No solo tenía dolor de cabeza, sino que también tenía un mareo increíble. Abrí los ojos con dificultad de lo pegados que estaban. Sentía que había estado durmiendo semanas, pero estaba tan cansada que parecía que no había dormido ni dos segundos.
Me di la vuelta para tratar de seguir descansando, pero pude ver algo diferente fuera. Miré a mi alrededor, nerviosa, para darme cuenta que esa no era mi habitación. Con la respiración agitada, miré a mis lados, ya más levantada, en busca de alguna persona. Tras no haber rastro de alguna, levanté las sábanas, pero el ver que no estaba desnuda me alivió un poco. Ahora, ¿dónde coño estaba? Y ¿cómo coño había llegado ahí?
Con una mano en la frente, otra en la barriga e intentando no vomitar, me levanté de la cama como si no hubiera caminado en siglos. Encontré mi bolso justo al lado de la cama, y me alegré al ver que no me habían robado nada. Tras eso, me lo colgé al brazo. Abrí la puerta de la habitación con cautela, sin hacer demasiado ruido. Todavía llevaba el bikini y el pareo de la misma forma que me lo até, por lo que supuse que nadie me había desnudado. No recordaba cómo había llegado ahí, y eso me agobiaba. ¿Y si me había pillado algún hombre de por ahí y me había violado aprovechando que estaba borracha?
No había bebido demasiado, eso lo recordaba. No seguido. Entonces, ¿por qué me sentía tan mal?
Al salir por completo, pude ver una sala muy ordenada y acojedora. Estaba bastante bien decorada y tenía varias estanterías llenas de libros. Era como un salón, pero a este se le habían dado más importancia a los libros que a la televisión. Para ser sincera, me enamoré de la habitación en cuanto vi la cantidad de historias que guardaban aquellas estanterías. Me acerqué a una de ellas, ya que me había llamado la atención la portada de uno de los libros. En efecto, Los Ojos Verdes de Bécquer. Fantástica leyenda.
Abrí el libro para ver en qué estado estaba y me maravillé al ver que no había ninguna página doblada ni estaba subrayado. Justo cuando pasaba la quinta página, escuché como alguien carraspeó y giré la cabeza hacia el lugar rápidamente, a la vez que cerraba el libro.
—Tienes buen gusto.
Rayan Zaidi me sonreía, apoyado en el marco de la puerta, totalmente vestido y arreglado y con una taza humeante de lo que parecía ser chocolate en una mano y la otra metida en un bolsillo. No sabía si sentirme aliviada o agobiada, por la suposición de que había dormido en la casa de mi jodido PROFESOR.
Tras intentar hablar varias veces para intentar sacar una de las miles de preguntas que tenía que hacer, conseguí formular la más importante de todas.
—¿Ese chocolate caliente es para mí?—al ver que Rayan asentía y se acercaba a mí para entregármelo, dejé el libro en su sitio, tomé la taza y me senté en el sillón más cercano—vale, ahora que he preguntado eso, ¿qué hago yo aquí?
—Buenos días—dijo, con una sonrisa y una ceja levantada—te traje a mi piso tras la fiesta en la playa. Si me estás preguntando esto, será porque no te acuerdas así que... Lo contaré todo.
—Sería un honor escuchar vuestro testimonio—añadí, dándole un sorbo al chocolate que, por cierto, estaba buenísimo (como el profesor)—.
—¿Qué es lo último que recuerdas?
—Me eché sobre la barra, creo.
—Bien. Supongo que algo te sentó mal, alguna mezcla de bebidas, porque fue como si te quedaras inconsciente. Como no sabía dónde vivías, te traje a mi piso y te dejé dormir en la habitación-
—¿Dónde dormiste tú?—le interrumpí—.
—En el sofá.
Tras estar un momento en silencio, abrí la boca para mencionar algo, pero él se adelantó.
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Sempiterno [CDM UL]
FanfictionHola, soy Lana. Lana Lindemann. Tengo 21 años y voy a volver a una ciudad en la que pasé mi adolescencia. Pasé allí toda mi época del instituto, con mis ligues, mis amigos y todo eso... Pero, ¿sabéis qué? No es nada en comparación con la universida...