i m p o t e n c i a.

84 10 1
                                    

»O3,,

  Jimin nunca había estado en una situación tan comprometedora como la que estaba viviendo en este instante. Se sintió palidecer ante las miles de ideas que cruzaron su mente, entre ellas, que aquél prodigio le reconociera. No era una mentira el hecho de que su rostro apareció infinidades de veces en artículos de revistas, justo en los créditos del escritor y en sus mejores épocas conocidas como «las doradas». Sin embargo, dejó de preocuparse por ello al distinguir la mirada del pelinegro brillando con un deje de confusión, después de todo; ya nadie recordaba quién era él y su profesión. Ahora, en vez de verlo como algo triste —pues sí lo era—, intentaría utilizarlo a su favor.

  — ¿Usted lo conoce?— Preguntó uno de los vigilantes, afianzando su agarre en el brazo del indefenso rubio y obviamente, dirigiéndose a Jungkook, quien mantenía una expresión indescifrable.

  El periodista no hizo más que especular excusas para lo que se venía y, digamos, que para alguien que estuvo por años inmerso en noticias y datos que a veces eran ficticios, no se le hizo difícil contar con una que quizá salvará su pellejo. Por lo tanto, apaciguó su ceño fruncido y relamió su labio inferior, examinando poco a poco e intentando descifrar qué es lo que tenía en mente el pelinegro frente a él.

  — No.—  Aunque la respuesta de Jeon fue tajante y directa, en ella deslumbró la melodiosa y dulce voz que tenía el hombre. Para Jimin, era su primera vez escuchándolo hablar y debía admitir que estaba impresionado, ya que su apariencia dictaba una cosa distinta.

  — Cierto, él no me conoce pero, ni me han dejado explicar por qué estoy aquí.— Llamó la atención de los presentes tras un silencio de pausa. Sabía que si permanecía callado, jamás encontraría una solución al malentendido. — Estoy aquí para que él me instruya a tocar el piano. He escuchado y leído opiniones sobre la gente, en donde decían que un tal "Mister K", tenía manos mágicas, simplemente no sabía en dónde encontrarlo.— Incluso si el método para librarse, era mintiendo.

  No había rasgos ni de un titubeo para adivinar que estaba vendiéndoles un cuento falso, cosa que era contradictoria en cuanto a lo que sentía Park en su interior; una angustia aglomerada por saber cómo resultarían las cosas y un miedo de que sus propias palabras caven su tumba y construyan su lápida.

  — Correcto, ese soy yo.— Interrumpió una vez más Jungkook, conservando su monótona expresión y un tono con cierto desinterés, como si la situación fuese rutinaria para él. — Pero, no doy tutorías. Conozco a alguien de éste mismo lugar que sí lo hace, se llama Seungyeon, puedes ir con ella y quizá acepte tu oferta.— Indicó casi robóticamente, confirmando la teoría de que efectivamente, ya otras personas habían llegado con el mismo pretexto. Jimin no le culpaba por ser tan frío, desde antes venía advertido de su temperamento.

  No obstante, quería arrancarse sus mechones rubios y montar una pataleta en el rústico suelo. La única oportunidad que se le abrió, el pelinegro la bateó lejos y marcó un home run. Sin embargo, no iba a rendirse.

  — Si ese es el caso, lamentamos el trato que le dimos, joven. En éstas zonas siempre vienen a robar y creo que hemos perdido la paciencia. — El guardia junto con su compañero, realizaron una reverencia al más pequeño de todos en cuanto estatura, su actuar se tornó penoso y avergonzado por lo poco profesionales que fueron hace minutos atrás. Cabe destacar que la razón de su inmediata disculpa, era claramente por la influencia de la presencia del pelinegro.  — Si quiere, podemos guiarlo hasta la señorita Seungyeon, ella siempre queda encantada con los nuevos.

  ¿Cómo les explicaba que no la quería a ella sin sonar sospechoso? No le quedaban más opciones que tragarse un gran suspiro de decepción y colocar su gravedad en la tierra. No vería su intento como un total fracaso, puesto que logró lo que quería; mirarle los guantes. Pero, volvía al principio de su investigación teniendo absolutamente nada más que algo irrelevante. Se imaginó que se toparía con la imagen que desencadenara lo que se hallaba debajo de la tela de cuero, pero no fue así. Tal vez había comenzado a aceptar que nunca encontraría el final del túnel, era sencillo para él desmotivarse con el mínimo error que cometiera en el primer intento.

Pianoman. ; kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora