le escapo de sus labios a Elliot.

Katy rió con gracia y negó- No, estas vivo, eres muy gracioso, ¿cómo te llamas?- se acercó al niño un tanto ensimismado en sus pensamientos.

-Elliot...Elliot McKarnie...-

-Yo soy Katy Angel, es un placer Elliot- le extendió su mano y espero pacientemente a que aquel extraño niño reaccionará y le estrechara su pequeña mano.

-El placer es mio musa...- le miró con interrogante.

-¿Musa?- aclaró su pequeña duda.

-Si, porque cuando te veo solo quiero tomarte y hacerte un altar Katy Angel, eres más hermosa que la mismísima Afrodita, ningún mortal se compara a tu magnificencia y elegancia, Katy Angel..- saboreo su nombre como si de un manjar se tratase.

La niña sonrió y tomo la mano de Elliot arrastrandolo al jardín de la mansión McKarnie, por su puesto que aquel niño embobado por la presencia de una musa se dejo manipular al antojo de la no tan inocente Katy Angel. Sus pies eran ágiles y parecían saber como caminar sin nunca tropezar o resbalar en aquel encerado piso de loza negra. Elliot odiaba como se veía su casa, tanta falta de vida le daba nauseas.

Llegaron a una mesa veraniega donde se encontraba Sufian Angel, Rachel Angel y Austin Angel, sin mencionar claro a Landon McKarnie y a Isabella McKarnie, los padres de Elliot; que no ocultaron su sorpresa al verlo ser arrastrado por la hija menos de los Angel. Para los Angel era normal ver a su hija tomar un papel de líder y siempre conseguir lo que deseaba, aspecto que aveces les inquietaba un poco por su gran capacidad de manipulación a su corta edad.

-¿Elliot decidiste bajar?- preguntó la bella mujer de cabellos oscuros mejor conocida como Isabella McKarnie.

-Si, Katy me fue a buscar- dijo aún embobado por la belleza única de aquella niña.

-Que bien que ya se lleven, después de todo ella será tú esposa - Isabella McKarnie nunca se caracterizó por ser una mujer con filtro pero, todos teníamos límites y hasta Landon su esposo, estaba deacuerdo en que debía ser más sutil a la hora de tocar fibras sensibles de su pequeño hijo.

Todos esperaron a que el niño pusiera alguna queja o al menos una mueca pero en su lugar, sujetaba las manos de la pequeña Katy Angel con ilusión.

-¿Escuchaste eso Katy? En un futuro tú serás mi esposa- Katy asintió con las mejillas rojas y con un particular brillo en sus ojos.

Landon e Isabella McKarnie al final tuvieron que romper el bello aura de la escena infantil por algo más serio. Negocios. Ya que los pequeños niños estaban a favor del matrimonio, debían ponerse manos a la obra firmando documentos y demás, pues si algo definía a ambas familias era su ambición y formalidad a la hora de algo que implicase dinero; y claro, un matrimonio entre dos grandes familias, incluía grandes sumas monetarias.

A Elliot no le costó acostumbrarse al mundo de Katy pues bien, él también lo compartía a su propio modo. Conocer a Austin, su cuñado, fue de lo más cómico pues el chico era una replica masculina de la dulce Katy, que con el pasar de los años desvelaba su oscuro y vacío ser.

Ver a Katy besar a otro chico atrás de la escuela a la hora del receso le generó grandes y fuertes controversias, ¿Katy en realidad le amaba? Elliot dudaba de aquellas palabras, comprendía bien que la rubia era libre, pero no podía arrancarse aquella sensación de traición del pecho. Y aún en el presente recordaba con frialdad las palabras que la niña de entonces ocho años, pronunció con la madurez de una adulta, al él reclamarle aquella actitud.

-Elliot, cariño, eres mi mundo, pero debes entender que soy como el viento, un día estoy y al otro no, sí, justo como una estrella fugaz- suspiró la niña al tratar de hacerle entender a su prometido que ella era así por naturaleza- Puedes seguir mi órbita o puedes desprenderte de mi núcleo y vagar por el espacio, tú decides. - pronunció dando por finalizada la discusión que ni si quiera había comenzado.

Elliot entre su encrucijada personal decidió que prefería dejar ser a Katy a perderla para siempre aunque le doliese.-Ok Katy, pero por favor... ¿al final solo serás mía verdad?- no soportaría tener que vivir con las infidelidades de Katy cuando estuviesen casados, era mejor saberlo ahora.

-Elliot, el día en que yo sea tuya, lo seré por siempre y fielmente, además tienes privilegios conmigo- se acercó con paso firme al tembloroso chico y puso sus manos al rededor del cuello del pelinegro, pasando sus dedos por su algo largo cabello azabache, como si tuviese todo el tiempo del mundo- Te lo prometo, no, te lo juro.- y cerro su promesa con un beso.

Tal vez la madurez e inteligencia de Katy Angel fuera su peor condena y la de Elliot fuese desearla aún sabiendo todo ello, el destino era una perra y el tiempo lo era más.

Teenage DreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora