Quinta simbiosis: la cola del monstruo.

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El joven le devolvió el saludo y le dio un abrazo. Le encantaba abrazar a la gente que lo rodeaba. Se sentía protegido, aunque conociese poco a esa persona.

Pasó todo el día con la chica del rayo. La verdad es que le resultaba bastante agradable hablar con ella, tanto, que el tiempo pasó volando. Durante la tarde se sorprendió por algo de lo que se acababa de percatar: desde que estaba con ella no se sentía triste.
"Tal vez todo lo que necesitaba era distraerme un poco." Pensaba.

La chica del rayo era una persona muy agradable, animada y con un estilo de vida muy "carpe diem". Y eso le llamaba la atención. Él era una persona muy taciturna, pensando en que la suerte siempre buscaba la manera de ponerle la zancadilla en todo lo que hiciera. Por eso se dejó contagiar un poco del entusiasmo de la joven por las cosas que le contaba. La tristeza que le consumía se había disipado, al menos temporalmente.

La velocidad de vida que llevaba su amiga lo asustaba a la vez que le llamaba la atención. Vivía aventuras y hacía casi todo lo que quería. Le daba la sensación de que con las 24 horas que había en el día daba tiempo absolutamente a todo lo que quisiera. Fue cuando decidió ponerle el apodo de "la chica del rayo", aunque nunca se lo dijo.
Solía hacer eso con las personas que le rodeaban. Poner apodos cariñosos para acordarse de ellos o incluirlos en sus historias cuando las contaba para ocultar quienes eran en realidad. 

Él le contó toda su historia desde la última vez que se habían visto antes de su reencuentro hasta la ruptura (aunque no lo que aconteció después de eso que incluía a terceras personas) para ponerla al corriente de su vida. Ella, a su vez, le contó cosas sobre su relación. Su pareja parecía una persona muy trabajadora y en cierto modo se alegró de ello.
"Es una buena chica, se merece a alguien así."
Y aunque le contó que tenían algunos problemillas, él la animó a resolverlos y le dio algunos consejos. Lo que menos quería ver ahora es a una persona buena romper su relación por alguna razón menor. Y sabía que eso no iba a ocurrir, pero solo de pensarlo se le oprimía el pecho.

Se hizo de noche en cuestión de segundos (para él). La luz del Sol se marchó como si hubieran apagado la estrella más grande del cielo con un interruptor. Era hora de que volviera a casa. Ella lo acompañó hasta la parada de autobús y se despidió prometiendo una próxima reunión juntos.

Y, cuando volvía a casa, comenzó de nuevo a pensar en todo. Como si ese día hubiese sido el tiempo de descanso de un partido eterno en el que iba perdiendo por goleada. Como si hubiera escondido todo su dolor tras una falsa sonrisa para intentar aparentar que todo estaba bien.

"Idiota... ¿Vas a dar consejos tú que acaban de romper contigo?" Se decía a sí mismo.
Tenía razón de un modo u otro. No era el más indicado para dar consejos, aunque sí para darle a entender que lo diera todo en la relación. Para él, eso era lo más lógico que podía aconsejar.

Pero no era eso lo que le quemaba. Aunque iba pensando de vuelta a casa, también estaba respondiendo los mensajes que recibía en su teléfono móvil, la mayoría de su charla eterna con la chica del rayo. Llevaban hablando desde que se intercambiaron los números de teléfono y le encantaba tener una conversación constante y fluida con alguien.
Sin embargo, la consciencia le martilleaba por la falta de noticias de "la chica de la noche".

Sentía que se había equivocado. Pero, ¿Qué podía hacer él?

"¿Ir a su casa sin avisar para hablar con ella? ¿Qué impresión daría?" No quería que se equivocara. No estaba enamorado de ella, pero era su amiga a pesar de lo que había pasado. Y tal vez ir a su casa para pedirle disculpas le dolería más aún que no aparecer.

- ¡Hola!, he venido para pedirte perdón por habernos acostado juntos, pero no te quiero, ni siquiera me interesa algo más que una amistad contigo, pero quería que lo supieras... ¡Ja ja ja! - La voz ronca y maliciosa del monstruo resonó en su cabeza imitando lo que sería un discurso cruel... Pero sincero.

La sensación de que no encajaba en el mundo le dolía un poco. Ella le dijo que había sido una noche de soledad, y después no quería que se fuera... ¿O si?
No entendía a otros seres humanos la mayor parte del tiempo que estaba despierto. Solo quería entender las cosas y no sentirse un bicho raro.

Un sentimiento de culpa recorrió el cuerpo del joven llegándole hasta el final de la médula espinal. Comprendió que el haber aceptado su invitación había sido un error cuando lo cometió, pero ahora la culpa era más pesada que nunca.
A eso, se le sumó la idea de que tal vez nunca volviera a verla, lo cual acrecentó la carga. Estuvo a punto de desviarse en su camino de vuelta e ir a buscarla, sin embargo, no lo hizo.

Se estaba agobiando un poco por todo. Pensó en que sus consejos podrían haber empeorado el problema de la chica del rayo y se puso muy nervioso por ello, a la vez que pensaba en que esos consejos podría haberlos aplicado él en algún punto de su relación ya muerta.

- Lo hecho, hecho está. - La tenue voz volvía a resonar en su cabeza. - Debes dejar atrás todo lo que pesa y seguir adelante. -

En cierto modo, tenía razón.

A veces es mejor dejar pasar el tiempo para que se enfríe todo y poder arreglar las cosas en condiciones. Forzar las situaciones era algo que no soportaba.

Se impuso la idea que susurró su compañero de celda mental y poco a poco, comenzó a notar que el peso que sentía sobre el cuerpo se iba desprendiendo a cada paso que daba, pero lo notaba ligado a él de alguna forma. Y lo perseguía.
Todo lo que pensaba que había hecho mal, ahora solo lo sentía como decisiones que había tomado. No le importaba si habían sido las correctas o no, porque ese juicio lo dejó caer tras de sí.

Cruzó la carretera y las bombillas de la calle dejaron ver una larga cola unida a la parte baja de su espalda. Cuando se fijó en su sombra, la miró con desdén y susurró:

- Ahí ha ido todo. -

Teoría de la creación de un monstruo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora