epílogo

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"Mafumafu nunca supo lidiar con la culpa, por eso, aunque éramos muy diferentes, siempre pensé en él como un reflejo de mí.

Siempre supe de los cortes furtivos bajo sus mangas, del borde mordido de sus delgados labios secos, o de su cuello escuálido rasguñado por sus largas uñas mordidas.

Él era una persona singular, no tan nerviosa como yo, pero sí muy neurótico. Habían noches donde lloraba en mi cuello, y enterraba sus uñas pastel en mi espalda, buscando consuelo de sus desconocidas pesadillas bajo mis suspiros asfixiados entre su llanto.

Estoy completamente seguro de que incluso en sus pensamientos, él jamás pudo verse como en verdad era. Él jamás pudo comprender la realidad de todo nuestro desastroso ambiente, ni siquiera en sus últimos momentos junto a mí. Pasaba la mayor parte de nuestros días deprimido, e incluso cuando estaba a mi lado, y trataba de sonreírme en grande para dejarme tranquilo, sabía que no había manera de reparar sus malos pensamientos sobre su existencia.

Suspiraba fuertemente sentado entre mis piernas, y en la madrugada, sólo a veces, me pedía ser llamado con pronombres femeninos, bajo susurros suaves, para no provocarle un llanto sin final. A la mañana siguiente nunca recordaba sus súplicas, así que jamás tuve problema alguno con su día a día, siempre me sentí honrado de haber sido escogido como la persona a la cual escogió para ser la (primera) última en adorarlo y cuidarlo de todo (lamentablemente nunca pensé en cuidarlo de mí).

No mentiré, con sus pecados en la espalda, sus sueños falsos, sus intentos de suicidio callados por mis besos fugaces, e incluso con una infidelidad en mano, jamás me sentí verdaderamente traicionado por él. Siempre supe que él nunca me perteneció, pero que yo nací para ser absorbido por su electrizante tristeza notoria.

Nuestra breve historia de amor marcó el nacimiento de mi vida, y en resumen de todos mis desastrosos y desordenados pensamientos, lamento jamás haber podido dedicarle un poema lleno de rimas amorosas, en agradecimiento por haber despertado mis esperanzas.
Y también, por haberlas destrozado.

Espero que mis palabras no se mal interpreten, porque mi amor por él sigue intacto a pesar de mi opinión. Mi dependencia a él nunca fue el origen de todos mis problemas, y él no tuvo culpa alguna de sus acciones provocadas por la desesperación de una adolescencia confundida por llegar rápidamente a una adultez imposible de lograr.

Quizás el único problema de nuestro encuentro en este mundo, fue la edad, o el egoísmo de nuestros deseos infantiles de poseer al otro como si fuésemos células parásitas.

Estoy seguro de que en otra vida nos encontraremos, y arreglaremos todos nuestros errores cometidos bajo el nombre de torpes pecados imposibles de reparar, pero sí, de evitar. Y en otra vida, seremos enamorados, seremos humanos, seremos animales, seremos los nuevos botones nacientes de los crisantemos reposados en la ventana de su cuarto, seremos la gran pequeña revolución de una juventud perdida en el amor y enfermedades atoradas en las gargantas secas de personas las cuales nunca debieron ser infectadas.

Seremos tantas cosas, Mafu, seremos botellas de colores, y brillaremos sobre tus cuadros en una galería de arte, en un campo, en la plaza; en el arte de tu cuerpo marchitado por la obsesión carmesí de mi defectuoso amor."




Limpié mis mejillas, pero es imposible que no estén mojadas. Levanté mi mano temblorosa, y sin consciencia, la reposé en su rostro inerte, pálido, endulzado con maquillaje que emula sus sonrosadas mejillas de amor artificial.
Con la otra mano, saco de mi bolsillo la libreta de mano que siempre traía conmigo, y la dejé torpemente entre sus manos, mirando de reojo las causas de su desaliento, las marcas rojas de sus muñecas vendadas inútilmente.

—Es tuya—susurro, con la voz rota—tráela contigo si algún día nos volvemos a encontrar en esta vida, o en otras, bebé.

Mi niño de miel se ha derretido a causa de los parásitos que dejé pudrirse sobre él.

Honey boy | 2 | soramafu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora