Una turbada Petra quedó en el frío piso de mármol negro, apoyada sobre sus brazos. Intentaba hilar lo que había ocurrido en el día, como su vida había cambiado drásticamente habiendo terminado en ese lugar. Recordaba haber abierto sus ojos con los cosquilleantes y cálidos rayos del sol, pasar la mañana rodeada de sus amigas las ninfas y algunas sirenas y luego... y luego recoger una margarita para finalizar su corona de flores cuando de la nada la tierra se abría y la tragaba, transportándola al oscuro palacio del inframundo. Pero el temor inundó su cuerpo cuando sus ojos se encontraron con los de Levi, que reflejaban desconcierto de igual manera que los suyos. El porte del dios era magnífica e igualmente, o más, atemorizante. Se sintió una gacela siendo acechada por un depredador en el momento en que el hombre se había acercado a ella; Petra nunca había sentido tanto pavor hasta ese día. Y entonces, cuando el miedo le había permitido conectar algunas ideas y acontecimientos, entendió como había terminado allí. Y lo acusó. Lo juzgó y lo menospreció, y todo lo que sintió cuando sus labios se juntaron fue desprecio, tanto de su parte como de él, cosa que la sorprendió ya que, en el peor de los casos, esperaba que tomara su virginidad en el mismo piso del salón, pero increíblemente Levi la dejó sola. No supo que la confundió más, si el desprecio que sintió por parte del dios, o el hecho de que no le tocó ni un solo pelo. Lo segundo fue lo que le impactó, ya que mostró una cara totalmente distinta al imaginario que ella había construido de los demás dioses por los relatos que había recibido por parte de su madre, la diosa Carla, y de sus amigas y compañeras Hange y Nifa, además de algunas ninfas y sirenas. ¿Cuántas veces había oído de las infames infidelidades de las deidades del olimpo con ninfas, sirenas, tritones, incluso humanos? Y no todas las relaciones eran consensuadas; se horrorizaba cuando escuchaba las violaciones cometidas hacia las víctimas e incluso los trágicos destinos que sufrían estas cuando las parejas de los dioses descubrían la infidelidad, llevándose la peor parte los inocentes. Y ahora estaba allí, tan lejos de su hogar... No se permitió llorar, no allí, y prefirió que las lágrimas escociesen los ojos como alfileres que la punzaban constantemente. Se incorporó para buscar una manera de volver al territorio de su madre. Los dioses eran respetuosos entre sí y los límites de sus reinos, no porque realmente sintieran respeto, sino para evitar disputas que, posiblemente, terminaran en cruentas guerras. Y nadie quería una guerra entre dioses.
El salón era enorme. Y negro. Tenía algunos detalles en cobre, oro y plata sin embargo el resto era dominado por el tétrico color negro. Era como una pesadilla en la que uno se encuentra en un espacio oscuro, como si fuera el vacío. Era desesperante, aunque no se podía negar la elegancia de la habitación si se omitían las inquietantes esculturas de gárgolas, que custodiaban la puerta principal, y las estalagmitas de diamante negro que decoraban el lugar. Observó la gran insignia de oro que estaba pisando: en el centro del salón se encontraba un círculo con la imagen de un perro de tres cabezas rodeado de laureles. «cerberos», recordó Petra. El intimidante perro de tres cabezas era la insignia del dios del bajo mundo. El enorme símbolo de oro resaltaba en la sala además de una escultura pulcramente tallada que a Petra le llamó la atención. Se acercó con un poco de prisa y antes de subir la escalinata del trono miró alrededor con temor a que el dios la reprendiera por osar acercarse al sillón real. La imagen de Levi detalladamente esculpida en alabastro negro era, magnífica. La joven contempló la obra de arte: la figura enteramente de piedra a excepción de la corona de laureles que era de oro, se imponía al lado del sillón negro con cojines de lino color púrpura oscuro y piedras preciosas negras, combinadas con oro. Era imponente, formidable, solemne. Se amonestó mentalmente por distraerse de su objetivo y abandonó la figura de Levi para investigar el palacio, y encontrar una salida. Descartó la puerta rodeada de gárgolas imaginando que al otro lado estarían los tres famosos jueces del averno, aquellos que decidían a qué parte del inframundo iba a parar uno dependiendo las acciones hechas en su vida. Solo restaban las dos laterales y decidió, al azar, elegir la puerta del costado derecho. Atravesó la puerta para encontrarse con un amplio cuarto que conectaba a otras habitaciones, «genial, más puertas». Suspiró casi derrotada y abrió una al azar, ingresando en una habitación. Comenzó a pensar que el color negro era el preferido del dios, ya que éste decoraba casi por completo su aposento real. La cama de mármol negro y detalles en oro, con finas sábanas de seda negra y púrpura era la protagonista de la habitación. Ella y una pequeña piscina que seguramente, pensó petra, era usada por el dios como baño íntimo. Salió inmediatamente de la alcoba y volvió a la habitación anterior para atravesar otra puerta. se encontró con un corredor galería casi interminable el cual desembocaba en un gran bosque. No cabía en lo diferente que era al bosque lindero a sus campos y praderas, a diferencia del iluminado y la colorida arboleda éste era lúgubre y tétrico. Casi carente de hojas, y las que estaban se hallaban secas o con una tonalidad oscura, los árboles tenían un aspecto viejo y decrépito los cuales probablemente lucían de esa manera por la luz tenue, con tintes azulados, que se hallaba en reemplazo del sol. Era una imagen de locos. Intentó hacer el menor ruido posible esquivando las raíces, y las pocas hojas y ramas caídas en el seco y agrietado suelo con la poca visibilidad a causa de la niebla, cuando llegó a un punto donde la niebla era tan espesa que la visión era nula. Dio un paso hasta terminar de cruzar la barrera y ahogó un gemido de sorpresa, a lo lejos se divisaba el campo de Enna, su tierra. Petra se precipitó hacia este cuando una barrera invisible la golpeó al mismo tiempo que unos rayos azules seguidos de un bravo estruendo se dibujaban en la pared imaginaria. Se aterró tanto por no poder regresar a su hogar, así como también de que existiese la posibilidad de que Levi se enterara de su paradero de modo que apresuró su marcha en busca de algún escondite. No se había equivocado, unos minutos después el dios se materializó en su antigua ubicación. Su cuerpo temblaba a causa del pánico, y tapó su boca con sus manos, intentando ahogar posibles sonidos. El tiempo parecía que no pasaba, volviéndosele eterno. Observó a Levi el rato que estuvo escondida y sintió compasión. ¿Por qué se compadecía de su captor? Vio la soledad en cada uno de sus movimientos y se preguntó cómo había sido capaz de soportar toda una eternidad en esa condición. Petra sabía que Levi fue relegado desde el primer momento en que los dioses fueron libres de los titanes, y que nadie deseaba la compañía del dios de los infiernos griegos.
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Hades Y perséfone {Rivetra Fanfic}
FantasyCuando Petra se encontraba en los campos de Enna confeccionando una corona junto a sus amigas, su vida cambiaría para siempre al recoger la flor equivocada. créditos de la portada a julirogers https://www.instagram.com/julirogers/