s o l e d a d.

136 9 3
                                    

»O2,,

  Observó como la cera se desprendía de la flamante vela y caía con una extremada lentitud en la mesa de madera, encontró que la luz que irradiaba poseía un ritmo irregular a la hora de brillar, a veces era tenue y después adquiría una potencia amarillenta con rasgos azules, fulgurando como las estrellas del —ahora— cielo negro. Se preguntó como un simple objeto podía asemejarse a alguien como él, quien retóricamente también resplandecía en ocasiones y en otras, era insignificante y apagado.

  Abrazó sus piernas fuertemente de tal manera que el tacto le permitiera permanecer con los párpados abiertos y le convenciera que debía de colocar los pies en la tierra. Jimin no quería ni dedicarles un segundo a los papeles que yacían al frente de él, se negaba a leer todos esos comunicados de lo que debía pagar pronto, las deudas se le habían acumulado en un dos por tres. A nadie eso le inspiraría felicidad, jamás.

  Por un momento se sintió solo en la penumbra del lugar, el frío atravesándole su piel aún si tenía la lucerna transmitiéndole calor. Admitió que lo que estaba a su alrededor no era tan lujoso, los muebles se veían desgastados y seguían siendo los del año pasado, las cortinas blancas parecían sin vida, el piso de cerámica estaba agrietado y el constante goteo de la filtración en su techo no le dejaba pensar correctamente. Sin embargo, él estaba bien, vivía conforme a lo que pudo conseguir con sus propios esfuerzos, no contando de otro individuo.

  Al menos eso creía hasta que terminó entre la espada y la pared, desde aquél día en que el mundo pareció voltearse contra él. Recordó la rabia que hizo temblar sus manos, la mirada de decepción de los que decían admirarle, reconocer el duro trabajo que hacía, y en como su carrera descendió con un chasqueo de dedos.

 Nadie espera a que le roben lo propio, situaciones como esas de ninguna manera están previstas, sólo ocurren y ya. Obviamente, Park no contó con que un día se iba a levantar con miles de artículos alegando que era un plagiador gracias al testimonio de uno de sus "colegas", quien tuvo la osadía de acusarlo de haberle robado un escrito. Un escrito que pertenecía a Jimin, no a él.

  La gente le creyó al ladrón, era las palabras de una multitud contra la de una, no fue una sorpresa que su reputación se fuera al caño y nadie quisiera leer sus artículos ahora, por ende, terminando en una gran banca rota. Por eso es que su jefe lo empezó a considerar un factor que perjudicaba a su empresa, haciéndole creer que el mínimo error que cometía era un vaso de agua y él tenía que ahogarse en aquél vacío sin final.

  Y tenía razón, perfectamente contó equivocación tras equivocación y era destacable que ya carecía de dedos para enumerarlas. Quizá fue el estrés de que se le escurrieron los infinitos planes que ingenió o simplemente, no supo cómo seguir manejando su pérdida de dinero y se enfocó en arreglarlo mientras se le escapaba de las manos otra cosa.

  Se miraba en el espejo y casi no se reconocía, en vez de reflejarse su figura, destacaba el cansancio y la tristeza, junto con la desmotivación, recordándose que era un fallo andante. Incluso, su refrigerador estaba casi vacío, sus mejillas más ahuecadas y la postura que adaptó era la de alguien lamentable.

  Suspiró y acercó más su anatomía a la laptop, decidido a borrar aquellos pensamientos de su mente y comenzar a utilizar la red más amplia de todas; el internet. El portátil era uno de los pocos gustos que se había podido dar y no se arrepentía de habérselo dado, como periodista era esencial adquirir una de esas.

  Colocó en el buscador común lo básico al buscar una persona, su nombre y apellido, en este caso "Jeon Jungkook" para ser preciso y no colocar el apodo del chico. Mordió la esquina de su uña mientras esperaba a que cargara la página, últimamente el internet no parecía colocarse de su parte.

Pianoman. ; kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora