capítulo dos

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FLOWER

—Buenos días–susurro a sus compañeros. A pesar de que algunos de ellos me sonríen amablemente, no puedo dejar de sentirme nervioso por las miradas ajenas a esas buenas expresiones hacia mí. Un par de grupos lejanos ríen cuando me miran. Mis manos tiemblan, y con una sonrisa nerviosa llego hasta el comedor. Le veo sentado, mirando su teléfono con una sonrisa. Por un segundo mi corazón teme, pero doy un salto pequeño cuando el mío vibra en el bolsillo principal de mi pantalón.

A mitad de camino a sus pies, enciendo la pantalla, riendo cálidamente. "Me gusta la ropa que usas hoy, las flores te quedan bien". Siempre junto a un punto final, sin siquiera un emoji, esa seriedad jamás la he logrado sacar de sus escritos.

—Hola–dice, haciéndome un espacio a su costado. Acepto su discreta invitación a sentarme a su lado, apoyando mi cabeza en su hombro delgado. Dejo una cajita con ensalada de salmón y verduras sobre la mesa. Él la mira, abriéndola, sonríe para mí—gracias, sabes que no me gusta comer sin ti.

Desearía decir tantas cosas cuando me mira. Me pongo nervioso, mis manos comienzan a sudar de forma repentina; y para el máximo remate posible, mi corazón late horriblemente en el fondo de mi cabeza. Me acomoda entre sus dedos, mientras con la mano derecha comienza a comer, despacio, como siempre. Estoy relativamente echado sobre él, cuando murmura:
—Escribí algo para ti.

Cada vez que dice eso mi existencia desea gritar. Soraru-san es la persona perfecta, hay mil razones por las cuales todas mis reacciones son estrictamente sólo para él. Empezando por su sonrisa traviesa de medio día, cuando me ofrece la mitad de su comida porque le compro demasiada, o también las veces que me arregla los mechones de cabello sueltos por mi frente; cuando aprieta mi nariz, cuando ríe y me dice "eres un idiota" sin creerlo realmente. Me cuesta procesar que alguna vez los dos tuvimos un corto tiempo de relación "odio-odio" gracias a una primera mala impresión de su parte. Mis padres eran muy indiscretos respecto a sus pensamientos, y a los míos, también.

Saco emocionado del bolsillo de su abrigo gris, una libreta de mano hecha de cuero, separándome un poco de él para poder abrirla. Le miro los ojos en busca de aprobación. Él sonríe, metiéndome una cucharada de comida a la boca. Río a labios cerrados, buscando entre tantas páginas de él, dedicadas a mí y sólo a mí. El ego que nunca había podido criar, con Soraru-san se ha vuelto inmenso. Su forma de mimarme física y psicológicamente, me dejan sentirme un niño pequeño, siendo amado totalmente.

–Uh, hoy no es un poema.
No dice nada, pero sigue comiendo, lo cual me hace completamente feliz. Leo lentamente su letra, engulléndola con la mirada, en una extasía total que sólo él logra provocarme con palabras. Su caligrafía me da ganas de enmarcar sus escritos, el aroma a la tinta del lápiz que le regalé hace un año; me embriaga totalmente. "Eres un chico cuando me gritas palabras excéntricas, aún cuando una dulce imagen femenina me asusta cuando besas mis labios".

—No pude hacer que rimara–dice, tragando suave–eres demasiadas cosas como para describirte sólo en palabras consonantes.

Siento todo mi rostro hirviendo, la vergüenza me recorre a pesar de las miles de palabras que me ha dedicado en nuestro largo tiempo juntos. No puedo evitar sentirme de esta manera, su energía absorbe la mía cada vez que toca mi alma con sus versos, inusualmente asonantes por hoy. La campana suena, un vacío me invade completamente. Le doy un beso en los labios, a pesar de que sus compañeros me observan alucinando de reojo. Siento mis cejas juntarse en una mueca triste. Nos despedimos como si no fuésemos a vernos en años, cuando sólo le quedan dos horas de periodo estudiantil por hoy. Soraru-san me sonríe antes de entrar a su salón, y aunque yo trato de sonreírle de vuelta, no puedo.

Honey boy | 2 | soramafu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora