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Hoy no era un día cualquiera, era uno gris y deprimente. No por el color del cielo, el cual como buen cómplice de mis emociones también se encontraba triste y reflejaba sus lágrimas en torrenciales lluvias, sino por la fecha en la que me encontraba.

Se cumplen cuatro meses del fallecimiento de mis padres, los cuales estaban presentes en cada llanto ahogado que tenía todas las noches en mi habitación.
Me hacen tanta falta, me siento sola aún teniendo a mi tío aquí y a mis amigos allí afuera, no soy la misma, de eso estoy segura, y mis comportimientos erráticos me lo confirman, mis emociones desbordan sin tener control de ellos y no puedo darles una estabilidad como la que desearía, estoy envuelta en una tormenta de la que no puedo escapar.

—Bulma, la lluvia ha pasado –decia mi tío detrás de la puerta de mi habitación– se que no es de mi incumbencia, pero quizás hoy si deberías ir a la universidad.

Sé por qué lo dice, estuve faltando esta semana. Hoy es jueves, supongo que tres días fallando ya es mérito para llamar a alguien, porque dudo que se haya dado cuenta de no ser por eso. Ahora me lamento que mi círculo social lo alarme sobre mi privada decisión de no asistir.

—No iré hoy –contesto esperando que no reclame por los anteriores días–

Pasan unos segundos antes de que pueda escuchar los pasos alejarse, lo cual me es un gran alivio. Quizás él no tome esta fecha como algo de lo que deba entristecerme, pero este tonto número me deprime el alma cada que pasan los meses.

—¡Baja a comer algo si quiera!

—¡No tengo hambre! –grito en voz alta para que pueda escucharme, tal y como él lo hizo antes–

—¡Entonces simplemente sal de tu habitación, quiero hablar contigo y no espero una negativa!

No respondo.
Tampoco pretendo ser irrespetuosa, pero decido hacer que no oí lo último y simplemente colocarme los audífonos para hundirme en las tristes melodías que conforman mi actual playlist.

Cómo era de esperarse los leves golpes en la puerta no tardaron en hacerse escuchar por encima de las canciones, por lo cual con los pocos ánimos que tengo, decido levantarme y finalmente abrir.

—Hoy falté al trabajo por tí –dice al verme, dejo que pase y veo como toma asiento en mi desordenada cama– ¿pretendes que permita que pases este día sola?

—No tenías que hacerlo. –cruzo los brazos mientras sigo observando cómo se remueve al ver cómo mantengo mi habitación¿Que es lo que espera?–

—Se que no tenía, pero quería hacerlo. Eres mi sobrina, la pequeña hija de mi hermano. La cual prometí cuidar con mi vida, pero no te cierres a mi por favor –pide con los ojos apagados y con ojeras notorias–

Él no ha estado bien estos meses, soy conciente que discutió con su esposa y que hasta su hijo le reclamó por quedarse conmigo. Ahora, por mi, está entre la espada y la pared, con el dolor de tener que elegir entre la familia de su hermano y la suya... ¿Que hago al respecto? Nada, intento estar bien y así ya no alargar su estancia aquí, tengo que poder sola.

—No tengo nada de que hablar, ya se que no puedo estar encerrada siempre, no pretendía estarlo durante todo el día.

—¿Por qué has estado faltando a clases estos días? –reclama con calma ignorando totalmente lo anterior, casi como si yo no hubiera pronunciado una sola palabra–

—¿Quien te lo ha dicho?

—Eso me confirma que es cierto, contesta. –su tono es serio, no llega a intimidar pero sé que espera algo bueno de mi–

—Simplemente no tenía ánimos de ir, creeme que no voy tan mal como piensas, puedo tomarme la libertad de hacerlo.

—Dejame decirte que no me gustan esas "libertades" que has decidido tomarte ¿Que te sucede Bulma? –escucharlo preguntar eso con tanta inocencia me hizo enfurecer, debería ser claro para él más que para nadie–

tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora