4.- Música

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El viaje a Madrid era el quinto viaje que hacía en toda mi vida; y por supuesto, mi primera mudanza. No me considero una persona viajera. Muchas veces en los concursos de televisión cuando les preguntan que quieren hacer con el premio siempre suelen responder lo mismo, tapar algunos agujeros y viajar. No me malinterpretéis, suena bien lo de viajar. Volar y ver desde la ventanilla lo pequeño que es el mundo, visitar nuevos lugares con paisajes completamente diferentes como el desierto del Sahara, el Amazonas o el mar Muerto. Siempre he tenido mucha curiosidad por cómo sería eso de intentar sumergirte en el agua y que no pudieras debido a la densidad. También está la opción de salir del o ir al sur para estar en un hotel con todo incluido, pasarte las horas tomando el sol y nadando en la piscina y no tener que preocuparte por nada más. Y no hablemos ya de visitar culturas totalmente diferentes y probar su gastronomía, cada cual más dispar, yo diría que la comida es la segunda pasión de mi vida. La primera, por si todavía no lo habíais adivinado, es la Música. Por eso, cuando trabajaba para ganarme un dinerito y poder tener mis caprichos me los gastaba en una funda para preservar mi guitarra, un curso sobre composición, una academia de baile o un taller de teatro. Y claro, así no había manera de ahorrar para flotar en el mar Muerto.

Solo había salido de Galicia en 4 ocasiones. La primera fue cuando mis tíos decidieron llevarnos a mi hermano y a mí a Disney por nuestro doceavo cumpleaños. Es un viaje que recuerdo con mucho cariño, fue la primera vez que monté en avión y que sentí la sensación extraña de no poder comunicarme en mi idioma, y a su vez, me di cuenta que mis conocimientos en inglés no eran muy buenos. Seré sincera, y os confesaré, que a día de hoy lo máximo que sé decir es "Hello. My name is Miriam" y con eso, muy lejos no llego. Quizás debería aprovechar y apuntarme a una academia ahora que tendré tiempo libre en la capital. Mi idea siempre ha sido seguir componiendo en castellano y asentar una carrera aquí, pero nunca se sabe que te puede deparar la vida. Hay que estar preparada en todos los aspectos, ser una artista 360 como dice Paquita. Podría probar también con clases de baile, ya me formé durante 4 años, pero no vendría mal retomar. Nota mental: empezar a mirar academias de baile.

El segundo viaje que hice fue en cuarto de la E.S.O, barajamos varios destinos y al final ganó Salou. Lo tenía todo; fiesta, playa, buen tiempo y cerca de Barcelona, para tener como excusa la parte cultural y así intentar vendérselo a la directora del colegio. La verdad, no les costó mucho aceptar la propuesta y todo mi curso se volcó en hacer sorteos y vender papeletas para conseguir fondos. Un par de amigos y yo nos ofrecimos a dar un mini concierto para llenar más esa hucha para el viaje y esa fue la primera vez que actué en un escenario. Sería en mi pueblo y no habría más de 50 personas, pero para mí marcó un antes y un después en mi vida, cuando baje de ese escenario supe que quería dedicarme a la música.

El tercer viaje fue decisivo en mi carrera musical. Mi padre, que siempre me ha apoyado muchísimo con esa idea de la niña de querer cantar y actuar, vio en el periódico un anuncio de un campus para adolescentes de entre 14 y 18 años que estuvieran interesados en la música. El curso era de un mes y medio en verano y aún recuerdo que ahí tuve mi primera pelea con Pablo, el no quería que me fuera tanto tiempo y más en verano que teníamos más horas para estar juntos y no veía la importancia de ir a ese campamento. Yo ni siquiera le entendía, para mí un mes y medio aprendiendo sobre composición, piano, guitarra y voz era hasta poco tiempo, ojalá hubieran sido tres meses, pero Pablo no entendía ni porque iba. Yo a pesar de tener tan solo 17 años se lo dejé clarísimo; si tenía que elegir entre la música y él, hasta ahí habíamos llegado. Me dolía, claro que me dolía, pero mis preferencias eran claras. Por suerte, el día antes de irme, vino a disculparse y a decirme que me mandaría SMS todos los días, y así lo hizo. El campus fue en la sierra madrileña en unas cabañas preciosas, yo me sentía como si fuera Demi Lovato en Camp Rock. Tenía 17 años, vale, perdonad mi fantasía. Fue ahí donde conocí a las que hoy en día considero mis dos mejores amigas, Ana Y Nerea. Es algo difícil de explicar mi conexión con ellas, pero cuando hablas el mismo idioma con alguien ( la música en este caso) y conectas, se hace difícil romper esa unión. También el haber vivido 24 h diarias junto a ellas creó una amistad imposible de olvidar. Por suerte, ahora voy a tener a Ana cerquita y Nerea estaba pensando en mudarse próximamente a Madrid, así que igual en breves compartimos las 3 ese café que siempre quedo pendiente.

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