Capítulo uno.

41 2 0
                                    

Sus ojos, muy perezosamente, se abrieron al sentir la luz del sol infiltrar por las cortinas de su ventana, dándole justamente en sus pequeños ojos circulares. Bostezo mientras se estiraba y dejaba caer sus pequeños brazos, miro fijamente el techo pensando si valía la pena asistir hoy al instituto. Pero recordó que si no asistía debía quedarse en casa y limpiarla junto a su madre, en ese caso, prefería aguantar a la irritable profesora de historia con sus aburridas anécdotas pero ojo, no es por qué su madre sea malvada o no la quiera, no, es simplemente por qué la joven Min era bastante perezosa como para limpiar dos pisos y el horrible cuarto de su hermano menor que parecía más un criadero de puercos que otra cosa, claro, sin ofender a los pobres animales.

Después de estar, por lo menos, quince minutos de trance mirando una de sus sandalias como si a través de estás viera el universo, se levanto para mirar el desastre que era en el espejo. "Maldita vida, malditos todos" pensó. Era un desastre. Tenía rastros de saliva por un costados de su boca que estaba un poco entre abierta y seca por no tomar agua en toda la noche, su cabello parecía más un nido de pájaros y sus ojos aún conservaban un poco de lagañas por haber despertado recientemente. Suspiro cansada, no tenía ganas ni de sonreír pero, no es como si siempre lo hiciera, ella era "la amargada" del salón, de la familia, de la vida.

Se dirigió a su armario para abrirlo y darle una leve mirada para elegir lo que hoy llevaría a la escuela. Después de por lo menos cinco minutos decidió ponerse unas converse negras, un pantalón de jean también negra con una remera larga del mismo color que sus pantalones haciendo que su pálida piel resalte más de lo común. Después de elegir se dirigió al baño para bañarse y lavarse los dientes.

Posteriormente tomo su mochila de cuero color marrón claro y cargo todos los útiles y cuadernos que hoy utilizaría, después de eso bajo para dirigirse a la cocina, encontrándose con su madre y un apetitoso desayuno a su disposición arriba de la gran mesada. Con una sonrisa, madre e hija se saludaron alegremente sin decir nada, no es como si tuvieran algo que decir. La joven mientras se sentaban comenzó a atar su largo y castaño cabello con el mismo elástico negro de todos los días luego se dispuso a desayunar.

─ ¡Min Yoon Gi, levántate! ─Grito su madre desde la cocina para que su perezoso hermano mayor se levante de la cama, cosa que nunca pasaría a menos que se mueva tanto hasta el punto de caer de la cama aunque eso pasa cuando está realmente nervioso porque al día siguiente pasara algo genial, por ejemplo, cuando su mejor amigo viene de visita a su casa después de bastante tiempo.

Su madre, bastante enfadada a pesar de que eso ya era rutina, con su ceño fruncido se dirigió a las escaleras sacándose una de sus sandalias, subiendo las escaleras dirigiéndose a la habitación del pálido. Su hija menor, mientras sorbia de su café, la miraba con ojos curiosos y divertidos al saber que su hermana sería furrtemente regañado por la jefa de la casa. Sólo fue cuestión de segundos para escuchar los "¡Ay, mamá, detente!" , "¡Perdón, perdón!" , "¡Pero si no es tan tarde!"  Y los "¡Ahí no, mamá, ¡No me quites mis osos de Kumamon!"  De parte de su pálido hermano.

Río con diversión viendo como su hermano baja con su remera a medio bajar, sus pantalones desabrochados y sus cabellos revueltos, con rastros de saliva adornando su adormilado rostro y su madre atrás dándole un sermón de que haría él si ella algún día no estaba más. Esa era su rutina de todas las mañanas, era divertido por un lado pero triste por otro por que no podía compartir eso con su padre verdadero.

─ Vamos, Hye, YoonGi, deben ir al instituto ─Dijo su madre cuando los tres terminaron de desayunar. Los hermanos Min después de unas cuantas bromas asistieron y fueron por sus mochilas que estaban tiradas a su suerte por algún lado de la cocina.

¡Tú, la chica ilegal! [Jeon Jeongguk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora