3. Nostálgica amistad

99 25 8
                                    

La mañana siguiente, varios girasoles tenían algunos pétalos caídos y tallos con hematomas, haciéndolas ver poco agraciadas. Las demás flores preguntaron quien era el causante de aquel incidente, “Todo es culpa de ella, La reina de espinas” señaló indignada una de ellas adolorida; las demás le miraron con ira y odio, tomando la iniciativa de arrebatar uno de sus capullos. La rosa sollozó en silencio, luego de que le quitarán una de sus futuras flores, se baño con los rayos del sol y anheló que su reptil amigo, le salvara de su tortura matinal.

Pero espero horas, días, incluso meses y el otoño tiñó el bosque; las hojas de los árboles caían, los animales ya empezaban a recolectar alimento para pasar el invierno y la serpiente nada de aparecer, dejando a la flor a su suerte...bueno a sufrir las burlas y abucheos de siempre soportado oír cosas como: Calamidad, adefesio, engendro y demás clases de apodos que le implantaban.

Era el segundo mes de otoño. Al anochecer, se notó a la luna brillante y un animal verde y escamoso se escabulló en el jardín, haciendo gritar a todas las flores con temor, como si de un terremoto se tratara.

—Ya sé que soy inolvidable señoritas ¿Se han portado bien con mi amiga o quieren que vuelva a darles unos regalitos? —comentó la serpiente con arrogancia y su característica risa macabra, que utilizaba antes devorar a su comida.

—¡Monstruo! —exclamaron con su chillona voz como si presenciaran al mismísimo satanás o a uno de sus secuaces.

La rosa al ser la que estaba más apartada de las demás, escuchó el griterío y despertó de su letargo.

Lo vió de lejos, causando problemas otra vez, y en plena noche.

—¡Reptil! ¡Ven acá, ahora! —Alzó su voz malhumorada.

—Si rosita hermosa —afirmó llendo tras su amiga —Veo que has brotado como nunca y de color carmín, mi favorito. Te he extrañado bastante ¿tú me extrañaste? ¿Cómo has estado? ¿Siguen de abusivas aquí?  —habló cual perico cambiando su actitud de maleante al verla llena de flores, y pequeños capullos.

—¿Cómo tienes el descaro de preguntar cómo he estado? Si ni siquiera tuve una visita tuya desde el verano; y ya deja a esas alcahuetas, ya me acostumbré a ellas —contestó haciéndose la fuerte.

A pesar del regaño otorgado al animal, este continúo admirando su nuevo cambio. Ella había florecido hace poco tiempo; sus pétalos eran color sangre, amplios y delicados; su forma era simple y elegante, sin duda parecía una toda reina; y su belleza estaba eclipsando a las demás flores, incluso atrayendo la atención de las abejas que mantenían ese color vibrante y llamativo en sus brotes, pero igual continuaba frágil e inocente, ya que aunque nuestro aspecto cambie difícilmente podamos transformar nuestro interior; y eso era justamente lo que le ocurrió a la bella rosa, su exterior floreció pero su interior permaneció intacto.

—Deberían llamarte la reina de las flores, pura y bella —enunció de golpe la serpiente inconscientemente —Disculpa, yo...solo...dije eso porque estás preciosa —gritó avergonzado —Debo irme, nos vemos mañana y si te hacen algo me avisas —dictó apurado luego de aquel cumplido, mirando con ferocidad a las demás flores, saliendo del lugar.

Ella quedó atónita por tanta palabrería y volvió a dormir ignorando las típicas y ya obvias miradas, esta vez, llenas de envidia y celos, muchos celos, de esos que hacen daño, que enloquecen.

El alba lentamente se alzaba, y un amarillento cielo con toques de anaranjado dió los buenos días al bosque; la flores se levantaron, el viento mañanero dejaba cada vez más calvos a la árboles y los animales se concentraron en almacenar alimento y cobijar sus refugios, incluído el animal verdoso con colmillos venenosos, que se limitó a cazar en el día y visitar a su compañera en las noches.

Solo faltaban una semana, siete días para que el frío invierno lo cubriera todo. En esa semana hubo días lluviosos, días con mucho viento, días pacíficos; esa clase de clima poseía el bosque, un tanto particular, pero muy común en sus residentes.

Ya era de noche y las concurridas visitas del animal ya eran costumbre, siempre haciendo su aparición con una frase vergonzosa para ella.

—Hoy estás más hermosa de lo usual —comentó la víbora con un leve siseo de su lengua, al encontrarla mirando el cielo.

La planta se volteó un poco sorprendida por la identidad de aquella voz, pero luego lanzó un suspiro de alivio al descubrir que era su amigo.

—¡Debiste avisar al llegar! —replicó con molestia, mientras sus pétalos bailaban con modestia —Y por favor, deja esas frases de poeta conquistador —añadió.

La serpiente hizo caso omiso a la sugerencia de su amiga, él no tenía deseos de oírla rechistar, el solo mirarla junto al paisaje nocturno, era suficientemente espectacular; se despidieron y los días empezaron a pasar.

Tanto la rosa y la serpiente disfrutaron de sus días juntos, aunque no se imaginaron que esos días serían los últimos que estarían juntos, charlando y observando el paisaje nocturno.

La primera nevada cubrió todo el colorido paisaje, dejando al río congelado y anunciando la entrada de una nueva estación, el invierno, más fuerte y letal que el anterior. Ese mismo día antes de que la serpiente fuera a invernar, fue a visitar el jardín de flores, buscó el lugar en donde estaba su amiga, pero vió sus pétalos secos vueltos trozos macizos de hielo.
El reptil triste y desanimado, tomó una semilla de su amada compañera y la llevó a su cueva, la guardó y durmió hasta que nuevamente llegará la primavera, para poder cuidarla y protegerla.

Una amistad simple, sin traiciones, sin embargo de poca duración; aunque humilde y sincera. Una amistad pasajera entre una flora y fauna servera. Al nacer somos puros y sin manchas; luego nos corrompen y al final estamos muertos con miles de arrepentimientos, sin haber dicho o expresado nuestros verdaderos sentimientos.

«No seas tan negativo como la rosa, que de un suspiro se abalanzó en llanto cual recién nacido, mejor continúa y lucha, protege como la víbora».

Fin.

La rosa que nunca tuvo su final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora