El Ángel Sin Alas. |Kuban|

4

Kubo había salido un rato de su casa.

A pesar de no tener las, le gustaba dar paseos.

Obviamente, lo malo de ello era que los demás ángeles aprovechaban para molestarle.

Y por ello, Norman siempre le trataba de acompañar cuando podía.

Norman, era uno de los ángeles mas temidos y a la vez con mas honor.

Debido a sus capacidades en todos los sentidos, Dios lo llamaba mucho para misiones, por ello no podía pasar mucho tiempo con kubo.

Trataba de trabajar rápido para poder ir luego con Kubo.

-No tienes siempre porque acompañarme...-Dijo el Ángel sin alas.

-Pero quiero.-

-En ese caso, no te detengo...-

-Kubo... ¿No has considerado... rendirte con el?-

Kubo detuvo su caminar, miro fijamente el camino frente a el, pensando.

Asimilando las cosas.

-No, no es una opción.-

-Kubo... ¡Si es una opción!, ¡Ese ángel tiene muchos pecados! Su orgullo... Su ego...-

-Solo esta cegado.-

-Pues a mi parecer, demasiado.-

-Algún día veras que volverá a ser como antes...-

-Te volverá a olvidar, ¿No se supone que el de memoria corta eres tu?.-

Un golpe se pudo oír. 

Bueno, muchos golpes.

Algunos ángeles desde una nube, rocas le comenzaron a lanzar al azabache.

Se escuchaban risas, mientras que el chico de cabellera negra solo se cubría de los golpes como podía, no hacia ningún gesto.

No se quejaba, ni se movía.

Solo perseveraba.

Norman miro molestos aquellos ángeles.

Extendió sus grandes alas, comenzando a volar casi por encima del suelo para luego agitar sus alas.

Ocasionado una gran ráfaga de viento, haciendo que los ángeles se cayeran con las rocas encima.

-No lo vuelvan a molestar- Amenazo el joven de cabellos parados(?).

Los contrarios solo salieron corriendo por sus vidas.

Norman volvió con Kubo, le quito los brazos encima, los cuales usaba para cubrirse.

Vio el rostro del menor, tenia pequeños golpecitos y  rasguños por las piedras.

-No soporto que sean así...algún día los voy a...-

-No te preocupes, estoy bien... No tienes que pecar por mi.-Kubo le sonrió y siguió caminando.

-Odio que sigas mintiendo...Odio verte así... todos los días... ¡Solo deja de pensar que Leo algún día cambiara!.-

-No pienso que cambiara, lo hará.-

-Kubo...-

-¿Te vas a quedar ahí parado  todo el rato?.-

Norman suspiro y siguió al menor.

A veces era muy testarudo.

Demasiado...

Muy terco.

Pero ese terco le gustaba mucho.