Aviso: en este capítulo se van a dar saltos en el tiempo, desde el pasado al presente, y así.
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12 de enero de 1993, Orfanato Griswold.
Una niña de 11 años recién cumplidos atravesaba las puertas del orfanato en el que se hospedaría hasta su adopción. A su derecha, la madre superiora la acompañaba mientras el guarda de seguridad cargaba con las maletas. La niña de cabello oscuro y ojos apagados miraba a su alrededor, fijándose en los cuadros de ángeles y demonios que colgaban de las paredes.
Estaba claro que prefería los demonios. Cosa que la madre superiora desconocía.
La niña no había hablado durante todo el recorrido hacia su cuarto, solo observaba, quieta y distraída. Solo la madre sabía el pasado que arrastraba la pequeña, y por eso pensaba tenerla bien vigilada.
Abusos sexuales por parte de su propio padre. Un incesto horroroso para la madre superiora.
—Esta es tu habitación —le indicó.
Los ojos de la niña se posaron en los de otra que estaba mirando por la ventana con cara triste.
—Ambas compartiréis habitación —explicó la madre —Aurora, esta es Sophia, trátala bien.
Aurora asintió sin apartar la mirada de la niña de ojos apagados. La primera impresión que tuvo de Sophia, fue lo guapa que era.
Cuando toda la ropa de Sophia fue acomodada en el armario, ambas se quedaron solas hasta el aviso de la cena. En ese tiempo, Aurora trató de hacerle hablar, sin éxito.
—¿Por qué estás aquí? —le preguntó sentándose en la cama.
Sophia se había sentado en el suelo, le gustaba el suelo, le gustaba arrastrarse por él, huir por él, ver sangre en él.
—Bueno, no pasa nada si no quieres responderme —dijo Aurora sacando a Sophia de esos recuerdos confusos y recientes —Yo antes iba a un colegio, ¿sabes? No era un colegio cualquiera, ahí me ayudaban, o al menos eso decían mis padres —Aurora se encogió de hombros y miró a Sophia, ella estaba mirando sus pies —Eres silenciosa, me gustaría saber qué piensas.
Aurora se levantó de la cama y se sentó en el suelo junto a Sophia.
Sophia miraba las arañas que recorrían las piernas de Aurora, cientos de arañas escalaban por su piel y se colaban entre su vestido negro.
Así que hizo lo que cualquiera habría hecho, ayudar a quitar las arañas a manotazos.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué haces eso? —preguntó Aurora frunciendo el ceño y agarrando las manos de Sophia.
Ella parpadeó al ver que ya no habían arañas, no estaban, habían desaparecido.
—¿Qué ocurre Sophia? —murmuró Aurora fijándose en el verde que antes no había podido ver.
En ese momento, Aurora se dio cuenta de que los ojos de Sophia eran preciosos. Como dos esmeraldas.
—A... —trató de hablar Sophia.
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MI LISTA NEGRA ©
HorrorSophia White tiene una lista con todas las personas que la han herido. Esa lista no está escrita en un papel, tampoco en un diario secreto. No funciona así. La lista está marcada en sus brazos. Un corte, una persona añadida. Los motivos pueden se...