El día había pasado rapidísimo. Cuando se dio cuenta eran las siete cuarenta y cinco de la noche, y aún seguía sentada en su sofá con un paquete de papas entre las piernas y una soda mientras miraba una película para chicas de lo más cursi: “Un amor para recordar”.
Al parecer ese su plan para un cumpleaños perfecto. Le hubiera gustado decir que había atendido cientos de llamadas de amigos y familiares más un mega ramo de flores de su atractivo novio, pero no. Sus pocos amigos y familia quedaron en Suecia cuando ella decidió huir algunos años atrás. ¿Novio? ¡Por favor! Apenas podía mantener una “relación” consigo misma. Así estaba feliz.
Cuando Mandy Moore comenzó a cantar apagó el televisor y tomó el último trago de Coca-Cola en su lata. Estaba aburrida, realmente aburrida. Tenía que salir de esas cuatro paredes en ese mismo instante.
Lo bueno de tener un jefe tan distraído como el suyo, era que podía darte el día libre sin pedir explicaciones, y era justo lo que quería. Se levantó y corrió rápido a la habitación para sacarse el pijama y elegir algo de ropa más… presentable. Se peinó dejando su cabelló suelto, agarró sus llaves, teléfono y listo.
– Auriculares –recordó cuando estaba a punto de cruzar la puerta. Se los colocó y volvió a salir. Encontró una canción algo antigua en su iPod, recordó que la escuchó hasta odiarla, típico. En su pantalla táctil, presionó la canción y sonrió al recordarla cantarla a diario. Era “Raise your glass” de Pink.
Lo más le gustaba de la zona donde estaba su casa, era que estaba a unas cuadras del centro de Los Ángeles y podía visitar cualquier lugar que quisiese. Subió la cremallera de su chaqueta y cruzó rápido al otro lado de la acera cuando divisó una heladería. El helado era su jodida perdición.
Pidió un batido de chocolate y dulce de leche, el cual fue un regalo por su cumpleaños gracias a la simpática vendedora. Se recargó en la pared de la heladería y miró la pantalla de su teléfono. Frunció el ceño automáticamente.
– Mamá llamando… –leyó en voz baja. Movió la tecla y atendió– ¿Mamá?
– ¡Hola Mellie! No pensé que ibas a contestar cariño, feliz cumpleaños.
Vaya, lo recordó.
– Eh, gracias mamá – ¿Qué más iba a decirle? – ¿Todo bien por allí?
– Sí cielo, tu padre no está aquí pero manda saludos –Pfff. Su padre nunca estaba allí– Tengo que colgar Mellisa, te quiero, adiós.
– Ad… –ni siquiera había acabado el saludo que su madre ya había colgado– Adiós mami –respondió cínica. Se sentó en una de las sillas de la entrada y pausó la canción. Levantó la mirada y vio a una pareja discutir: el chico parecía aburrido, y ella movía sus manos hacia todas direcciones alterada. Aun estando a unos metros, podía escuchar la voz chillona de la pelirroja, en un momento, él chico la calló y le dijo algo que la dejó pasmada. Hizo un pequeño berrinche de niña pequeña y caminó lejos de su ahora ex novio dejándolo solo. Mellie sonrió cuando vio al chico negar con la cabeza divertido mientras caminaba hacia la heladera… O hacia ella. Se dejó caer en una silla a su lado y suspiró.
– Mujeres –le dijo ella tomando un sorbo. Él chico volteó a mirarla con una sonrisa y asintió.
– Fue más fácil de lo que pensé. Una noche genial.
– ¿Quieres apostar? –sonó divertida. Estaba segura que nada podía ganarle a un cumpleaños número veintidós en completa soledad.
– ¡Jaxon! ¡Jaxon –ambos voltearon a escuchar el grito de otra persona. Otro muchacho, venía corriendo hacia ellos, parecía algo enojón y cansado. Se paró a unos metros de ellos y trató de recobrar la respiración– Eres… eres… un maldito –logró decir. Millie miró al chico a su lado, claramente le hablaba a él.
– Lo siento Justin, Betsy quería joder mi noche –contestó desconocido número uno, al parecer se llamaba Jaxon, el segundo hizo un ademán con su mano. A la castaña le sorprendió el parecido entre ambos. ¿Serán hermanos?
– Tú otra novia… ve-venía detrás de mí. Me confundió contigo –hizo reír a Jaxon. Justin miró a Millie e hizo una mueca de desagrado– ¿Otra más?
– ¿Disculpa? –se defendió al instante. Jaxon se levantó de su asiento y tecleó en su teléfono.
– Linda, él es mi hermano Justin. Justin, ella es…
– Millie.
– Millie –repitió– Y no, no es “otra más”, acabo de conocerla. Y ahora tengo que irme, Justin no estaré en casa, llegaré tarde, adiós linda –Jaxon le guiñó un ojo a la castaña y se fue caminando en dirección contraria.
Millie observó a Justin, quien definitivamente era hermano del que acaba de partir. Al verlo tan serio, pudo deducir rápido que Jaxon era el alma de la fiesta, y él solo el hermano gruñón que lo regañaba luego de una resaca.
– Bien… adiós –saludó Justin sin importancia comenzando a seguir el mismo camino que su hermano. Millie tiró el vaso del batido vacío y lo siguió.
– Iré contigo –sonrió animada al ver la cara de fastidio del casi rubio. Comenzaba a pensar que no le caía nada bien, y eso le divertía, mucho.