3. (Pt. 1)

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Se me salió el corazón del pecho al escuchar vibrar el despertador en el suelo. Respiré hondo un par de veces y le dí un manotazo para hacerlo callar, sin omitir un gruñido antes de volver a hundir la cabeza en el colchón. 

Sólo cinco minutitutos más.

—¡Chicos, arriba ahora mismo! Vais a llegar tarde —casi gritó mamá entrando como un remolino a la habitación tras dar un portazo de primer nivel, de los que te producen hasta rabia.

Se acercó a la ventana y no dudó en levantar la persiana y dejar que toda la luz me diera en la cara.

Mi hermana ya estaba empezando a desperezarse, pero mis espaldas la cubrían del sol.

—Hmmm...todavía es pronto...—masculló Sophie rodando hasta caer sobre el suelo de madera clara.

—No cariño, tenéis que prepararos ya. Vamos, a la ducha y en media hora os quiero abajo desayunando, Derek ya lleva en pie un rato —concluyó mamá desde la puerta. 

—Vamos Soph, dúchate tu primero —le ordené a mi hermana pequeña dándole una patadita para que se pusiera de pie. 

Hizo el amago de quejarse echando la cabeza hacia atrás y poniendo cara de angustia, pero sabía que yo era más grande y la obligaría si hacía falta. 

Mientras Soph se duchaba saqué la ropa que me pondría para ir a clases. Un simple jean claro con algunos rotos en las rodillas y una camisa de rayas marinas. Tenía el pelo bastante decente, por lo que decidí dejar mi suave pelo alborotada melena sin recoger.

Tomé algo de ropa interior y la dejé junto a la cama para llevarla al baño después.

La ventana de la que sería mi habitación (al menos lucharía por que lo fuera, me gustaba muchísimo) no daba al jardín, sino a la calle y al resto de casas de la urbanización. 

Estuve observando cómo el chico del periódico iba dejando los diarios en cada porche hasta que mi hermana acabó de ducharse. 

Tal y como mi madre nos dijo, estábamos desayunando en media hora escasa. Un par de tostadas con miel y café, cola cao para Sophie. Derek aprovechó la tardanza de sus hermanas para comenzar a meter algunas de sus pertenencias en la casa.

—¿Sabéis ya donde está la parada del autobús, chicos? —nos preguntó mi padre, levantando la mirada de su periódico por unos instantes. 

Yo y mi hermana nos miramos interrogantes.

—Avisaré a Pharrell para que su hijo os venga a buscar en ese caso —sostuvo.

—¡No! Esto...creo que la ví ayer al ir a la escuela —afirmé, intentando parecer convencida.

—¿Segura? No quiero que os perdáis.

—Sí, sí. Muy segura.

Nada segura. 

No tenía la menor idea de dónde estaba la parada, pero nos las arreglaríamos bien para encontrarla. Cogí mi mochila y la de Sophie y me las puse a la espalda. Me despedí de mis padres que justo habían empezado a desayunar y salí por la puerta de la casa junto con mis dos hermanos. 

Atravesamos la pequeña terracita entre trompicones y,  justo cuando estaba a punto de abrir la puerta para salir a la calle, el timbre sonó.

—Soy yo —expesó la reconocible voz de Pharrel, el hombre con problemas de calvicie—.Abrid, es importante.

Me resigné, giré la llave y abrí la puerta.

—Oh, hola chicos —nos saludó, revolviéndole el pelo a Soph. Mi padre salió al recibidor y los dos se saludaron.—Tengo un encargo muy importante para ti, Crawford —le comentó, agarrándole por el hombro. Noté como me comenzaban a arder las mejillas.—Te pagaré bien, lo prometo —continuó diciendo.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2015 ⏰

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