Capítulo 3

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Katherine

Todo iba excelente con aquel chico hasta que llegó Dani y nos arruinó el momento. ¿En serio era necesario arrastrarme de vuelta?

Regresamos a aquella gran casa donde nos separamos del sátiro y entramos. Ahí nos estaba esperando el sátiro y a su lado un hombre robusto con una botella de vino abierta. Tenía cara de pocos amigos y fruncía el entrecejo agitando la botella vigorosamente.

—Él es el señor Dionisio. — dijo el sátiro apartándose del hombre molesto — Está a cargo del Refugio mientras Hermes no está.

—Ese maldito bastardo. — se quejaba el dios — Debimos dejarlo como una tortuga. Sale corriendo cuando hay trabajo y soy yo el que tiene que suplirlo. Un día lo ataré y lo mandaré de vuelta al Olimpo de una patada.

No entendía qué estaba mal, pero no era ciega y se notaba que Dionisio y Hermes no compartían una buena relación de hermanos. ¿Será porque son dioses o tal vez han vivido demasiado que ya no se soportan entre ellos? No lo sé, esos son asuntos familiares que ellos debían resolver.

—De cualquier forma, no me gusta esto. — Dionisio dejó la botella de vino en la mesa y siguió hablando — Es mejor hacer el vino uno mismo. Las baratijas son para mortales.

—Es un vino riojano español. — se quejó el sátiro — Lo mandó Apolo desde España, él pensó que te agradaría.

—Ese idiota. — murmuró Dionisio — ¿A quién se le ocurre regalarle vino al dios del vino? ¿Acaso piensa que los mortales pueden hacer mejor vino que yo? Dile que no traiga su trasero por aquí o también lo patearé de vuelta al Olimpo con Hermes.

—Disculpe. — Dani intervino y se ganó la mirada de cansancio de Dionisio.

—¿Y ustedes quiénes son? — preguntó el dios

—Son recién llegadas. — explicó el sátiro — Katherine Castle y Dani White. Estuve buscándolas por un tiempo ¿recuerda?

—¿Por eso desapareciste? Lo olvidé. — el dios se sentó en un sillón reclinable, alzó la mano y en el aire una copa de vino apreció flotando hasta posarse en las manos de Dionisio — Así que nuevos refugiados eh. Me pregunto qué clase ascendencia tendrán. — murmuró — No importa, sé que no son mías así que está bien. Sobrevivan, es todo lo que les puedo decir. — el dios le dio un sorbo a su copa ignorando nuestras caras de desconcierto.

—Dionisio no es el mejor expresándose. — dijo el sátiro con nerviosismo — Si tienen alguna pregunta les sugiero que lean estas guías. Serán de mucha ayuda.

El sátiro dijo que leyésemos esos libros donde nos sintiésemos a gusto y que luego el mandaría un par de personas para que nos enseñaran como funciona el lugar.

Dani y yo discutimos un poco y al final decidimos ir al lago a leer el libro. Aquel libro se titulaba Viviendo en un eterno caos y al parecer lo había escrito Hermes mismo en sus tiempos libres. Era prácticamente la historia de cómo se construyo este lugar y porque lo llamaron El Refugio.

Hace más o menos 100 años, los dioses del Olimpo decidieron que era momento de migrar el centro de su poder. Al avanzar la modernidad, los dioses se aferraron a aquello que podía darles poder y energía, la economía y las nuevas religiones. Para algunos dioses el simple hecho que los mortales los recordaran era suficiente, pero para otros dioses pequeños no lo era, así que estos se escondían entre otras religiones para ganar adeptos y obtener energía para continuar existiendo.

Los dioses no tienen un concepto de autocontrol pues ellos mismos son dioses muy poderosos y no hay otro quien los controle (excepto, por supuesto, Zeus el dios de dioses). Cuando los dioses bajaban a la tierra usualmente no lo hacen en completo silencio y podían llegar a causar un desastre de vez en cuando. Muchos de los dioses tenían hijos con mortales por el simple hecho de que son caprichosos, pero casi nunca llegaban a preocuparse por ellos. Esto causaba que los hijos de los dioses, semidioses, quedasen expuestos al peligro sin un lugar al que pertenecer pues no son enteramente mortales ni enteramente dioses.

Daughter of the DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora