Siete [Final]

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Esa mañana salieron dos limusinas de la mansión Kim seguidas por los vehículos de Minseok y Joonmyun.
En la primera eran transportados los restos de Zhang Yixing custodiados por Oh Sehun y Xiao Luhan y, en la segunda, custodiados por Wu YiFan (que había acudido al llamado de los Kim tras el relato de la historia de Sehun) y Zitao, eran llevados los de Zhang Xiulei.

Delante del cortejo iba un carruaje que Joonmyun se encargó de conseguir y en el que iba el oficiador; y detrás los seguía una procesión de alrededor de cincuenta personas llevando antorchas y un ramo de flores de cerezo, tal como marcaba la tradición de la antigua familia Zhang. Al llegar al cementerio, los hermanos Kim se encargaron de cargar ambos ataúdes y, luego de que el oficiador terminara y bajaran ambas cajas, Sehun dedicó algunas palabras a la pareja de hermanos, terminando con un simple "Siempre los recordaré", luego dejó caer un ramo de flores de cerezo para cada tumba y se hizo a un lado para que pudieran, por fin, enterrarlos.

El regreso a la mansión estuvo mucho más tranquilo y Joonmyun se encerró en su despacho con Yifan para tratar un tema que lo tenía con preocupación.

—Muchas gracias por ayudarnos hoy, señor Wu. Hay algo que quiero hablar con usted y que me parece de suma importancia tratemos.

Yifan se reclinó ligeramente en su asiento y con un ademán indicó a Joonmyun que continuara. El coreano abrió un cajón de su escritorio y sacó de este un pequeño cofre que abrió ante los ojos de Yifan, el chino abrió los ojos un poco más y lo miró deseando una explicación.

—Minseok y yo lo hablamos con Sehun. Éste es el cofre que Zhang Yixing le entregó a Sehun la última vez que lo vio; sin embargo, al hallarse en una propiedad que usted poseía y de las cuales no tenía conocimiento, nos parece lo más apropiado entregárselas para que disponga de ellas como mejor le apetezca, mi familia no está interesada en bienes de ésta índole y, a decir verdad, nos incómoda que usted pueda malinterpretar pensando que nos adueñamos de algo que, en realidad, le pertenece a usted. Quiero decir, el valor de estas joyas no estuvo nunca contemplado en el precio que nos dio por la mansión, por lo que le ruego las tome.

Yifan guardó silencio por unos segundos, luego se inclinó al frente y fue incapaz de contener una corta risa.

—Mi estimado Kim Joonmyun. En el valor de la casa tampoco contemplamos al fantasma y, sin embargo, ustedes lo conservaron y nuestro Sehun ayudó a que el pobre pudiera descansar. Las joyas le pertenecen a él, no estoy dispuesto a aceptarlas. Creo que ambos somos caballeros y, le juro por mi familia, que no habrá ningún malentendido al respecto... Además, no creo que a nuestro Yixing le agrade la idea de que sea yo precisamente quien las conserve. Prefiero evitar la posibilidad de que regrese a exigir que las devuelva a su legítimo dueño.

Joonmyun suspiró, pareció pensarlo por unos segundos y luego le sonrió.

—Tengo entonces que darle las gracias, si le soy sincero, Sehunnie lamentaba mucho el no poder conservarlas. Más que el valor material, le interesaba el único recuerdo físico que tiene de Zhang Yixing. Al final, parece haberse encariñado un poco con él.

—Kim Sehun parece un sujeto de lo más encantador. Creo que vale muchísimo.

—Oh.

—¿Cómo?

—Es Oh. El apellido de Sehun. Oh Sehun.

****

Sehun conservó las joyas. Las guardó con cariño durante seis meses sin tocarlas, fue hasta un caluroso día de julio que abrió el cofre de nuevo y escogió un par de preciosas mancuernillas de oro con la incrustación de un rubí para usarlas.

El Fantasma de QianyangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora