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El celular de Jorge no dejaba de vibrar y no podía conciliar el sueño. Se levanto de mala gana y vio a Reyna dormir a su lado, salió al balcón y atendió otra llamada que le acababa de entrar.
−¿Jorge? ¿Donde estas? Dios, por fin atiendes
¿¡Quien lo mandaba a hablar!? Esto es un karma, un verdadero karma.
-¿Ves la hora que es, Daniela? ¿Qué coño haces despierta, mujer? - se sentía hasta un poco sorprendido. Tres de la mañana y está loca lo llama como una histérica. -
−Estaba preocupada, ¿qué quieres? ¿Qué me duerma y no te llame y me preocupe? - refunfuño con ironía.
"Seria una buena idea" - pensó Jorge.
−Definitivamente, necesito un nuevo trabajo.
−Me haría sentir más cómoda y no tendría que preocuparme tanto
−Estoy entre vender pulseras en la playa o ser peluquero. ¿Qué preferirías tu, mujer? - Siseo con sarcasmo.
Daniela se rio al otro lado de la línea.
−¿Donde estas? - típica pregunta.
−En el hospital - mintió. -
−¿Guardia, de nuevo? - demando.
Jorge suspiro.−Aja, guardia de nuevo - respondió con fastidio y soltó un bostezo.
−Debes estar tan cansado... ¿Quieres que te lleve un helado, mañana? - ¡JA! el colmo. Lo que llegan a sugerir por vigilarlo.
−No querida, aquí hay cafetería. Te dejo, operare una pierna.
−Te amo, lindo. Di que me amas... - Esto ya es propasar los limites.
−Ahora no –Reprocho con cólera
Jorge entro al hospital y firmo la hoja de asistencia. A tiempo y Margot no estaba con su cara de mal follada esperándolo en la entrada. Hoy seguramente tenía que ser un buen día.
−Hola Margot, ¿a dónde te diriges? ¿Venias a esperarme para joderme, acaso? - dijo cuando la vio dirigirse hacia el.
−Es un placer para mi saber que has llegado temprano, un día memorable - Jorge resoplo. Entonces en ese momento entro Martina Justin dirigió una mirada hacia ella quien venía feliz y muy contenta.
Oh, ¿por qué será?
−Tarde Doctora Stoessel, ¿por qué será? Seguramente porque estaba visitando a su madre o a su amiga Mercedes... Seguro... Seguro... - dijo con sarcástico más no poder
Martina lo miro y le devolvió una fría mirada mientras firmaba en la carpeta de asistencia su nombre.
−Blanco... - le advirtió en un simple susurro.
Pero él no iba a parar allí. Martina paso de él con dirección al ascensor.
Jorge la siguió por atrás.
−¿Cómo podría decirte ahora, colega? ¿Mosquita muerta? ¿Gatita mala?
Martina respiro una buena zancada de aire. Las puertas se abrieron y no había nadie más allí, solo ella su fuerza de voluntad y el maldito de Blanco.
Martina marco el piso cinco y el de él, que se sabía de memoria. Ella sintió la mirada de él en su espalda o quizás en su trasero... No había dicho nada, iba a ser decente por primera vez e iba a mantener la boca callada, hasta que...
−¡Fraude!
−¡Cállate! ¡Tú no sabes nada de mí! Así que cierra tu puta boc…- un temblor en el ascensor hizo que Martina se paralizara. Jorge miro hacia arriba, el ascensor había parado y las luces de los pisos se habían apagado. -