10.- Las chicas

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Desperté gracias al maldito sonido del móvil.¿Quién llama hoy en día en vez de mandar un whatsapp? ¿Quién? Si ni siquiera me acordaba de cual era mi tono de llamada entrante. Intenté girarme, sin abrir los ojos, a ver si así me costaba menos volver a conciliar el sueño y tantee con la mano intentando coger el móvil que dejaba siempre en la mesilla. Debía estar torpe esa mañana porque no encontraba; ni el móvil, ni la mesilla. Abrí los ojos y comencé a pestañear intentando ver con claridad, al volverme a dar la vuelta lo noté; estaba desnuda. Rara era la ocasión que me acostaba sin pijama, miré debajo de las sábanas y pegué un grito. No tenía ni las bragas puestas y esas sábanas no eran las que yo había elegido con cariño y mimo en el Zara Home. De repente tuve un flashback y vi al idiota del accidente. Perdón, perdón. Es la costumbre. A partir de ahora Luis Cepeda. No, no podía ser, no estaba pasando. Miré por fuera de la sábana presa del pánico y el aire volvió a mis pulmones. Estaba en mi casa, bueno en nuestra casa.

El maldito teléfono seguía sonando. En mi mente había pasado una eternidad en todo este pensamiento matutino y más con los flashback que me aporreaban la mente, a cada cual más horrible y vergonzoso. Me arrastré por la cama hasta donde estaba la mesilla, sin llegar a comprender por qué no estaba en el lugar de siempre y por fin contesté.

- ¿Sí? - a lo justo me salía la voz.

- ¿Qué haces amor, recién te despiertas? ¿ Mucha fiesta ayer ? - comentó Ana entre risas - Mandamos varios whatsapp al grupo y como no contestabas me empecé a preocupar. Pero ya veo que sigues con vida. Quedamos en un lugar muy cerca de tu casa, asi que en una hora más o menos te recogemos. ¿Estás ahí mi vida? ¿Me oyes? ¿Me escuchas?

- Sí, sí - reí por sus ocurrencias - Es que me acabo de despertar y todavía no rijo mucho. ¿ En qué momento hemos quedado?

- Sí que tienes lagunas sí. Mejor de las clases de baile con Roi en medio de la discoteca ni hablamos - comentó riéndose - Venga vístase, señorita. Luego hablamos.

Cuando colgó, móvil en mano, revisé las notificaciones. Tenía unos 25 mensajes del grupo con Nerea y Ana, otros 30 del de la familia con mil doscientas fotos de memes, de buenos días y de paisajes, lo típico. Y luego tenía uno individual.

" Menuda nochecita pasaste ayer eee. Veo que te divertiste un montón sin mí. Voy de camino a la reunión, algunos trabajamos jajaja. Avísame cuando te despiertes para que me quedé tranquilo. Espero que esto no se vuelva a repetir que no tenemos 15 años Miri. Te he dejado unos cruasanes en la encimera. Te quiero"

Lo leí con los ojos como platos y entré en cólera. "Jajaja" de qué, si le conozco y sabía que era un mensaje envenenado. Estaba cabreado y mucho. Sabía que esos cruasanes habían sido el resultado de su paseo por el barrio intentando relajarse y pensar con claridad. Siempre hacía lo mismo. Ante el conflicto se largaba, respiraba y volvía con algo de compensación. En plan te perdono, podemos seguir con nuestra relación y yo callaba y aceptaba. Era lo fácil. Pero a veces lo fácil no es lo correcto.

Miré el reloj y ya había perdido 10 minutos entre el cabreo y las 101 contestaciones que escribía y borraba, y volvía a escribir y volvía a borrar. Al final todo se quedó en un " Lo siento Pablo. Gracias por los cruasanes." Lo dicho, a lo fácil.

Me metí en la ducha intentando relajarme y desconectar y aproveché para hacer un mapa mental de la noche y pensar en que me pondría. Sí, la falda vaquera, la camiseta amarilla de Kaotiko que tenía medio madrid, y unas playeras. Todavía se notaba el calor veraniego. Me apliqué un poco de antiojera, unos polvos y rimmel y ya estaba lista para resolver ese café pendiente que teníamos las tres. Esperaba que a parte del café comiéramos algo, porque parece ser que haber devorado todos los cruasanes no había sido suficiente para saciar mi apetito resaquil.

Conmigo SuficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora