capítulo seis

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STAY WITH ME

Miro mi anillo levantando la mano al techo, inspeccionándolo. No había tan estado consciente de él, hasta ahora que me doy cuenta de que Soraru-san siempre lo lleva con él. Un acto tan dulce y fiel, como su dueño. Toco sus dedos, y entrelazo los míos con ellos. Cada vez es más fácil meterlos entre los huecos de los suyos. Doy un suspiro, acomodándome de lado en la cama, dejándome una vista completa de él.

—Te amo tanto—digo, sólo porque se me da la gana. Ya no sé si mis palabras son meramente reales, pero las digo, buscando su aceptación y un beso de premio.

—Eres un dulce niño que necesita mucho amor y atención—murmura, adormilado—¿no es así?

—Soy tu niño de miel—río, haciendo referencia a uno de sus poemas asonantes dedicados a mí. Él se levanta un poco, y se acerca somnoliento a mis labios, presionando los suyos contra ellos, reprimiendo una sonrisa. "Mi novio es tan lindo" pienso, regodeándome internamente en un vaivén de ternura mientras saboreo sus pétalos de nicotina.

—A este paso me darás diabetes—dice, y se levanta—hoy no tienes universidad, ¿no es así?

—No, pero tú sí—murmuro, en un puchero.

—Sólo tengo una clase en un rato más, ¿quieres ir conmigo?

Mi rostro probablemente se ilumina. Pasar tanto tiempo lejos de él me ha hecho dependiente a las pocas horas a la semana que tengo a su lado. Quiero estar con él todo el tiempo posible para poder vigilar su comportamiento. No quiero verlo enfermo de nuevo, no lo soportaría, y él lo sabe, por eso es que me esconde las cosas. Sabe lo mucho que me dañaría, pero ese es el problema, él resuelve eso de mí, pero no de él.

Veo sus ojeras de reojo, y suspiro, dándole una pequeña sonrisa. Veo que Soraru se acerca, y presiona sus labios rosados contra mi cuello, de forma suave y dulce, como él es.

—Claro.






—Soraru-san, tus clases son taaaan aburridas—murmuro. Él ríe, y vaya que se ve lindo sonriendo. Mi corazón se llena, y me contagia su pequeña sonrisa hasta hacerme caer de amor por él nuevamente. Soy tan fácil.

—Sólo no las entiendes—susurra en mi oído. Me siento como un adolescente nuevamente, aunque, creo que sigo siendo uno. Sólo tengo diecisiete años. Una suerte tremenda haber encontrado al amor de mi vida tan joven, espero pasar el resto de mi existencia con él. Espero que él quiera pasar el resto de sus días conmigo—pero está bien, tus clases deben ser mejores. ¿Cuál es tu favorita?

—Dibujo anatómico—le digo. Escondo mi rostro en su cuello, apoyando mi mejilla en su clavícula.—Quiero aprender pronto de todo para poder pintarte más seguido.

—Sólo gastas tu talento en mí—murmura, pegando su mejilla contra mi pelo. Siento la usual tristeza en su voz cuando habla de sí mismo.

Estamos en un café, al aire libre. Su clase sólo duró dos horas, y convenientemente hoy no trabaja. Un buen día, es completamente necesario, lo extrañaba mucho, lo extraño mucho. Lo siento muy ido, como si su cabeza estuviese en otra parte, pero sigue respondiendo involuntariamente a todo lo que digo. Es un profesional hablando medio dormido, creo que debería pedirle que me enseñe a hacer eso.
Le doy un apretón en nuestras manos entrelazadas, mientras las levanto un poco y le doy un beso sonoro a sus dedos. Vuelvo a mi posición en su cuello.

—Mi talento es tuyo—sonrío, sé que él siente mis labios moverse, porque ríe un poco. Es muy cosquilloso. Su piel pálida y suave es muy sensible, sobre todo a mi boca—Nací para ti.

—No, tú naciste para ser tuyo—dice, levemente molesto—para quererte a ti mismo, para hacer crecer tu talento porque a ti te gusta.

Yo frunzo los labios. ¿Por qué tiene que ser tan realista ahora? Sólo quiero decirle lo mucho que lo adoro, y se pone a decir cosas motivadoras que no comprendo. Sé que son claves, desea decir algo serio, pero, o no sabe cómo decirlo o sabe que no lo comprenderé. No quiero escucharlo, no quiero ser reprendido por este amor. No me siento enfermo, no me siento triste cuando estoy con él. ¿No es eso una buena señal? Sólo existo para él, y no es malo, está bien, me siento bien.

Estoy bien así.
—¿Por qué no sigues tus propios consejos?

Él duda, sobando mis dedos con los suyos. Escucho su corazón agitado a través de su abrigo. Da un gran respiro, parece estar pensando, pero suelta un:
—No lo sé.

—¿Ves? Yo tampoco lo sé—Digo, alejándome de su cuerpo, mirándolo fijamente a los ojos, sé lo difícil para él que es hacer contacto visual—sólo sé que quiero estar contigo siempre, y dar todo de mí para ti. Sólo existo para ti. Sólo te amo a ti.

—Pero esto no está bien, Mafu—me corta, con un tono de voz más agitado de lo usual—quiero que te ames a ti antes que a mí.

—Eso es imposible.

—¿Por qué? ¿Por qué es imposible?

—Porque tú ya me amas—susurro, acercándome a su rostro. Siento sus dedos temblar bajo los míos. Está nervioso, adoro ponerlo nervioso. Siento que al hacerlo reaccionar de la forma que sea, lo tengo aquí en cuerpo y mente, no sólo en cuerpo—y yo ya te amo a ti.

Él baja su rostro, haciéndome chocar los labios contra su flequillo de forma torpe. Nota mental, llevarlo a la peluquería. Ya casi no puedo ver sus lindos ojos claros. Soraru habla nuevamente, en voz baja:
—¿A qué quieres llegar con eso?

Tiembla. Tiembla tanto que me preocupa. Su voz suena como si quisiera llorar. No lo comprendo, pero sigo con mi discurso. Necesito que me entienda, o de otra forma, me perderé en mis pensamientos.

—Que no necesitamos amor propio—murmuro, buscando su rostro con él mío, sacando su flequillo de sus ojos con mis dedos libres—¿para qué esforzarnos por querernos a nosotros mismos si ya nos amamos mutuamente? Sólo quiero que tú me quieras, no me interesa quererme.

Él no duda en contestar, mirándome bien:
—Supongo que tienes razón.

Platicamos un poco más en el café, mientras yo tomo chocolate y él un café simple, sin azúcar. Hablamos de nuestro futuro, de las flores que duermen en mi ventana, de su cuenta de electricidad, de lo mal que duermo en la noche sin su almohada, de lo mucho que lo amo, de lo mucho que me ama. Pero nunca volvimos a tocar ese tema hoy. Sólo nos miramos, y comprendimos nuestros pensamientos sin decir nada.






Él saca de su cajón mis pastillas. Toma una, la muele con una cuchara y la echa a un vaso con jugo, revolviéndolo. Me lo entrega en la mano suavemente, sin mirarme. Soraru-san está muy ocupado ordenando toda la casa. Tomo el contenido del vaso en silencio, sabe a naranja.

—Hoy volveré a mi casa, mis papás deben estar preocupados.—Digo.

—No quiero que te vayas—susurra, y mi corazón se estruja al ver su rostro girarse hacia mí tan rápidamente—dile a tus padres que estás conmigo y que rieguen tu planta por favor. Yo te despertaré mañana para la universidad y te prestaré de mi ropa.

Definitivamente no me negué. Aunque hayamos olvidado el detalle de que no están mis libros o cuadernos conmigo, o que Soraru-san haya hablado tan rápido y sin pensar que olvidó que mañana es sábado y no tengo clases. No dije nada, se lo diré mañana y me burlaré de su carita confundida.

Dormimos en su cama tapados por muchas mantas suaves y esponjosas, con pijamas dos tallas más grandes que nuestros cuerpos, con un par de mis peluches de repuesto en nuestro costado. No hicimos nada más que dormir abrazados, tocar nuestros rostros cansados y murmuran un par de tóxicos: "te amo".
Soraru-san acarició mi cabello por mucho tiempo. En cambio, yo creí que por un momento logré tocar su alma, cuando en vez de decirle "te amo" le susurré un "quédate conmigo". Probablemente es lo más sincero que le he dicho en todos estos meses. O tal vez, lo más sincero que le he dicho desde que lo conocí.

Honey boy | 2 | soramafu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora