Capítulo 1

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Si me preguntaras algún día qué es con lo que más disfruto en la vida, te diría que serían las pequeñas cosas las que marcan la diferencia siempre. Por ejemplo, el olor café recién hecho por las mañanas, las duchas de agua caliente en invierno, el sonido de las olas del mar cuando rompen, y probar el primer bocado de tu plato favorito. Podría quedarme horas y horas pensando en eso, pero tengo la obligación de convencer a mi cuerpo de que salga de la cama para asistir a mi primera clase de mi primer año de la universidad. Mi primer día. Esto sí que marcará mi vida. Una nueva etapa está por llegar.

Me levanto al fin de la cama y abro el armario, maldiciendo en que fui una despistada la noche anterior en no haber escogido la ropa, aunque sea probarme los posibles modelitos. Quiero estar impresionante, no volveré a ser una chica invisible como en el instituto. Esa etapa se cerró.

Escucho a mi madre subir las escaleras a toda prisa, sé lo que va a decir:

- ¡Vamos Malia! Que tienes que ducharte, vestirte y desayunar en 40 minutos o ¡¡¡llegarás tarde al autobús!!!

Mi madre se llama Kalena, y es lo que viene siendo un torbellino de mujer, pero aún así la quiero muchísimo y es lo único que tengo en mi vida desde que mi padre murió hace unos 3 años.

Para cuando me acabo de duchar, me miro al espejo y digo en voz alta que me tengo que calmar, la gente se comportará distinto conmigo y que no me preocupe, este año iré con más fuerzas que nunca.

Entro en mi habitación para vestirme y me debato entre un vestido con tonos pasteles o una falda larga con una camiseta y unas Converse, las que siempre llevo. Me miro al espejo con mi segunda opción puesta y me gusta lo que veo, será perfecto. Me aplico brillo en los labios y máscara de pestañas, doy gracias de que mi piel sea morena, para no ponerme colorete. Tengo el pelo negro, largo y liso, soy bajita y tengo curvas, a pesar de que sea delgada y mis ojos son verdes azulados, eso lo heredé de mi padre, mi madre me dice desde que tengo uso de razón que tengo los mismos ojos que él. En mi cara se aprecian miles de pecas y siempre me han parecido horribles hasta hace poco, que se pusieron de moda y entonces me empezaron a parecer más bonitas. Tenia muchos complejos con mi cuerpo pero he aprendido con el paso de los años a adorarlo, a quererme a mí misma y dejar que las criticas no me influyeran tanto. La gente pueden llegar a decirte comentarios tan crueles solo por el hecho de que eso a ellos les divierten. No esta bien, he sufrido en mis propias carnes esos momentos de rechazo y no se lo deseo a nadie nunca.

Bajo muy rápido por las escaleras para tomarme el desayuno mientras mi madre no para de quejarse de los vecinos. Necesito salir ya o me volveré loca si escucho una vez más la historia de la vecina que nos cotillea a todas horas con sus gatos. O la historia del vecino que siempre llega a su casa tambaleándose y pegando gritos a las 3 a.m, o aquellos que son super perfectos y no quieren relacionarse con nadie. Con el único vecino que me llevo bien es con un señor que es ciego, vive justo al lado de mi casa y está solo, siempre que preparo un bizcocho de naranja le llevo un poco porque le encanta, se lo toma siempre con un té y me hace sentarme en el sofá para que le hable sobre mi vida en el instituto, los chicos, las chicas que me critican, los exámenes... Ese hombre es lo mejor que me ha pasado desde que mi madre y yo nos mudamos a este pueblo, siempre tiene las palabras que necesito oír justo en el momento perfecto. Lo admiro mucho y lo voy a echar de menos. Espero llamarle varias veces durante mi estancia en la universidad.

Tras interminables despedidas con mi madre, por fin subo al autobús, con dirección a la Universidad de Washington, Seattle. Me siento algo nerviosa, no sé muy bien con lo que me voy a encontrar y tengo el presentimiento de que algo extraño está por ocurrir. Noto un escalofrío por la columna vertebral de solo pensarlo. Muevo con fuerza la cabeza con tal de desechar esos pensamientos, debo mantener la mente positiva y una sonrisa en la boca.

Into The WildWhere stories live. Discover now