IV

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Estabas acostado en esa fría cama y con tu brazo ocultabas tus preciosos ojos amatistas. No entendías nada, tan solo sabias que no le harías caso.

Y recordaste, recordaste el día cuando dejaron vuestros orgullos y confesaron sus mutuos sentimientos. Sus palabras para ti habían sido claras. Dejaré de amarte cuando el tiempo deje de serlo.

Y tú solo sabias que sin él no eras nada porque solo te era fácil respirar cuando estabas a su lado. Porque solo cuando estabas con la personificación de la Muerte la felicidad no tardaba en llegar.

La Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora