Parte Única.

111 14 8
                                    

Ambos querían más, más de lo que podían ganar. Ambos querían juntar más cosas de las de las que sus manos podían atrapar.
Sus pechos dolían y ardían si no se mantenían cerca; sus cuerpos se consumían cuando intentaban fundirse. Eran tan diferentes, tan iguales, tan... Extraños ellos dos.
Sus manos usaban cuchillas y espadas para defenderse y al mismo tiempo se acariciaban con cañones de pistola. Golpeaban al enemigo y luego se abofeteaban cuando no tenían nada que hacer. Creían ser fuertes... En esa coraza que construyeron para simplemente encerrarse y vivir juntos. Sin embargo, su fortaleza, a la lejanía, se debilitaba.
No podían apartarse uno del otro, no podían dejar de tocarse o al menos percibirse. Era algo que, de hacerlo, los mataría, por lo que se guardaban una profunda devoción que ninguna otra nación podría superar.
Pretendían odiarse cuando más se amaban; pretendían estar enfadados cuando más enamorados estaban. Pretendían tantas cosas que a veces ellos mismos no estaban ni seguros de lo que sentían, sólo lo dejaban ser como ese profundo mar que nadie podía controlar. Sus olas chocaban con un borde que no conocían. Sus límites existían, eso lo tenían claro, más no lo median ciertamente.
Cada año avanzaba, cada pelea forzaban. Y eran incapaces ya de terminar lastimados como sanos estando mucho más cerca.

Uno de ellos, el más joven, siempre moría por besarlo. Tenía un deseo que no podía controlar, unos besos que sabían matar y persuadir. Tenía todo para destruir al otro... Y él era tan simple que se molestaba en desarmarlo con leves caricias, curando sus heridas y en algunos casos quemándolas por más que dolieran. Podía parecer pulcro, inocente, sin embargo, a la vista de los demás países era un completo imbécil. Siempre apartaba o molestaba a todos, con el fin de seguir con ese eterno papel de bufón que, ni aún borrándolo del mapa, podían callar. Él tenía una reputación... Y él tenía un amor todavía más inocente y pútrido que alguna otra representación nacional podría tener.

El otro, el de más edad pero sin mucha diferencia, de por sí en su alma ocultaba una oscuridad que reemplazaba en su exterior con una fina capa de amabilidad y bondad, quizá una demasiado perturbadora. Sus manos habían Tocado sangre de inocentes más de una vez en toda su historia, siendo marginado por todo el mundo. Trataba de llevarse bien con la mayoría, aunque éstos le valían menos que nada, porque algún día todos iban a besarle los pies. Algunas personas le temían y eso era algo con lo que había cargado por eternos años, pues la única que no sólo escondía eso a sus ojos, sólo pretendía ser dulce a la luz de ese par de rubíes que parecían cegarlo. No había nadie en este mundo, ni en un millón de años incluso, que se pareciera a él, que lo pusiera en situaciones que ya no sabía como plantear. Que le diera tanta vida y muerte a la vez con facilidad. Quería hacer que el mundo fuese bueno para él, que todos vieran la sombra de su sonrisa o que mínimamente supieran que no era un imbécil. Él también quería que los demás lo notaran también... Siendo incapaz de decidir entre dejarse llevar y disfrutar el momento o ser egoísta y guardarlo para sí mismo.
Entre ellos, sin darse cuenta, existía un tipo de amor que, pese a ser un tanto oscuro, también tenía algo de verdadero, un algo bastante grande. Era oscuro por esa sombra que siempre amenazaba con destrozarlo y al mismo tiempo verdadero porque los dos velaban por la felicidad del otro. Conversaban aunque nunca los vieran y compartían tanto tiempo que no necesitaban siquiera hablar para sentirse vivos.

Rosas, chocolates, flores. Nada de esas cosas era importante cuando se tenían tan cerca. Pues, en su coraza, el cielo plantaba un hermoso universo. Porque cuando estaban juntos, incluso a metros, se sentía ese aura de conformidad, de estar a gusto de ver al otro y encontrar sus ojos de vez en cuando. No existía dicha más enorme que la de ellos, quienes se escondían para que no fuese extraño, para que sus jefes no terminaran en guerra igual que antes...

Porque Prusia y Rusia siempre terminaban de esta manera cuando, en realidad, ellos sólo buscaban amarse a los ojos de todos. Amarse y estar el uno para el otro, quizá no por la eternidad, pero al menos mínimamente aquello.

Los humanos jamás entenderían que las naciones al desearse unas a otras y demostrarlo en público sólo era señal de problemas. Pues, al ser territorios, sus propios jefes planearían luego atentar contra el otro, buscando ser unidos en sentido literal. Y ese era un precio que, por ahora, no estaban dispuestos a pagar, sin embargo cargaban encima todo el tiempo.

Los humanos tenían suerte... vivir y morir. Amar y odiar. Nada de eso desataba un enfrentamiento bélico que podría matarlos o, mucho peor, destruir toda una nación. Ellos eran tan afortunados... Mas no eran tan devotos el uno al otro.
Por eso se dice que, al ser inmortales, sus relaciones son más que duraderas. Porque cuando quieres a alguien de verdad, incluso viéndola siglo tras siglo, no puedes cansarte. Porque tú no puedes dejar de querer a alguien que ves todo el tiempo. Ellos dos tienen eso a su favor, cómo es que el amor no se acaba incluso luego de tanto. No había nada más especial que eso.

Y amaban ser capaces de sentirlo.

Devotion [Rusprus Drabble]Where stories live. Discover now