La luna se quedó

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La luna y el sol se juraron amor eterno, la luna y el sol eran inseparables. Un día, al sol le dieron la oportunidad de brillar en otro universo, pero la luna se quedaría en el mismo lugar.

La luna propuso un trato: esperaría por el sol los milenios que fueran necesarios. El sol aceptó, ambos se amaban tanto que su promesa de amor les haría esperar. Los dos regresarían con el otro en algún momento.

Oh, la luna fue ingenua, el sol brilló tanto en el otro universo, que se olvidó de la luna.

Mientras el sol brillaba, la luna se iba apagando con cada noche que pasaba lejos de su amado sol. La luna estaba muriendo de amor.


No sabe cómo logró llegar a casa aquel día nefasto, Sicheng ya no tenía ganas de salir de su hogar, él no estaba listo para afrontar a un mundo sin su amado. Su corazón estaba destrozado.

La boda de Taeyong y Yoonoh era la semana entrante, pero él no estaba de humor para celebrar nada, ni siquiera la unión de sus mejores amigos. Todavía no quería encararlos, no tenía las ganas de hacerlo.

Cada noche que intentaba dormir, soñaba con lo mismo, la promesa que Yuta y él hicieron, cada noche la misma escena se repetía y siempre despertaba llorando. Han pasado seis días desde que fue a la casa de los Nakamoto y no parece mejorar del todo.

Camina a pasos perezosos por todo el apartamento, está hambriento, pero sabe que cualquier cosa que pruebe le sabrá amargo, corre la cortina del ventanal principal y nota que la noche empieza a caer con lentitud, la luna se asoma y quiere llorar. Aprieta entre su mano el collar de sol que Yuta le ha dado como regalo en su primer aniversario. Todo le recuerda a su Yukkuri. Antes de regresar a Corea, Sicheng tenía una vida perfecta, amigos perfectos y una carrera perfecta, pero aquí en casa todo era una pesadilla.

Decide que esa noche saldrá para distraerse un poco del recuerdo de su amado, aunque en el fondo sabe que no será del todo posible. Se arregla lo más que puede, pero su reflejo le muestra a un chico cansado y triste debajo de todo ese maquillaje. Sicheng por primera vez en muchos años se siente feo. Como cuando iba a la escuela y se menospreciaba.

En el patio de la escuela, un pequeño niño está agachado llorando, la campana de retorno a clases ha sonado hace horas, pero aquel jovencito parece no querer entrar a su aula. Sus sollozos son bajos, pero no son impedimento para que otro niño lo escuche.

El chico curioso observa al nuevo chico de intercambio llorar bajo el árbol del patio, sabe que han estado molestándolo por ser de otro país, al pequeño Yuta le tocó pasar por eso cuando llegó de Japón el año pasado. Pobre chico.

Se acercó al menor y se situó a su lado, no quería molestarlo. El joven proveniente de China se asustó y alzó la mirada hacia quien invadía su espacio.

—Por favor, no me hagas daño.

Su cara estaba roja, tenía un gracioso diente chueco y sus moquitos estaban saliéndose, pero a Yuta el chico se le hizo muy bonito, tanto que sus mejillas se coloraron.

—Mi nombre es Yuta, y quiero ser tu amigo. —El japonés le extendió la mano, pero el pequeño Sicheng no estaba seguro de confiar en él, todos en esa escuela lo trataban mal, hasta las niñas.

—Yo... no sé...

Yuta bajó su mano un tanto apenado por el rechazo.

—Sé por lo que estás pasando, también fui molestado el año pasado. No soy como ellos, de verdad quiero ser tu amigo.

El sol ríe y la luna llora » YuWinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora