Cuatro

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Canción del capítulo: Reik - Ráptame


La cita con el licenciado es a las nueve y por supuesto que yo salgo con dos horas de anticipación

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La cita con el licenciado es a las nueve y por supuesto que yo salgo con dos horas de anticipación. Prefiero llegar temprano a causarle una peor impresión a Rodrigo. En cuanto pienso eso, frunzo el ceño. «¿Y qué importa lo que piense de mi?» me pregunto mientras pongo música tranquila para disfrutar el viaje cruzando la ciudad de México. Llego con media hora de anticipación, mentando madres por la cantidad de gente que ya recorre las calles. Sin embargo, le gano a Rodrigo y hasta a el mismo licenciado, así que me siento como total triunfadora por el día. Lo malo, es que no hay ni una cafetería cerca y no me puedo comprar un café.

A los cinco minutos, llega una camioneta blanca. No es la más elegante ni último modelo pero noto que tiene algo pintado en las puertas. Por más que trato de descifrar qué dice, no puedo divisar nada. Está muy lejos. Se abre una puerta y baja Rodrigo con un termo en las manos. Espero a que baje Santiago también, pero nadie más sale del auto. Rodrigo me ve sentada en las escaleras del edificio y aprieta los labios.

«Uf. Me odia de verdad», pienso para mí.

—Buenos días —Me saluda inclinando la cabeza ligeramente.

—Buenos días —Respondo.

No se sienta ni nada, solo se queda parado cerca. Noto las ojeras debajo de los ojos e imagino que se debe haber quedado toda la noche despierto. Se ha cambiado de ropa, ahora trae una camisa a cuadros con diferentes tonos de café. El reflejo de la luz del sol hace que su cabello se vea más claro y se parece aún más a Tomás. Solo que Tomás siempre sonreía y a Rodrigo no le he visto ni un reflejo de sonrisa. Supongo que dadas las circunstancias, es completamente entendible.

Ayer escuché de Clara que iban a cremar el cuerpo a las primeras horas del día. Probablemente ha pasado ya. «¿Qué harán con las cenizas?», me pregunto.

—Gracias —Rodrigo se aclara la garganta—, por estar en el funeral ayer.

No sé qué decir. Parte de mí quiere decir que no tiene nada que agradecer, que testamento o no, igual hubiera ido... pero la realidad es que no lo sé. Fuera de que literalmente Tomás pagó por todos los gastos para traerme, no estoy segura si hubiera venido si viviera en México. Realmente no sé nada de él ni de su vida. En cierto modo me siento un poco hipócrita y bastante culpable.

—Por favor no me agradezcas —Me muerdo el labio—. Estoy aquí por Tomás. Literalmente.

La mirada de Rodrigo es un poco dura. Solo asiente con la cabeza.

—Probablemente le hubiera gustado verte antes.

Las palabras que salen de su boca suenan a reclamo más que nada. Abro la boca para decirle que no tenía una relación de amistad con Tomás cuando escucho la voz del licenciado Anaya:

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