Cuarto Deseo

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Era el décimo cumpleaños de Aioros, un día significativo no solo porque añadía un año más a su vida, sino porque la armadura de Sagitario finalmente lo había aceptado como su guardián, dándole el honor de proteger la novena casa del Santuario. Aunque este logro era motivo de celebración, para Aioros, lo más importante era que Saga estaba allí, a su lado, como siempre.

—Pide un deseo —le dijo Saga, con una sonrisa, sosteniendo una vela encendida frente a él.

Aioros observó la pequeña llama por unos momentos, su mente volando entre los recuerdos y anhelos. Finalmente, dejó escapar un suspiro y sopló la vela con suavidad.

—¿Y bien...? —inquirió Saga con curiosidad, esperando alguna señal de su amigo.

Aioros lo miró de reojo, esbozando una sonrisa juguetona.

—Ya te dije que no te lo diré —respondió burlón, disfrutando del pequeño juego.

—¡Oh, vamos! Dame una pista —insistió Saga, inclinándose un poco más cerca.

—No —Aioros negó con la cabeza, manteniendo el tono juguetón.

—Una pequeña, al menos —Saga no se daba por vencido.

Aioros dejó escapar una risa ligera, negando de nuevo.

—Saga, basta —dijo finalmente, sonriendo con calidez.

Saga desvió la mirada, un poco avergonzado por haber insistido tanto.

—Lo siento...

—Tú tampoco me cuentas tus deseos de cumpleaños —dijo Aioros, notando el cambio en el comportamiento de su amigo.

—Tal vez porque no preguntas —respondió Saga, encogiéndose de hombros, tratando de restarle importancia.

Aioros se quedó pensativo por un momento, con su curiosidad despertando.

—¿Si lo hiciera, me lo dirías? —preguntó, con un tono que revelaba más interés del que pretendía.

—No, jamás —contestó Saga con una sonrisa cómplice.

—Lo ves —replicó Aioros, devolviéndole la sonrisa.

—Pero... —comenzó Saga, antes de ser interrumpido.

—Ni una palabra más de este tema —lo cortó Aioros, fingiendo seriedad, aunque no podía ocultar la diversión en su voz.

Saga suspiró, resignado, pero sin perder el buen humor.

—¡Bien! ¿Quieres ir a...?

—¡Aioros! —una voz aguda e infantil interrumpió a Saga, mientras un niño pequeño de no más de cinco años se acercaba corriendo.

—Shura... —murmuró Saga al reconocer al niño de cabello negro, que venía con una gran sonrisa en el rostro.

—¡Feliz cumpleaños! —exclamó Shura, deteniéndose frente a Aioros, agitado por la carrera.

—G-gracias —respondió Aioros, sintiendo un leve rubor en las mejillas. No estaba acostumbrado a ser el centro de atención.

—¡Hola, Saga! —saludó Shura, girándose hacia el mayor de los dos.

—Hola, pequeño. ¿Cómo estás? —preguntó Saga, agachándose un poco para estar a la altura del niño.

—¡Feliz! El Patriarca dijo que muy pronto me dará la armadura de Capricornio —dijo Shura con evidente entusiasmo, sus ojos brillando de emoción.

—Suena emocionante —comentó Aioros, sincero, mientras recordaba la emoción que él mismo había sentido al recibir su armadura.

—¡Lo es! Bueno, debo irme —anunció Shura con la energía que solo un niño podía tener, y tras un breve saludo, continuó su camino con la misma velocidad con la que había llegado.

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