Justin estaba recargado sin cuidado en la barra del club con una botella de cerveza en la mano mientras le daba sorbos cortos. Observaba detenidamente como Millie movía sus brazos y su cadera al ritmo de la música, no había nadie bailando con ella ya que había rechazado a todos los sujetos que se le acercaban. Sin saber por qué una sonrisa se marcó en los labios de Justin, no había conocido a una chica como ella desde hace tiempo, y se sorprendió al encontrarse mirándola de arriba abajo pensando en lo hermosa que ella era. Su cabello largo se movía en todas direcciones, pero a Millie no parecía importarle si se despeinaba o no. El roce de los cuerpos en la pista había hecho levantar unos centímetros la remera blanca dejando ver parte de la piel pálida de su cintura. Se fijó en que esa remera le quedaba a la perfección con ese jean azul ajustado y sus zapatillas rojas.
Pensó en Millie como una chica sencilla, normal. Una chica a la que no le importaba demasiado su apariencia, ni como la ven los demás, ella solo vive y a pesar de tener a sus seres queridos lejos, es… feliz.
Él jamás se había divertido tanto con una chica en cualquier lugar que esté. Normalmente las chicas con las que salía, eran “amigas” de Jaxon y solo accedían a una cita con Justin para ver a su hermano.
Algo dentro del rubio estaba revoloteando con diversión, estaba a gusto de que aquella castaña que caminaba cansadísima hacia él, lo hubiera elegido para pasar su vigésimo segundo cumpleaños, y no a su hermano.
– ¡Esto es genial! –le dijo Millie elevando la voz para que pudiera oírla– Creo que no siendo las piernas –hizo una mueca rara que hizo reír al ojimiel.
– ¿Quieres quedarte otro rato? –ella negó con la cabeza. Justin había bailado con ella por más de una hora y luego la aguanto a ella sola bailando por media. Buscaron sus abrigos y salieron. Millie respiró hondo cuando sintió el aire fresco llegar hasta ella, allí dentro hacia muchísimo calor, necesitaba salir.
– Mmm… Se de un lugar que te gustará –propuso Justin por primera vez. Soltó una risa al ver la cara de niña pequeña que Millie había puesto.
– ¿Podré sentarme? –estaba realmente cansada.
– Esa es la idea –le regaló una sonrisa más y tomó su mano para caminar hacia la playa, no quedaba muy lejos de allí y estaba seguro de que a Millie le gustaría.
Se quitó las zapatillas y sin decir nada se acostó sobre la arena. Ella lo imitó y acomodó su cabeza sobre el pecho del chico, ambos tenían la mirada fija en las estrellas.
Y en ese momento, la chica alocada pensó que nunca había sentido tanta paz. Podía escuchar el sonido de las olas, una suave guitarra que sonaba a lo lejos, el murmullo de la gente y la respiración de Justin.
– Adoro este lugar –Millie se acomodó mejor y lo observó– Vengo aquí siempre que puedo, es… tranquilo. ¿No lo crees? –ella asintió y sonrió ampliamente, una sonrisa que podía mover el mundo del chico en un segundo.
– Gracias Justin.
– ¿Por qué?
– Este es el mejor cumpleaños de todos.
