2. Una nueva esperanza

97 20 9
                                    

La ardilla se sintió melancólica. Descubrir a unos recién nacidos y ser el verdugo que los liquide, no era fácil. Se quedó en el risco de la gran cascada observando, incluso salió una lágrima de sus ojos apenado por la perdida, una perdida inevitable.

Por otro lado, el quinto huevo que no había salido de su cautiverio, flotó al aterrizar en el agua y la corriente se lo llevó. Rodó y rodó por varios días, hasta atravesar la mayor parte del bosque. El recorrido de la pequeña criatura, terminó al momento de impactar con una roca que impidió que siguiera su rumbo, y salió disparada lejos del agua chocando con algunos arbustos que habían. El reptil, se arrastró con lentitud y llegó a un terreno árido, hizo un agujero como pudo, y descanso allí.

Paso una temporada.

El verano estaba presente, algunas plantas sufrían de ansiedad; ansiaban agua para refrescarse. Los animales por igual se estaban secando del calor que emitían los rayos solares en dicha época.

La serpiente ya no era una pequeña y delgada lombriz, era más gruesa y hábil para capturar su alimento, y su presencia comenzó a hacerse notar por toda la fauna y flora del bosque.

“Reptil endemoniado” fue llamado por una rata antes de ser devorada. Como la rosa, la víbora era mal augurio en el entorno que lo rodeaba, todos lo querían fuera; además, muchas veces trataron de entregarlo a los cazadores que vendían plantas y animales exóticos, colocando toda clase de trampas por donde él andaba.

En una persecución, en donde el búho persiguió al joven reptil por estar comiendo a los residentes del bosque, llegaron hasta el jardín, el lugar en donde vió a una extraño arbusto siendo abusado verbalmente; y fue en su ayuda en cuanto perdió de vista a su contrincante alado.

—Métanse con alguien de su especie, venenosas —dictó la verdosa criatura, acercándose más al arbusto espinoso.

—¿Qué hace un planta sin raíces defendiendo al monstruo mami? —comentó ignorante una florecilla.

Las palabras dichas por la pequeña flor refugiada tras un alto tallo y coloridos pétalos, hirió más de lo que ya estaba el autoestima de ella, haciéndola sentir miserable. La serpiente se indignó al ver como la trataban, y seguía en medio de ella, protegiéndola de las flores que “supuestamente” eran sus aliadas.

De pronto, más hojas caían de la planta y otras empezaban a secarse, el verdoso ser al presenciar dicho acto, se abalanzó en contra de las demás flores, y con sus venenosos colmillos, apuntó con un único objetivo, matar.

—Detente —enunció la rosa intentando detener a su salvador.

—¿Por qué? ¿Ellas se burlan y tú te quedas sin hacer nada, solo porque eres diferente? —le cuestionó él, con un leve siseo en su pronunciación.

—Gracias por tu ayuda pero, estoy bien. No tienes que forzarte por un simple arbusto inservible como yo —masculló con tristeza, insistiendo en que no dañen a sus compañeras.

—No necesitas decirme esas babosadas; ellas pagarán. Si, me detendré, no las eliminaré —afirmó arrastrándose en zigzag por donde ellas estaban plantadas, y volvió para despedirse de la rosa depresiva.

El animal dejó el campo floral, y volvió a escabullirse en el bosque en busca de comida, después de todo, apenas era de mañana y necesitaba almorzar algo si quería regresar a ver a la planta y hacerla entrar en razón.

Antes de llegar a su nido, vió aún canario regordete comiendo unas semillas, se detuvo y espero para realizar su ataque, segundos después el ave yacía en el estómago del reptil proporcionándole energía y también algo de sueño. Para protegerse de sus enemigos, siguió su trayecto hacía su nido, y durmió por largas horas.

Por otro lado, en el jardín, la rosa estaba pensando en el caballero que la salvó, al parecer causó una gran conmoción en todas las flores, ya que desde su aparición nadie la molestaba, solo la miraban con odio y desagrado.

Esa noche, el cielo estaba estrellado, y la luna parecía como si estuviera observando a la planta, fue la primera vez que ella pudo contemplar lo hermoso que es el cielo que yace encima de ella y la nutre de vitaminas para su crecimiento.

Gracias a su repentino cambio de ánimo, un brote diminuto apareció en una de sus ramas más viejas y otro un poco más grande se denotó en la rama principal, haciendo que ella recuperará la esperanza. El mismo día, fue visitada por el verdoso animal, que miró sus primeros brotes con curiosidad.

—Buenas noches planta —saludó —¿Qué son esas cosas redondas? Parecen huevos ¿Acaso tú también eres un reptil? —preguntó inocente la víbora.

—Son capullos, ahí es donde se guardan los pétalos de las flores ¡Finalmente voy a florecer! —respondió emocionada.

—¿Y...se come? —interrogó de nuevo.

—No creo, las flores son para apreciarlas y no mancharlas; al igual que la luna y las estrellas. También poseen un olor característico; quizás...puedas olerme algún día —contestó dirigiendo una de sus ramas apuntando al cielo.

La serpiente se asombró, sus conocimientos sobre la flora no eran buenos, solo sabía cuales árboles producían fruta y semillas, que usaba en algunas ocasiones para atraer a sus presas. Ambos se quedaron en silencio, luego del breve cruce de opiniones. La serpiente se concentró en conocer la complexión de la rosa, altos tallos, espinas tan duras como uno de sus colmillos, de contextura delgada y hojas verdes más anchas que la lengua del reptil.

Se deleitó mirando cada aspecto, tan raro y único para él, en aquel instante la rosa lo miró avergonzada, y el animal solo pudo decir una frase... “Resplandeciente cual estrella fugaz” a lo que ella reaccionó impresionada, ya que nadie en el jardín le había adulado, siempre fue lo contrario.

—Nosotras somos las hermosas, no esa inmunda existencia —comentó un girasol que los escuchó conversar.

—Estas larguiruchas nunca aprenden... —habló haciendo una pausa —...ustedes son las inmundas, que con una linda apariencia engañan a los demás, pero por dentro están llenas de veneno tóxico y suciedad —gritó molesto.

El no matar a toda esa muchedumbre era algo que enojaba al reptil, pero como responsable que es, no iba a incumplir con lo que la rosa le dijo, pero eso no significó que se quedará sin hacer nada, y les arrojó unas cuantas rocas en venganza para hacerlas callar.

La rosa que nunca tuvo su final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora